Narra Santino:
Me invadía la
culpa. No podía dejar de pensar ni un segundo en que hubiera pasado si yo no me
hubiera resignado, si en vez de irme a mi departamento con Bruno y
dejarla sola hubiese hecho todo lo posible para sacarla de ahí...Seguramente
todo hubiera sido distinto. ¿Y de que valía todo esto ahora?
Me comporté como
un adolescente ofendido porque Emma había elegido quedarse con él, aunque sabía
que no era porque ella quería sino porque creía que no le quedaba otra. Salí
decepcionado del departamento acompañado por el de seguridad quien me advirtió
no volverme a acercar. Ignoré a Bruno que seguramente todavía seguía pensando
cómo actuar o qué hacer ante la situación, lo corrí del volante haciéndolo
pasar al lugar de acompañante y sin dirigirle la palabra fuimos a mi
departamento. Todo lo que pasó después me cuesta recordarlo. Sonó el teléfono
de línea y al escuchar la voz de Tania supe que no iba a recibir buenas
noticias. Su voz se escuchaba alarmada y precipitada. No pude prestarle
atención a casi nada de lo que me dijo, lo único que registré fue que Emma se
encontraba en el hospital y eso fue lo que me impulsó a salir corriendo.
Las agujas del
reloj avanzaban mientras yo caminaba de un lado al otro por el pasillo del
hospital y trataba de procesar tanta información. Observé a Tania quien se
hallaba sentada junto a Lourdes y a Josefina. Me sorprendió la presencia de
esta última, pero supuse que en estos casos los problemas mínimos se dejaban de
lado y el cariño y la preocupación eran más fuertes.
Al entrar a la
habitación vi a Emma acostada en una cama, conectada con varios cables y con
una máscara de oxígeno. Aún seguía inconsciente. Me acerqué lentamente sin
dejar de mirarla y acaricié una de sus manos para luego entrelazar nuestros
dedos. Quería que despertara, quería volver a encontrarme con sus ojos color
café. Necesitaba ver su sonrisa, esa que cada vez que aparecía me llenaba el
alma.
Las horas pasaban
y todo seguía igual. Me encontraba sentado en la sala de espera con la cabeza
apoyada en el hombro de Tania. Ambos estábamos cansados pero nos negábamos a
irnos, queríamos estar ahí, firmes como soldados, a la espera de una señal. No
tardó mucho en aparecer Bruno con comida, pero no pude probar ni bocado, con
toda esa situación tenía el estómago cerrado. Lo dejé sentarse al lado de su
ex, no para que insistiera en volver ni para aclarar cosas, sino simplemente
para que en silencio le diera contención, creo que con su compañía alcanzaba.
Comencé a buscar con la mirada a algún médico que nos pudiera adelantar algo
cuando me chocó un señor de aproximadamente unos cincuenta años de edad. Se
disculpó en seguida pero al ver a Tania detrás mío se me quedó mirando.
-Necesito ver a
mi hija.-me soltó con una mezcla de nerviosismo y preocupación.-Soy el papá de
Emma.
-Disculpe, no
sabía.-le respondí.-Terminó el horario de visitas pero cuando se acerque algún
médico le preguntamos si puede pasar. ¿Le parece?
Me miró con algo
de desconfianza.
-¿Qué es de Emma
usted?-me preguntó con la mirada fija.
-Soy el...-hice
una pausa y suspiré.-...un amigo de ella. Mi mejor amigo es el novio de
Tania.-y ya ni sabía por qué le estaba dando tantas explicaciones a mi supuesto
suegro.
-Ah.-fue lo único
que expresó antes de irse a sentar.
No había nada más
deprimente que pasar la noche en un hospital. El aroma, el llanto de personas
desconsoladas, rostros preocupados, médicos yendo y viniendo y luego un
silencio que pesaba.
Tania se
encontraba dormida encima mío cuando se acercó una médica y la desperté al
pararme bruscamente. Apoyé una mano en su hombro como modo de disculpas y luego
me dirigí a la médica.
-La paciente se
encuentra fuera de peligro.-nos informó haciendo que nuestros corazones
volvieran a latir.
Narra Emma:
Los párpados me
pesaban. Abrí los ojos con dificultad y me encontré con dos rostros familiares.
Tania y Santino se encontraban a mi lado, uno de cada lado. Observé toda la
habitación sin entender mucho lo que pasaba y luego posé mi mirada en mi
cuerpo, el cual estaba enredado con cables.
-¿Cómo llegué
acá?-pregunté con voz ronca al sacarme con cuidado la máscara de oxígeno.
Los ojos verdes
de Santino tenían un brillo de angustia. Me acarició suavemente la mano con su
dedo pulgar.
-Te rescataron rápido
los bomberos luego de que te desmayaras, y te trajeron para acá.-me respondió.
-Me asusté mucho,
amiga.-expresó Tania acercando una silla para sentarse.-Estuve muy preocupada.
-Estuvimos...todos.-acotó
Santino.-Me alegra mucho que estés bien.
Quise decir algo
pero comencé a toser.
-No te
esfuerces.- me dijo Santino.-Descansa, ya vas a poder contarnos todo.
