Estoy despidiendo mis 20 años y
como todos los años, un día antes de mi cumpleaños, me encuentro haciendo un
balance de mi vida. Sentada sobre la cama de dos plazas y con una taza de té
analizo mi situación, miro para atrás y al hacerlo no puedo identificar si mi
vida era más triste antes o ahora. Observo a mi alrededor, este departamento de
lujo en el que estoy viviendo junto a mi futuro marido, y pienso, que si
estuviera soltera, tal vez estaría en un departamento de dos ambientes o los
conocidos “caja de zapatos”.
Hace dos años se cruzó en mi camino
un hombre seis años mayor que yo del cual me enamoré locamente, o eso creo
haber sentido. Al principio se mostraba cariñoso aunque puede haber sido
producto de mi ceguera del amor, y en realidad, siempre fue la misma persona
fría que nunca me quiso. Y al pensar esto, mi pulso falla y el té termina
derramado en las sábanas blancas y arrugadas de la noche anterior. Cierro los
ojos, respiro y los vuelvo a abrir. Sigo sentada y más tarde me ocuparé de
cambiar las sábanas y hacer la cama. Prosigo con mis reflexiones y ahora miro
una foto que se encuentra colgada en la pared. Estamos él y yo en una fiesta,
ambos sonriendo pero hoy puedo darme cuenta que su sonrisa es una sonrisa
falsa.
Hace un año atrás, un día como hoy,
me puse a pensar que era lo que deseaba desde siempre y mi sueño siempre fue
casarme a los veintiuno. El año pasado al soplar las velitas, uno de los tres
deseos que pedí, fue ese. Y hoy puedo decir que se me cumplió, ya que estoy a
dos semanas de casarme. Pero creo que en ese deseo que tengo desde pequeña me
olvidé de especificar la parte de casarme con alguien que me ame. Y
probablemente sea ese uno de los deseos que pida mañana, un hombre que me
valore y que me ame. No sé si pensar en otros dos deseos o hacer trampa como
cuando era chiquita y pedir lo mismo tres veces, creyendo que tal vez, de esa
manera, sea más probable que se me cumpla.
Tw:@janetroseblog
Tw:
Interesante. Espero el primero capítulo :)
ResponderEliminar