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sábado, 20 de junio de 2015

Con ganas de más

El sexo es simplemente ser cavernícolas, animales. Es la pura atracción física, el deseo, las ganas de reproducir o simplemente saciar la sed corporal; es enfriar el cuerpo hirviendo que está ardiendo en llamas. Pasa todo rápido. Y así como pasa se hace ceniza y se evapora en el tiempo sin dejar ni un rastro. Pero cuando hay amor, cuando hay amor todo cambia. El hacer el amor es consecuencia de esos sentimientos ilimitados aflorando por todo tu ser y que ya no encuentran forma de demostrarse; ya nada es suficiente, necesitás cada vez más hasta llegar a unir los cuerpos entre mil besos y caricias, hasta llegar a convertirse en un solo cuerpo. Es amar hasta el infinito. Es sentirse vivos. Amados. Felices. Amar a alguien es ir lento, tan lento que pones a prueba tu capacidad de sentir. Querés llegar hasta límites insospechados, pero no querés que termine, querés que dure, que sea eterno.

A primera vista tuve esas ganas abrazarlo, de aferrarme a él y que no me dejara escapar. Fue todo cuestión de miradas. Me cautivó. Tuve la necesidad de hacer contacto corporal pero no quería apresurarme, prefería que todo se diera a su tiempo. Poco a poco nos fuimos conociendo y lo aprendí a querer; tanto que me empecé a enamorar, enamorar como nunca antes me había pasado. Era verlo reír y que los hoyuelos que se le formaban me provocaran una sonrisa, que el sonido de su risa me acelerara los latidos del corazón.

Un día me invadió el impulso y besé su mejilla; y amé hacerlo, era otra forma de demostrarle que lo quería. Él comprendió que quería ir despacio y creo que por eso no atinó a buscar mi boca. Cada vez que al verlo me surgía una montaña rusa en mi estómago, me acercaba y le daba pequeños besos en ese rosado y suave rostro. Él tan sólo lo aceptaba. Y de vez en cuando sus manos se ubicaban en mi espalda, así sin más, quietecitas, cómodas, firmes. En el instante parecía bastar, parecía suficiente; pero luego ambos nos quedábamos con ganas de más.

Era una tarde cálida junto a su compañía. Me encontraba dándole besos cortos en sus mejillas cuando su aliento me quemó, provocándome una revolución interior. Frené y me encontré con su mirada, esa mirada transparente que reflejaba amor; me quedé inmóvil, perdida en esos ojos tan intensos. Y fue él quien colocó lentamente sus manos debajo de mi largo cabello, agarrando mi cuello con delicadeza y cortó con la distancia, uniendo nuestros labios. Me dejé llevar por ese beso lento y dulce que me transportaba hacia otro mundo, en el que no existía más nadie que nosotros dos. No quería separarme de sus labios. Sus besos eran adictivos. Tan adictivos que asustaba.

El deseo de tocarlo aparecía con más intensidad en cada uno de nuestros encuentros, haciendo más difícil mantener el control. Otro día mientras nos besábamos con ternura avanzamos un nivel más. Sus manos se perdieron por debajo de mi remera naufragando cada parte de mi espalda, erizándome la piel. Necesitaba más. Y él también. Pero la lentitud hacía la magia, la pasión; el amor corría a más no poder por nuestras venas. Nos seguíamos besando y solo le permitía acariciarme la espalda mientras yo lo pegaba más a mi cuerpo entre besos cortos y largos, y de vez en cuando le mordía el labio inferior. Una sonrisa en el medio de tanto amor, una mirada de complicidad era todo lo que me hacía feliz.

Nuestros dedos entrelazados se soltaron y nuestras manos buscaban acariciarse, mientras que mi mirada se encontraba con la suya y se hablaban en ese idioma tan particular que sólo nuestros corazones comprendían. Su dedo índice subió lentamente por mi brazo pero yo salí corriendo divertida, provocando que él me siguiera, y que al alcanzarme, cayéramos sobre las hojas otoñales. Me reía a carcajadas y él aprovechaba a hacerme cosquillas porque amaba el sonido de mi risa, y yo lo amaba a él. Un dolor de panza me hizo frenar y sus ojos iban de mi boca a mis ojos. Pronuncié en silencio un “te amo” y sus labios capturaron en un instante los míos. Necesitaba más. Dejé que mis dedos se perdieran en su nuca; él comenzó a dejarme besos húmedos en el cuello y yo aferré su pelo con fuerza, deseando un poco más. Me dio nada más que suaves besos, y lo hacía con ternura.

