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jueves, 24 de julio de 2014

Capítulo sesenta y cuatro


Narra Santino:

Me invadía la culpa. No podía dejar de pensar ni un segundo en que hubiera pasado si yo no me hubiera resignado,  si en vez de irme a mi departamento con Bruno y dejarla sola hubiese hecho todo lo posible para sacarla de ahí...Seguramente todo hubiera sido distinto. ¿Y de que valía todo esto ahora? 
Me comporté como un adolescente ofendido porque Emma había elegido quedarse con él, aunque sabía que no era porque ella quería sino porque creía que no le quedaba otra. Salí decepcionado del departamento acompañado por el de seguridad quien me advirtió no volverme a acercar. Ignoré a Bruno que seguramente todavía seguía pensando cómo actuar o qué hacer ante la situación, lo corrí del volante haciéndolo pasar al lugar de acompañante y sin dirigirle la palabra fuimos a mi departamento. Todo lo que pasó después me cuesta recordarlo. Sonó el teléfono de línea y al escuchar la voz de Tania supe que no iba a recibir buenas noticias. Su voz se escuchaba alarmada y precipitada. No pude prestarle atención a casi nada de lo que me dijo, lo único que registré fue que Emma se encontraba en el hospital y eso fue lo que me impulsó a salir corriendo.
Las agujas del reloj avanzaban mientras yo caminaba de un lado al otro por el pasillo del hospital y trataba de procesar tanta información. Observé a Tania quien se hallaba sentada junto a Lourdes y a Josefina. Me sorprendió la presencia de esta última, pero supuse que en estos casos los problemas mínimos se dejaban de lado y el cariño y la preocupación eran más fuertes.
Al entrar a la habitación vi a Emma acostada en una cama, conectada con varios cables y con una máscara de oxígeno. Aún seguía inconsciente. Me acerqué lentamente sin dejar de mirarla y acaricié una de sus manos para luego entrelazar nuestros dedos. Quería que despertara, quería volver a encontrarme con sus ojos color café. Necesitaba ver su sonrisa, esa que cada vez que aparecía me llenaba el alma. 
Las horas pasaban y todo seguía igual. Me encontraba sentado en la sala de espera con la cabeza apoyada en el hombro de Tania. Ambos estábamos cansados pero nos negábamos a irnos, queríamos estar ahí, firmes como soldados, a la espera de una señal. No tardó mucho en aparecer Bruno con comida, pero no pude probar ni bocado, con toda esa situación tenía el estómago cerrado. Lo dejé sentarse al lado de su ex, no para que insistiera en volver ni para aclarar cosas, sino simplemente para que en silencio le diera contención, creo que con su compañía alcanzaba. Comencé a buscar con la mirada a algún médico que nos pudiera adelantar algo cuando me chocó un señor de aproximadamente unos cincuenta años de edad. Se disculpó en seguida pero al ver a Tania detrás mío se me quedó mirando.

-Necesito ver a mi hija.-me soltó con una mezcla de nerviosismo y preocupación.-Soy el papá de Emma.

-Disculpe, no sabía.-le respondí.-Terminó el horario de visitas pero cuando se acerque algún médico le preguntamos si puede pasar. ¿Le parece?

Me miró con algo de desconfianza.

-¿Qué es de Emma usted?-me preguntó con la mirada fija.

-Soy el...-hice una pausa y suspiré.-...un amigo de ella. Mi mejor amigo es el novio de Tania.-y ya ni sabía por qué le estaba dando tantas explicaciones a mi supuesto suegro.

-Ah.-fue lo único que expresó antes de irse a sentar.

No había nada más deprimente que pasar la noche en un hospital. El aroma, el llanto de personas desconsoladas, rostros preocupados, médicos yendo y viniendo y luego un silencio que pesaba. 
Tania se encontraba dormida encima mío cuando se acercó una médica y la desperté al pararme bruscamente. Apoyé una mano en su hombro como modo de disculpas y luego me dirigí a la médica.

-La paciente se encuentra fuera de peligro.-nos informó haciendo que nuestros corazones volvieran a latir.


Narra Emma:

Los párpados me pesaban. Abrí los ojos con dificultad y me encontré con dos rostros familiares. Tania y Santino se encontraban a mi lado, uno de cada lado. Observé toda la habitación sin entender mucho lo que pasaba y luego posé mi mirada en mi cuerpo, el cual estaba enredado con cables.

-¿Cómo llegué acá?-pregunté con voz ronca al sacarme con cuidado la máscara de oxígeno.

Los ojos verdes de Santino tenían un brillo de angustia. Me acarició suavemente la mano con su dedo pulgar.

-Te rescataron rápido los bomberos luego de que te desmayaras, y te trajeron para acá.-me respondió.

-Me asusté mucho, amiga.-expresó Tania acercando una silla para sentarse.-Estuve muy preocupada.