Cerré por un
instante los ojos y recordé lo que me había confesado Benjamín antes de
desmayarse. Mi corazón se aceleró al recordarlo. Benjamín tenía un hijo de un
año. Lo había tenido con la mujer con la cual me engañaba. Y el motivo por el
cual no había asistido a nuestro casamiento era porque el hijo ese día volaba
de fiebre y tuvo que ir para estar con él. Me quedé en shock, con los ojos bien
abiertos.
-¿Qué pasa?-me
preguntó preocupada Tania.-¿Estás bien? ¿Te duele algo?
Miré a Santino
que me miraba expectante y ya había capturado una de mis manos para aferrarla a
él con delicadeza.
-Benjamín tiene
un hijo.-y lo dije así, sin rodeos, en tono seco, haciendo explotar la bomba.
Ambos me miraron
con sorpresa, extrañados y sin poderlo comprender. Ni siquiera les salían las
palabras para hacerme preguntas al respecto.
-Me lo confesó
antes del desmayo, antes que perdiera la noción.-les dije con un poco de tos.-Y
me pidió perdón, tanto por haberme engañado y ocultado todo eso como por
haberme dejado plantada en el altar.
-Emma, ¿estás
segura de lo que estás diciendo?-me preguntó Tania en tono pacífico pero con
cierto temblor.
-Puede ser que
hayas alucinado o lo hayas soñado en estás horas que estuviste
inconsciente.-dijo Santino.
Revolee los ojos
porque no podía comprender como no me creían, como estaban poniendo en duda mi
palabra.
-Les estoy
diciendo la verdad.-me limité a decir sin querer forzar mucho la voz.
Un profundo
silencio reinó en la sala. Sentí una fuerte presión en la mano antes de que
Santino la soltara.
Intenté
levantarme de la cama y desprenderme de los cables, pero Santino se apuró a
impedirlo.
-Mi amor, ¿qué
haces?-me dijo haciendo que me acostara otra vez.-No podes moverte, tenes que
hacer reposo.
-Necesito ver a
Benjamín.-insistí.-Quiero saber como está.
Ambos cruzaron
miradas y agacharon la cabeza. Me invadió una horrible sensación en el pecho.
-¿Qué
pasa?-pregunté sintiendo que algo no estaba bien.-¿Cómo está él?-insistí ante
el silencio.
El clima se
volvió muy tenso...
-Benjamín llegó
al hospital muy mal, tenía la respiración muy afectada.-dijo Tania con la
mirada puesta en el piso.-Y su cuerpo no pudo resistir.-continuó luego de un
suspiro que me puso los pelos de punta.-Falleció.-soltó finalmente con los ojos
vidriosos.-Lo siento.
Se me aflojó todo
el cuerpo. No era capaz de asimilar semejante información. A Santino le costó
mantenerme la mirada, pero lo hizo mientras se acercaba más a mí y me
acariciaba el cabello.
Atinó a decirme
algo pero permaneció en silencio. Por unos minutos nadie dijo nada. Era una
noticia fuerte.
Narra Santino:
Al rato Tania
abandonó la habitación para dejarnos solos. Emma tardó en salir del estado de
shock y cuando asimiló la noticia las lágrimas fueron incontrolables. Fue un
llanto en silencio, raro, con angustia pero raro. Me senté a un costado de la
cama y la acurruqué en mi pecho. La acompañé en silencio mientras no dejaba de
abrazarla y transmitirle que no estaba sola.
Quería alejar a
Emma de ese hombre que la hacía mal, quería mantenerlo a kilómetros de
distancia. Me generó odio cuando lo tuve frente a frente, le tuve celos cuando
me enteré que Emma se iba a casar con él, quise llenarle la cara de dedos con
sólo imaginarme sus cuerpos entrando en contacto. Podía llegar a desearle
cualquier cosa que lo hiciera abrir los ojos y cambiar de rumbo...pero la
muerte no se la deseaba nadie; y menos a él. No era un caso perdido, tenía retorno,
podía salvarse. Y luego pensé en esa criatura de un año con tantos sueños que
iba a crecer sin un padre, porque Benjamín era la clase de persona que era,
pero no dejaba de ser su padre. Cerré los ojos sin querer reflexionar más y
dejé escapar esa lágrima que desde que le sostuve la mirada a Emma me estaba
pidiendo a gritos salir.
Narra Emma:
La muerte de
Benjamín me había desnudado por completo, mi alma sangraba y todo mi ser se
encontraba muy sensible. Miles de recuerdos e imágenes me torturaban sin
dejarme encontrar La Paz, era una herida abierta que dudaba algún día poder
cerrar. Benjamín era una persona oscura y miserable; deseaba que me dejara en
paz para estar con Santino. Pero no de esa forma. Jamás se me había cruzado por
la cabeza todo esto. Estaba muy angustiada, y en parte era tristeza acumulada.