Una noche fría nos encontró hablando de la vida mientras reíamos y comíamos algo. Hicimos sobremesa con champagne, y el clima nos llevó a bailar un vals. Nuestros labios no tardaron mucho en unirse. Al separarnos sentí sus ojos sobre mi vestido apretado, mirándome con deseo. Deslizó muy lentamente las yemas de sus dedos por mis brazos, y cerré los ojos. Llegó a mis manos y capturó una de ellas llevándosela a su pecho para que pudiera sentir los latidos de su corazón; galopaba al mismo ritmo que el mío. Volvió a ocuparse de mis labios, los besaba despacio y con dulzura. Yo llevé mis manos a su espalda y lo apreté más a mi cuerpo. Me susurró en el oído que me amaba con locura; sonreí mientras sus manos se deslizaban hasta llegar a mis muslos y se perdían suavemente por debajo del vestido, buscando deshacerse de él. Le desabroché la camisa y pude entrar en contacto con su piel caliente.

Nuestros besos fueron siendo más apasionados y nuestros cuerpos comenzaban a elevar temperatura. Pero no dejábamos de hacer todo despacio y suavemente. En un sinfín de besos y caricias me acostó sobre la cama. Nos fuimos desprendiendo de todo el resto de la ropa que iba sobrando. Sentía sus labios tibios por cada rincón de mi piel; sin embargo intuía que no iba a calmar mi sed totalmente, sabía que estábamos jugando con fuego pero aún no era tiempo de quemarnos por completo. Sus ojos en llamas entraron en contacto con los míos y acaricié sus mejillas al mismo tiempo que se acercaba para besar mi boca con pasión. Deslicé mis manos sobre su espalda y le clavé las uñas pidiéndole más. Antes de que pudiéramos sobrepasar todos los límites, se alejó de mi cuerpo y se vistió. No me cabía más amor en el cuerpo. Y quería, quería tocarlo más.




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martes, 13 de enero de 2015

CORTO: "ALMAS GEMELAS"


PARTE 1

 

(Narrado por Azul)

 

Por momentos me siento asfixiada, tantas personas a mi alrededor me terminan ahogando. Muchos creen que soy perfecta, ponen muchas expectativas en mí y me ponen presión. Me idealizan, me idolatran. Y me encuentro en ese incómodo lugar de intentar no desilusionarlos, de cumplir con eso que esperan encontrar en mí. Termino siendo presa de una gran mentira. Y nadie entiende que no sirve de nada estar en mi lugar, que no tiene nada de extraordinario. Que a pesar de tenerlo todo, yo me siento vacía. Y siento que no puedo confiar en nadie, porque miro a los ojos a cada persona que me rodea y no percibo transparencia, veo todo oscuro, veo falsedad. Para las mujeres soy esa que envidian, se acercan a mí para derrumbarme. Los hombres se acercan a mí por mi envase, por mi físico. Todo el mundo fija su mirada en mi exterior. ¿Y quién mira mi interior? ¿Quién se fija en mi personalidad? ¿A quién le importa lo que yo siento, lo que me pasa, lo que pienso? ¿Quién se interesa por mis miedos, mis tristezas? ¿Quién se acerca a escuchar mis anécdotas? ¿A quién le gustaría de verdad ayudarme a cumplir mis sueños? Necesito que alguien pueda ver más allá de todo lo externo. Que no se fije en lo que tengo o lo que no tengo, en si soy linda o fea. Alguien que se ría conmigo, que me saque sonrisas. Una persona con la que pueda compartir momentos. Y la única persona que me hace sentir así de alguna forma es Franco, lástima que esté tan lejos. Sino, sería el mejor amigo perfecto.