-Estuvimos...todos.-acotó Santino.-Me alegra mucho que estés bien.

Quise decir algo pero comencé a toser.

-No te esfuerces.- me dijo Santino.-Descansa, ya vas a poder contarnos todo.

Cerré por un instante los ojos y recordé lo que me había confesado Benjamín antes de desmayarse. Mi corazón se aceleró al recordarlo. Benjamín tenía un hijo de un año. Lo había tenido con la mujer con la cual me engañaba. Y el motivo por el cual no había asistido a nuestro casamiento era porque el hijo ese día volaba de fiebre y tuvo que ir para estar con él. Me quedé en shock, con los ojos bien abiertos.

-¿Qué pasa?-me preguntó preocupada Tania.-¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Miré a Santino que me miraba expectante y ya había capturado una de mis manos para aferrarla a él con delicadeza.

-Benjamín tiene un hijo.-y lo dije así, sin rodeos, en tono seco, haciendo explotar la bomba.

Ambos me miraron con sorpresa, extrañados y sin poderlo comprender. Ni siquiera les salían las palabras para hacerme preguntas al respecto.

-Me lo confesó antes del desmayo, antes que perdiera la noción.-les dije con un poco de tos.-Y me pidió perdón, tanto por haberme engañado y ocultado todo eso como por haberme dejado plantada en el altar.

-Emma, ¿estás segura de lo que estás diciendo?-me preguntó Tania en tono pacífico pero con cierto temblor.

-Puede ser que hayas alucinado o lo hayas soñado en estás horas que estuviste inconsciente.-dijo Santino.

Revolee los ojos porque no podía comprender como no me creían, como estaban poniendo en duda mi palabra.

-Les estoy diciendo la verdad.-me limité a decir sin querer forzar mucho la voz.

Un profundo silencio reinó en la sala. Sentí una fuerte presión en la mano antes de que Santino la soltara. 
Intenté levantarme de la cama y desprenderme de los cables, pero Santino se apuró a impedirlo.

-Mi amor, ¿qué haces?-me dijo haciendo que me acostara otra vez.-No podes moverte, tenes que hacer reposo.

-Necesito ver a Benjamín.-insistí.-Quiero saber como está.

Ambos cruzaron miradas y agacharon la cabeza. Me invadió una horrible sensación en el pecho.

-¿Qué pasa?-pregunté sintiendo que algo no estaba bien.-¿Cómo está él?-insistí ante el silencio.

El clima se volvió muy tenso...

-Benjamín llegó al hospital muy mal, tenía la respiración muy afectada.-dijo Tania con la mirada puesta en el piso.-Y su cuerpo no pudo resistir.-continuó luego de un suspiro que me puso los pelos de punta.-Falleció.-soltó finalmente con los ojos vidriosos.-Lo siento.

Se me aflojó todo el cuerpo. No era capaz de asimilar semejante información. A Santino le costó mantenerme la mirada, pero lo hizo mientras se acercaba más a mí y me acariciaba el cabello.
Atinó a decirme algo pero permaneció en silencio. Por unos minutos nadie dijo nada. Era una noticia fuerte.


Narra Santino:

Al rato Tania abandonó la habitación para dejarnos solos. Emma tardó en salir del estado de shock y cuando asimiló la noticia las lágrimas fueron incontrolables. Fue un llanto en silencio, raro, con angustia pero raro. Me senté a un costado de la cama y la acurruqué en mi pecho. La acompañé en silencio mientras no dejaba de abrazarla y transmitirle  que no estaba sola.  
Quería alejar a Emma de ese hombre que la hacía mal, quería mantenerlo a kilómetros de distancia. Me generó odio cuando lo tuve frente a frente, le tuve celos cuando me enteré que Emma se iba a casar con él, quise llenarle la cara de dedos con sólo imaginarme sus cuerpos entrando en contacto. Podía llegar a desearle cualquier cosa que lo hiciera abrir los ojos y cambiar de rumbo...pero la muerte no se la deseaba nadie; y menos a él. No era un caso perdido, tenía retorno, podía salvarse. Y luego pensé en esa criatura de un año con tantos sueños que iba a crecer sin un padre, porque Benjamín era la clase de persona que era, pero no dejaba de ser su padre. Cerré los ojos sin querer reflexionar más y dejé escapar esa lágrima que desde que le sostuve la mirada a Emma me estaba pidiendo a gritos salir.