Conviví con él dos años, me hizo sufrir, me hizo odiarlo...pero en el fondo lo
quería. Y la última conversación que habíamos tenido se me repetía en la mente
como un disco rayado y me destrozaba. Porque justo se tuvo que ir del mundo
cuando empezaba a abrir los ojos, a reconocer sus errores, a pedir perdón, a
hacerse cargo. Antes de quedar inconsciente me miró con los ojos nublados de
lágrimas y su mirada se ablandó por completo, pidiendo ayuda, pidiéndome que lo
salve, que lo vuelva a encaminar. Él no quería seguir por ese rumbo, porque
además de lastimar al resto se lastimaba a él, y comenzaba a enloquecerse, a
vaciarse, terminando en busca de refugio en vasos de whisky o en violencia. Y
yo siempre fui el tiro en blanco, en donde él se descargaba, en donde él se
sentía alguien, con poder, importante y su autoestima crecía. En el fondo sabía
que el a su manera me quería y que era la misma persona que me encontré la
primera vez que lo vi. Pero ya no estaba entre nosotros. Y de alguna forma me
sentía liberada, aunque me costaba admitirlo. Igualmente nunca iba a poder
olvidarme de él y sacarlo de mi vida, porque para bien o para mal, había dejado
una huella.
Luego de hacerme
varios estudios me dieron el alta. Santino no se separó de mi en ningún
momento. No podía amar más a ese hombre, a veces sentía que no lo merecía. Me
acompañó al departamento de Benjamín, insistió muchas veces antes para venir él
solo a buscar las cosas, pero yo me negué. Necesitaba ir yo para cerrar una
etapa de mi vida para siempre. Entramos de la mano y al observar todo me
recorrió un escalofrío de pies a cabeza. Por suerte el fuego no había llegado
al apartamento. Me solté de Santino y me encaminé lentamente hacia la
habitación mientras él buscaba cosas mías en el resto del departamento. Al
entrar me temblaron las piernas y apoyé una mano en la pared para no perder el
equilibrio. Me tranquilicé y seguí avanzando al ropero para ver si había
quedado alguna prenda y llevarme otros objetos que seguían ahí. Lo primero que
visualicé fue una caja grande. Me temblaron las manos al agarrarla y la dejé
sobre la cama matrimonial. Abrí la tapa dejando a la vista el vestido de novia
y las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. Una catarata de
sentimientos afloraron por todo mi ser y me sentí muy débil, logrando
desestabilizarme. Toqué cuidadosamente la tela del vestido, acariciándola y
sintiendo su textura, acordándome de la sensación con el roce de mi piel.
Apreté mis puños al ver en mi mente como si fuera una película el día del
casamiento y todo ese momento horrible que pasé. Quería hundirme en un mar de
llanto. Quería tener en frente a Benjamín y golpearlo, insultarlo, sacarme toda
la bronca porque esto no lo podía superar. Un llanto de un niño en mi cabeza
retumbó, miré el vestido y ya no era yo. Abrí un cajón buscando un encendedor.
Y estuve al borde de perder la razón y prender fuego el vestido. Pero algo me
frenó, mejor dicho, alguien.
-Emma no, por
favor.-exclamó apresurado Santino y me arrancó el encendedor de la mano.-¿Qué
pensabas hacer? ¿Te volviste loca?-su respiración estaba agitada como si se
hubiese pegado un gran susto.
-Quería prender
fuego el vestido para hacer cenizas todos los recuerdos que me torturan
y...-fui incapaz de continuar, me quebré en llanto.
Narra Santino:
Me destrozaba
verla así. Me sequé bruscamente las lágrimas que se me escaparon porque no
quería ponerla peor, y me senté a su lado abrazándola con fuerza, la aferré lo
más que pude a mí.
-No vas a verlo
más al vestido. Yo me voy a ocupar, pero no hagas locuras.-le dije y me acerqué
más a ella para no dejar ni un cm de distancia.
Lloraba
desconsolada y cada vez más fuerte, mientras me abrazaba y me clavaba las uñas
en la espalda.
-Tranquila, mi
amor, tranquila.-le susurré al oído.-Todo va a pasar, te lo prometo.-hundí mis
manos en su pelo.-Vas a ser feliz.
Narra Emma:
No estaba en
condiciones de responder nada. Sólo podía llorar y desahogarme. Me hubiera
gustado poderle explicar aunque sea un poco de lo que sentía pero era imposible
encontrar las palabras. Necesitaba que supiera que nada me reconfortaba más que
sus abrazos, que nada me calmaba más que escuchar los latidos de su corazón. Él
con su amor me unía todas las partes rotas y me salvaba.
-Te amo con toda
mi alma.-me susurró en el oído cuando logré calmarme un poco.-Te voy a hacer
feliz, te lo prometo.
Mi respiración
seguía afectada, me iba recuperando de a poco mientras dejaba de llorar y
seguía aferrada a él deseando que ese abrazo fuera eterno, que nosotros
fuéramos eternos, que nuestro amor fuera eterno. No podía hablar, no me salían
las palabras de la boca.
<<Yo
también te amo, Santino. Más de lo que creo e imagino. No me sueltes, por
favor.>>
Continúe en sus
brazos, calmándome con el ritmo de su respiración y quedándome dormida junto a
su cuerpo que me aferraba y no me dejaba caer.
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