Narra Emma:

La muerte de Benjamín me había desnudado por completo, mi alma sangraba y todo mi ser se encontraba muy sensible. Miles de recuerdos e imágenes me torturaban sin dejarme encontrar La Paz, era una herida abierta que dudaba algún día poder cerrar. Benjamín era una persona oscura y miserable; deseaba que me dejara en paz para estar con Santino. Pero no de esa forma. Jamás se me había cruzado por la cabeza todo esto. Estaba muy angustiada, y en parte era tristeza acumulada. Conviví con él dos años, me hizo sufrir, me hizo odiarlo...pero en el fondo lo quería. Y la última conversación que habíamos tenido se me repetía en la mente como un disco rayado y me destrozaba. Porque justo se tuvo que ir del mundo cuando empezaba a abrir los ojos, a reconocer sus errores, a pedir perdón, a hacerse cargo. Antes de quedar inconsciente me miró con los ojos nublados de lágrimas y su mirada se ablandó por completo, pidiendo ayuda, pidiéndome que lo salve, que lo vuelva a encaminar. Él no quería seguir por ese rumbo, porque además de lastimar al resto se lastimaba a él, y comenzaba a enloquecerse, a vaciarse, terminando en busca de refugio en vasos de whisky o en violencia. Y yo siempre fui el tiro en blanco, en donde él se descargaba, en donde él se sentía alguien, con poder, importante y su autoestima crecía. En el fondo sabía que el a su manera me quería y que era la misma persona que me encontré la primera vez que lo vi. Pero ya no estaba entre nosotros. Y de alguna forma me sentía liberada, aunque me costaba admitirlo. Igualmente nunca iba a poder olvidarme de él y sacarlo de mi vida, porque para bien o para mal, había dejado una huella.
Luego de hacerme varios estudios me dieron el alta. Santino no se separó de mi en ningún momento. No podía amar más a ese hombre, a veces sentía que no lo merecía. Me acompañó al departamento de Benjamín, insistió muchas veces antes para venir él solo a buscar las cosas, pero yo me negué. Necesitaba ir yo para cerrar una etapa de mi vida para siempre. Entramos de la mano y al observar todo me recorrió un escalofrío de pies a cabeza. Por suerte el fuego no había llegado al apartamento. Me solté de Santino y me encaminé lentamente hacia la habitación mientras él buscaba cosas mías en el resto del departamento. Al entrar me temblaron las piernas y apoyé una mano en la pared para no perder el equilibrio. Me tranquilicé y seguí avanzando al ropero para ver si había quedado alguna prenda y llevarme otros objetos que seguían ahí. Lo primero que visualicé fue una caja grande. Me temblaron las manos al agarrarla y la dejé sobre la cama matrimonial. Abrí la tapa dejando a la vista el vestido de novia y las lágrimas empezaron a rodar por  mis mejillas. Una catarata de sentimientos afloraron por todo mi ser y me sentí muy débil, logrando desestabilizarme. Toqué cuidadosamente la tela del vestido, acariciándola y sintiendo su textura, acordándome de la sensación con el roce de mi piel. Apreté mis puños al ver en mi mente como si fuera una película el día del casamiento y todo ese momento horrible que pasé. Quería hundirme en un mar de llanto. Quería tener en frente a Benjamín y golpearlo, insultarlo, sacarme toda la bronca porque esto no lo podía superar. Un llanto de un niño en mi cabeza retumbó, miré el vestido y ya no era yo. Abrí un cajón buscando un encendedor. Y estuve al borde de perder la razón y prender fuego el vestido. Pero algo me frenó, mejor dicho, alguien.

-Emma no, por favor.-exclamó apresurado Santino y me arrancó el encendedor de la mano.-¿Qué pensabas hacer? ¿Te volviste loca?-su respiración estaba agitada como si se hubiese pegado un gran susto.

-Quería prender fuego el vestido para hacer cenizas todos los recuerdos que me torturan y...-fui incapaz de continuar, me quebré en llanto.


Narra Santino:

Me destrozaba verla así. Me sequé bruscamente las lágrimas que se me escaparon porque no quería ponerla peor, y me senté a su lado abrazándola con fuerza, la aferré lo más que pude a mí.

-No vas a verlo más al vestido. Yo me voy a ocupar, pero no hagas locuras.-le dije y me acerqué más a ella para no dejar ni un cm de distancia.

Lloraba desconsolada y cada vez más fuerte, mientras me abrazaba y me clavaba las uñas en la espalda.

-Tranquila, mi amor, tranquila.-le susurré al oído.-Todo va a pasar, te lo prometo.-hundí mis manos en su pelo.-Vas a ser feliz. 


Narra Emma:

No estaba en condiciones de responder nada. Sólo podía llorar y desahogarme. Me hubiera gustado poderle explicar aunque sea un poco de lo que sentía pero era imposible encontrar las palabras. Necesitaba que supiera que nada me reconfortaba más que sus abrazos, que nada me calmaba más que escuchar los latidos de su corazón. Él con su amor me unía todas las partes rotas y me salvaba. 

-Te amo con toda mi alma.-me susurró en el oído cuando logré calmarme un poco.-Te voy a hacer feliz, te lo prometo.

Mi respiración seguía afectada, me iba recuperando de a poco mientras dejaba de llorar y seguía aferrada a él deseando que ese abrazo fuera eterno, que nosotros fuéramos eternos, que nuestro amor fuera eterno. No podía hablar, no me salían las palabras de la boca.
<<Yo también te amo, Santino. Más de lo que creo e imagino. No me sueltes, por favor.>>
Continúe en sus brazos, calmándome con el ritmo de su respiración y quedándome dormida junto a su cuerpo que me aferraba y no me dejaba caer.




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viernes, 18 de julio de 2014

Capítulo sesenta y tres


Narra Emma:

Al principio me quedé dura, inmóvil en el lugar. Pero luego corrí hacia la puerta e intenté a abrirla con todas mis fuerzas. Benjamín se encontraba atrás mío cruzado de brazos mirándome. 

-Es inútil.-acotó.-No vas a poder abrir, Emma.

-Estás completamente loco.-dije dándome vuelta nerviosa.-¿Qué logras con todo esto?

-¿Estar con vos?-preguntó con obviedad y suspiré apoyándome en la puerta.

-No te conozco.-le dije negando con la cabeza y mirándolo.-Vos no eras así.

-El amor me habrá puesto así.-me respondió.

-¿Qué amor?-le pregunté.-No te amas ni a vos mismo, mira lo que sos...

De un momento a otro lo sentí derrumbarse por dentro. Toda su furia y personaje violento se esfumó y quedó al desnudo un ser muy triste. Sus ojos transmitían dolor. Todos sus huesos se relajaron y luego se dejó caer en el sillón. No sé bien que pasaba por su mente pero su rostro se convirtió en un mar de lágrimas y se volvió muy débil. Se me puso la piel de gallina y luego me acerqué lentamente, temiendo que le agarrara un brote de locura.

-¿Qué es lo que te pasa?-le pregunté sentándome a su lado.

No me respondía. Creo que no porque no quería sino porque no podía. No le salían las palabras. Sólo le salía llorar y llorar.

-Yo no soy así.-sollozó.-No quiero ser así, no quiero lastimarte.

Le acaricié el pelo. Fue un reflejo, un impulso.

-Lo sé.-le dije e intenté calmarlo.-Estás fuera de eje, no se por qué. 

-No lo sé.-me dijo.-Supongo que estoy saturado de cosas y problemas.

-Puede ser.-le respondí.-Pero no es la solución ponerse así.

-Igual no te importa. Sólo estás pensando en salir corriendo de acá e irte con ese.-me dijo.

-Te quiero y me importas.-le dije haciendo que me mirara.-Estoy enamorada de él, y sí, no quiero estar más con vos. Pero no quiero verte mal.

Amagó responderme pero se quedó en silencio. Su mirada se perdía en las líneas del piso. Por un momento creí que estaba actuando o que era un intento más de manipulación, pero cuando alzó la vista y sus ojos se encontraron con los míos, vi una completa sinceridad. Su mirada tenía un brillo de dolor, de angustia. Las lágrimas seguían rodando por su mejilla y frenaban en sus labios.

-Perdón.-repitió varias veces sin poder controlar sus lágrimas.-De verdad estoy arrepentido.

Iba a hablar pero apoyó su dedo índice de la mano derecha sobre mis labios para impedir que lo interrumpiera.

-Es verdad que te engañé.-confesó y suspiró.-Todas las supuestas reuniones de trabajo eran mentira. Me iba a ver a mi amante.

Eso era algo que ya sabía y que había sospechado siempre. Capaz al principio no lo quería aceptar pero luego todo empezó a ser demasiado claro y no me podía hacer más la ciega.

-También creía que podía comprarte con cosas materiales, por eso vivía haciéndote regalos.-me dijo.-Tal vez también era para no sentirme tan mierda y calmar un poco la culpa.

No entendía como pasó de estar al borde de un ataque de locura a derrumbarse y confesarme todo. Nunca me había valorado pero nunca se había comportado tan desequilibrado como este último tiempo. Estar con él era raro, nunca lo terminabas de conocer. 

-Manipulé a tu papá para tenerlo de mi lado y que pueda influir en vos a mi favor.-siguió con sus confesiones.-Hice muchas cosas más que no se sí es necesario sacarlas a la luz.

-Algunas las sé muy bien.-le dije.-Creo que me di cuenta de la mayoría pero me hacía la boluda, porque a veces sos más feliz cuando te mentís y haces como que no ves la realidad.

-Te diste cuenta que lo del robo lo organicé yo, ¿no?-se atrevió a preguntarme con vergüenza.

-Sí.-solté.-En realidad te vi pagándole a uno de los supuestos ladrones.

Agachó la mirada sin querer mirarme y otra lágrima rodó por su mejilla.

-Perdón, Emma.-dijo con un hilo de voz.-Perdón. No sé porque actúe de esa manera. Me fui perdiendo por un camino que sabía que no era el indicado pero sin embargo no sé por qué seguía avanzando hasta alejarme. 

Alzó la vista y lo miré a los ojos. Lo notaba realmente arrepentido por todo. Por un lado me partía el alma verlo así, me conmovía; pero por otro no me podía olvidar de todo lo que había hecho ni dicho sobre mí.

-Dijiste cosas horribles de mí.-le dije con la mirada perdida.-Para vos soy una pendeja que la podes manejar como quieras, una inútil, una mujer que la tenes siempre a tus pies mientras la engañas y te crees que no te va a dejar porque la mantenes económicamente.

-No pienso eso.-dijo luego de un silencio.-No pienso eso en verdad. Me metí y me creí el personaje del hombre que tiene todo el poder y puede hacer y conseguir lo que quiere. Pensé que tenía todo en mis manos. Eso me hacía sentir bien, me hacía sentir alguien.

Le iba a responder, lo iba a contradecir. Pero no me dio tiempo a interrumpirlo.

-Pero me di cuenta que no.-continuó.-Que lo único que gano lastimando personas es destruirme a mí, perdiéndome cada vez más en un camino difícil de salir. Genero en otros odio hacia mí, me voy quedando solo.-dijo y suspiró.-Y yo pensé que era suficiente mantenerte, que con plata todo se arreglaba. Evidentemente no.

Sabía que quería hablarme de Santino pero su ego no lo dejaba compararse. Se trababa y no terminaba de armar la idea que quería transmitir.

-Necesitaba que alguien se fijara en mí, que alguien me valorara y se enamorara de lo que soy, sin importarle mis defectos. Alguien que me quitara los miedos y me ayudara a    defenderme y a no depender de nadie. Alguien que me quisiera en serio.-le dije.-Y en Santino encontré todo lo que necesitaba y me hace bien.

Se quedó en silencio por unos minutos. Permanecí a su lado. Me daba intriga lo que pasaba por su mente en esos momentos. Creo que se estaba dando cuenta de muchas cosas. Yo me sentía nuevamente cerca de un extraño, nunca había visto esa faceta de Benjamín. 

-¿Te acordas el día en que nos conocimos?-me preguntó de repente mirándome a los ojos.

Asentí con la cabeza y me agarró de la mano. Suspiró y se volvió a quedar unos segundos en silencio.

-Aunque no lo creas, siempre me hiciste bien.-dijo y arquee las cejas.-Yo te protegía, a mi manera pero lo hacía, y eso me hacia sentir útil. Aparte te miraba a los ojos y me sentía querido. Tu cariño me hacía bien.

-Lástima que nunca hubo un ida y vuelta.-le respondí.-Yo daba y no recibía.

-Nunca te amé.-dijo e hizo una pausa.-Emma, yo nunca estuve enamorado de vos. Pero sí te quiero.

-Una forma extraña de quererme tenes.-le dije.-¿Estás seguro de que no sos un hijo perdido de mi papá?-agregué y apenas rió.

-Son distintas maneras de querer.-me contestó.-Cada uno hace lo que puede.

-No siempre alcanza...-acoté.

Me iba a responder pero ambos nos miramos al sentir un insoportable olor a quemado. De repente comenzó a sonar la alarma de incendio del edificio. No se cuantos minutos pasaron pero empezó a traspasar el humo por la puerta de entrada y nos empezó a costar respirar. Yo me encontraba tratando de abrir la puerta a la fuerza. Quería ahorcar a Benjamín por haber tirado las llaves por la ventana. 

-Benjamín por favor, ayúdame.-le grité desesperada.

Él no paraba de toser y le estaba costando demasiado respirar. Se sacó su remera y se intentó tapar la cara pero luego me vio a mí y se acercó a taparme la cara con su remera.

-¡AYUDA!-empecé a gritar al borde del llanto.-POR FAVOR, QUE ALGUIEN ME AYUDE.-comencé a darle patadas a la puerta.

Benjamín no paraba de toser y cayó al piso. Ya mucho no lo veía por el humo.

-ESTAMOS ENCERRADOS.-seguí gritando.-EN EL QUINTO.

Comencé a toser yo también. Me empezaba a picar la garganta.

-Emma...-susurró Benjamín.

No le preste atención. Yo seguía pateando la puerta con desesperación e intentando abrirla. De repente sentí un tirón en el brazo y caí encima de él.

-Necesito decirte algo.-dijo con dificultad por la incontrolable tos.



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Capítulo sesenta y dos


Narra Emma:

El camarín estaba lleno de chicas en busca del mismo sueño. Intenté controlar los nervios, esa noche tenía que disfrutar. Esperé a que llegara mi turno y luego cerré los ojos; antes de dirigirme al escenario pensé en mi mamá y en lo que me hubiese gustado que estuviera ahí para verme.
La mirada de todas las personas presentes hizo que mi corazón se acelerara. Respiré profundo y visualicé a Benjamín en medio de la multitud. Corrí la vista y lo vi a Santino en un sector, cruzamos miradas, me sonrió y me transmitió fuerza. Volví a clavar mi mirada en Benjamín y agarré el micrófono.

-Buenas noches a todos.-dije e hice una pausa mientras observaba todo el lugar.-Amo cantar y espero que puedan disfrutar lo que preparé.

Me volví a encontrar con la mirada de Benjamín y miles de imágenes se me cruzaron por la mente. Tenía que poder.

-Le dedico esta canción a una persona que quise mucho pero que me di cuenta que él a mi no y que no me merece.-dije mirándolo.-Hoy nuestra relación se termina.

Ahora sí, estaba preparada para comenzar a cantar.

Ya lo ves, ya lo ves
te olvidé, te olvidé

Ya lo ves, ya lo ves
ya lo vez amor esta vez te olvidé
en el closet, en un rincón están tus cosas 

esto se acabó

Narra Santino:

Miraba de vez en cuando a Benjamín para controlarlo. Emma la estaba rompiendo en el escenario, su voz era increíble y se movía muy bien en el espacio. Todas las personas presentes la miraban con mucha atención. De vez en cuando me miraba y yo le sonreía. Pero luego negué con la cabeza para que se concentrara en Benjamín.

Te juro que no te aguanto más 

no te quiero ya ni como amante 

Esta vez no ganarás 

te puedes marchar y no vuelvas jamás

Y si acaso piensas que esta vez voy a perdonar 

ya verás que nunca más me vuelves a engañar 

Ya lárgate…

Narra Emma:
Años soñando este momento. No había palabras para explicar lo que me generaba cantar. Me adueñé del escenario y dejé lo mejor de mí. La cara de Benjamín iba pasando de extrañada a desencajada y luego iba acumulando odio. Creo que nunca se hubiera imaginado semejante humillación.

¿Qué sabes tú de mí? 

No me hagas reír 

Tú creías que eras imprescindible 

pero sin tu amor no voy a morirme, baby


Narra Santino:

Tenía bien controlado a Benjamín, no fuera a ser cosa que se terminara yendo y arruinara todo. En un momento se volteó a mirarme y cruzamos miradas por unos segundos hasta que le corrí la mirada. Vi un poco más a Emma lucirse y luego desaparecí. Había llegado el momento de accionar. Salí rápido del lugar y me tomé un taxi.

¿Qué sabes tú de mí? 

No me hagas reír 

Me verás con otro hombre a mi lado 

ya lo ves traidor voy a sustituirte 

a olvidar tu amor…


Narra Emma:

Seguí cantando hasta terminar la canción de Beyoncé. El lugar estalló de aplausos y yo sonreí agradecida. Estaba tan contenta que dejé de mirar hacia donde estaba Benjamín. Escuché las palabras del hombre que organizaba el concurso y de otras personas, y luego me retiré para darle el lugar a la siguiente participante.
Me cambié de ropa, guardé todo rápido y salí del camarín donde me encontré con Bruno que estaba bastante nervioso. Lo abracé para que se relajara y me felicitó. 

-Dale, ahí que desaparecer de acá.-me dijo volviendo a caer en la realidad.

-¿Benjamín donde está?-pregunté intentando visualizarlo.

-No sé, se ocupa Tania.-me dijo empujándome para que avanzara.-Tenemos que salir ya.

Salimos rápido del lugar y nos subimos al auto. Bruno se puso al volante y nos empezamos a alejar.

-¿Sabes manejar?-le pregunté preocupada.

-Sí, tranquila.-me respondió.-Mejor que tu novio borracho manejo.

Llegamos hasta el lugar pactado con Santino y estacionamos. Ambos estábamos nerviosos pero empezamos a hablar un poco para que se pasara más rápido el tiempo.

-¿Tania te habló de mí estos días?-me preguntó de repente.

-Mmm.-murmuré pensando si debería decirle.-Sigue molesta por tu actitud, y no cree que sólo te haya pasado esa vez.

-¿Pero por qué no confía?-soltó molesto.-¿Acaso me vio más veces en ese estado?

-Ya se le va a pasar.-le dije para animarlo.-Ella está muy enamorada de vos.

-Vos me crees, ¿no?-me preguntó mirándome a los ojos.

-Sí, tranquilo.-le respondí.-Yo te creo.

-Aparte anda a saber que le dije.-me comentó.-Estaba muy mal, decía cada estupidez.

-Como que yo estoy buenísima y me tenes ganas...-le recordé y se empezó a reír.

-Perdón, posta.-me dijo.-Santino casi me asesina con la mirada. Y que no se entere Tania porque no nos arreglamos más.


Narra Santino:

Entré al edificio casi corriendo y llamé al ascensor. Cuando llegué al piso tardé unos segundos en encontrar cual era la llave pero finalmente entré. Cerré la puerta con cuidado y caminé a pasó ligero hacia la habitación. Saqué el bolso del armario y empecé a guardar toda la ropa ahí. Maldije a las mujeres por tener tanta cantidad de prendas. Guardé todo como pude y cerré el cierre del bolso. Salí de la habitación y cuando me encaminé hacia la puerta se me paralizó el corazón al ver a Benjamín parado en el medio del living mirándome fijo. 

-Al fin nos vemos las caras.-me dijo y sonrió con ironía.

Mierda. Mierda. Mierda. ¿Y ahora? ¿No había un plan b? Si lograba salir con vida de acá creo que Tania iba a morir ahorcada.

-Así que vos sos el amante de Emma...-dijo mientras avanzaba hacia mí.-Un gusto conocerte.

-Quédate ahí.-le dije marcando distancia.

-¿Pensaban que iban a poder pasarme?-me preguntó con tono de superioridad.-Cuando vos vas, yo ya fui y vine veinte veces, pendejo.

Su mirada tenía una mezcla de odio y locura. Creo que tendría que ir pensando en mi tumba.

-¿A dónde crees que vas con eso?-me preguntó al ver el bolso.-Soltalo.

-No.-le dije firme.-Emma no va a vivir más acá. No quiere y no la podes obligar.

-¡SOLTALO CARAJO!-pegó un grito y lo solté suspirando con fastidio.

-¿De qué mierda te sirve tener a Emma acá?-escupí con odio.-Ni vos la amas ni ella a vos. Déjala. 

-Problema mío que hago con mi novia y futura mujer.-me respondió.-No la conoces y no te conviene confiar en ella. Es muy manipuladora. Te va a hacer creer que te ama porque no tiene donde caerse muerta. Pero sos descartable para ella. En cuanto se enamore en serio, te dice chau.

-Cállate imbécil.-le dije.-Conozco muy bien a Emma, y más que vos.

-¿En serio estás enamorado de Emma?-me preguntó y se rió.-Es una pobre infeliz, no tiene nada bueno. Por eso la quiero a mi lado, la manejo como quiero.

-La amo a Emma como seguramente vos nunca en tu puta vida vas a amar y te van a amar.-le dije.-Es hermosa por dentro y por fuera. Es una gran persona. Es dulce, buena, compañera, divertida. Me enamoré de ella completamente.

-Que conmovedoras tus palabras.-me dijo y me aplaudió.-Podes ir olvidándote de ella porque va a seguir conmigo.

-No pienso dejar que le pongas un dedo más encima ni que la hagas sufrir.-le dije.

Me sonó el celular y cuando lo agarré era Emma. No llegué a atender porque me lo arrancó de la mano y lo tiró adentro de un florero lleno de agua. Apreté los puños y me controlé de no intentar desfigurarle la cara, era obvio quien iba a salir perdiendo si nos íbamos a la violencia.


Narra Emma:

No podía dejar de mirar la hora. El tiempo pasaba y Santino no aparecía. Me estaba empezando a preocupar. 

-Llama a Tania que yo llamo a Santino.-le dije a Bruno.

-En cuanto Tania ve mi número en la pantalla, me corta.-me respondió.

Suspiré y le saqué su celular de la mano y le di el mío.

-Llama del mío que yo llamo del tuyo.-dije al mismo tiempo que marcaba el número.

Estaba demasiado nerviosa. El plan no estaba saliendo tal cual lo habíamos pensado y cualquier pequeño error podía arruinarlo todo, y el final no iba a ser nada bueno si eso ocurría. 

-Está apagado.-dijimos al mismo tiempo con Bruno.

Esto ya no me estaba gustando. Me puse a pensar y me seguía resultando raro no haber visto a Benjamín a la salida. Tenía un mal presentimiento.

-Llévame al departamento de Benjamín.-le ordené firme a Bruno.

-No, Emma. Puede ser peligroso.-me respondió sin intenciones de poner en marcha el auto.

-Bruno, por favor.-le supliqué.-Le puede estar pasando algo a tu amigo.

-Pero le prometí cuidarte, no puedo llevarte ahí.-me explicó.-No puedo alterar el plan.

-El plan ya se fue al carajo, Bruno.-le dije un poco nerviosa.-Llévame, dale.-insistí.

No estaba muy de acuerdo pero me hizo caso. Estacionó en la puerta del edificio y me desabroché el cinturón de seguridad para luego bajar.

-No vas a ir sola, te acompaño.-me dijo convencido.

-Te mil agradezco, Bruno. Pero tengo que ir sola.-le dije mirándolo.-Si ves que tardo, hace algo.

-¿Qué hago?-preguntó preocupado.

-No sé.-le respondí ya sin ganas de mantener la conversación.-Algo se te va a ocurrir.-agregué bajando y alejándome del auto.

Al llegar a la puerta recordé que no tenía llaves porque se las había dado a Santino. El de seguridad al reconocerme se acercó a abrirme la puerta de entrada. Le mentí diciéndole que perdí las llaves y que necesitaba ingresar con urgencia a mi departamento. La suerte jugó a mi favor, el señor tenía una copia. Le sonreí agradecida y me encaminé al ascensor.


Narra Santino:
El clima comenzaba a ponerse tenso. Benjamín era más alto que yo y con más furia en su sangre. Además yo no era partidario de la violencia, claro estaba. Todos los problemas se pueden resolver con el diálogo. 
El ruido de una llave queriendo abrir la puerta nos sobresaltó a ambos y él me agarró por el cuello y me apretó el brazo con presión. La puerta se abrió y abrí los ojos como platos al ver a Emma. Evidentemente nada del plan iba a salir bien.

-Ah bueno.-expresó Benjamín al verla.-Pongo los fideos que estamos todos.

-¡Emma ándate!-le grité.-Salí Emma, ándate.

Permaneció quieta en el lugar sin intenciones de irse.

-ANDATE.-grité y le clavé la mirada.-Mi amor, por favor, anda con Bruno.-agregué y le patee el bolso.

Ignoró al bolso que se frenó en sus pies y negó con la cabeza.

-Benjamín no es necesario todo esto.-le dijo ella en tono pacífico pero su mirada estaba alarmada.-Déjalo ir.

-Me fascina esta escena. Es muy emotivo ver como los enamorados se defienden.-dijo él sin soltarme.-¿De verdad Emma me estabas engañando con esta clase de hombre? Pensé que te gustaban los más grandes, más maduros. No un pendejo de tu edad.

-En teoría no te estaba engañando porque nosotros ya no estábamos más, o sí, pero bajo tus amenazas.-le respondió ella.-Y vos me empezaste a engañar primero.

-No creo que sea muy lindo para tu amante escuchar que estás con él solo para vengarte de mí.-le respondió él.-Él creía que estabas enamorada. Muy cruel de tu parte decirle la verdad en su cara.

-No me psicópatees.- protestó luego de un suspiro.-Yo a él lo amo y encontré en él lo que siempre busqué y no encontré en ningún hombre. Me enamoró su personalidad, además de su belleza.

-¿Y él sabe que ayer me seduciste y me hiciste el amor salvaje?-le preguntó.

-Ya basta.-intervine sin querer escuchar.-Déjanos ir y listo.

-Nadie te pidió que hables.-me dijo y me pegó un rodillazo en el estómago.


Narra Emma:
Su grito de dolor me causó impresión.  Claramente todo esto se había ido de las manos. Benjamín era muy inteligente y no se cómo, pero siempre se daba cuenta de todo. Siempre estaba un escalón más avanzado que el resto.

-Por favor, no tiene nada que ver él, déjalo ir.-le supliqué.

Lo miraba a él y me miraba a mí como  si estuviera analizando la situación.

-Es algo que tenemos que resolver nosotros.-insistí.

-Emma no te voy a dejar sola con él.-acotó Santino.-De acá nos vamos juntos.

-No te pedí opinión.-le dijo Benjamín pegándole en la espalda y dejándolo arrodillado.

Aún lo tenía agarrado del brazo. Ya no soportaba la situación.

-Basta Benjamín, por favor, en serio.-le supliqué.-Me quedo acá pero déjalo ir a él.

Santino levantó la cabeza y me miró con decepción. Estaba echando todo para atrás, es verdad. Pero no podía permitir que el siguiera sufriendo y que Benjamín lo torturara por mi culpa. Era un problema mío y no quería involucrarlo más. Lo amaba y me importaba en serio. No podía soportar más ver como lo lastimaba. Me miró fijo y me negaba con la cabeza.

-Santino se va a ir y te prometo que no lo voy a ver más.-dije intentándolo convencer.-Y nosotros podemos hablar como dos personas civilizadas sin tener que llegar a estos extremos.

-¿Y cómo me aseguro que no lo vas a ver más?-se interesó.

-De la manera que vos quieras.-solté ya sin pensar en lo que decía.-Déjalo ir, por favor.

Lo meditó por varios segundos y luego lo soltó del brazo para agarrarlo brutamente del pelo y obligarlo a pararse. Se quejó del dolor y me miró mientras Benjamín lo hacía caminar hacia la puerta. Leyó mis labios decir sin sonido un "Perdón. Te amo" y agachó la cabeza. Benjamín abrió la puerta del apartamento llamando a seguridad y se lo llevaron.

-Fui muy claro cuando te dije que no me engañaras porque no te iba a gustar verme enojado.-me comentó Benjamín.

Observé el celular de Santino flotando en el florero y me acerqué a sacarlo para apoyarlo en la mesada. Cuando me di vuelta para mirar a Benjamín lo vi cerrando la puerta del apartamento con llave. Y cuando creí que su locura no podía llegar más lejos lo vi asomarse por la ventana y tirar los dos juegos de llaves y la copia con la que yo había ingresado. Empecé a temblar...ahora sí que nadie me salvaba.





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