 

 

(Narrado por Franco)

 

Camino por las calles y a mí alrededor todo es un sueño. Esta ciudad es muy linda, este país es hermoso. Pero no quiero estar acá. Odio estar acá. Sin embargo, hace tres años tengo que poner la mejor cara de póker y fingir que vivir en Canadá me encanta. 'Si, papá. Fue la mejor decisión de tu vida irte del país y llevar a tus hijos a otro porque te ofrecieron un mejor trabajo'. 'Si, mamá. Estoy muy agradecido en que hayan pensado en un buen futuro para mí y mis hermanos'. No. No. Y no. A nadie le importó cual era mi opinión en ese momento. Nadie me preguntó si yo me quería ir de mi país y dejar mi vida, eso incluía el colegio, mis amigos, el club, todo. ¿Qué podía valer lo que quería un pendejo adolescente que en lo único que pensaba era en salir y divertirse con los amigos, no? Claro, porque para todos era ese vago que se la pasaba jugando a la play station o perdiendo el tiempo frente a una computadora. Que se emborrachaba con los amigos y se creía lo más por salir todas las noches con ellos y meterse en problemas. Total es más fácil juzgar al otro, ponerle una etiqueta y hacerlo culpable de sus actos. ¿Por qué no me preguntaron por qué mierda actuaba así? ¿Por qué no se pusieron a pensar que tal vez era así por culpa de ellos? Me sacaron de mi mundo y me trajeron a un paraíso pero en el cual me sentía extraño, desconocido, sólo. Nunca voy a entender esa manía de los padres de hacer cosas para el futuro de sus hijos. ¿Qué carajo importa el después en este momento? Hay que pensar en el presente. El futuro no existe, y cuando exista se verá. ¿Para qué arruinarse la vida del hoy pensando en el mañana cuando capaz no despertás más? Odio estar acá, vuelvo a repetirlo. Me iría. Sí, ahora que tengo 20 años me puedo volver tranquilamente. El problema es que no tengo plata. Mis padres tienen pero como no quieren que me vaya, no me la van a dar. Por lo tanto me dejé caer en el sistema y conseguí un trabajo. Me banco a mi jefe y todas las horas en las que me gustaría cortarme las venas con una cuchara, sólo para juntar plata e irme de acá de una vez. También se quejan de que no me tomo nada en serio y vivo haciendo bromas y riéndome. ¿Pretenden que sea un maldito emo? Hago chistes y me tomo todo con humor para poder subsistir a esta vida, sino estoy perdido. Todos me ven como gracioso, como el irresponsable, como la mala influencia. ¿Y qué me importa? Prefiero reírme de la vida antes de que sea la vida la que se ría de mí. Necesito encontrar a alguien que pueda ver más allá, que me mire sin juzgarme, que me dé una oportunidad. Que se ría de mis estúpidos chistes y que me haga sentir que valgo la pena, que sirvo para algo. Y es lo que me pasa con Azul. Lástima la distancia, sino sería la mejor amiga perfecta, o novia ¿por qué no?

 

PARTE 2

Creo que todos (o casi todos) alguna vez se preguntaron algo con respecto a su alma gemela. Al menos tuvieron un debate interno sobre si ésta existía o si algún día la encontrarían. O tal vez haya alguna persona que se preocupó pensando que su alma gemela pudiera estar dentro de alguna de esas personas que leemos en el diario o vemos en el noticiero que sufren algún tipo de accidente y mueren; y se quedan con esa angustia de no haberla conocido. O quizás están los que no creen para nada o los que se obligan a no creer, sólo para no sufrir. El problema es que hay millones y millones de personas en el mundo, y tal vez tu alma gemela esté a miles de kilómetros. 

 

Azul, era una persona que sí creía en la existencia de su alma gemela, de su media naranja, pero aún no la había encontrado. Esta adolescente castaña de ojos verdes vivía en Argentina, en Buenos Aires. Tenía una familia hermosa, o eso aparentaba tener. Su armario estaba lleno de ropa y zapatos de última moda y las mujeres la envidiaban por eso. Tenía muchos amigos y pretendientes, pero se sentía sola. Fingía ser feliz pero atrás de ese personaje que se creaba, se escondía mucha tristeza. Padecía ese sentimiento de <estar rodeada de gente y sentirse sola>. A nadie le había revelado que lloraba por las noches y se sentía un tanto imperfecta. Hasta qué un día conoció a una persona por internet a la que varias veces pensó dejarle de hablar por el hecho de ser un completo desconocido. Pero no lo hizo. Descubrió que le gustaba conversar con esta persona y de un día para el otro se encontró confesándole secretos que a nadie le había revelado, y sentía una confianza tan grande que llegó a sentir que lo conocía de toda la vida. Esa persona era un adolescente de dos años mayor que ella y se llamaba Franco. Él era argentino pero vivía en Canadá debido a que sus padres hace varios años consiguieron un trabajo y, como en ese entonces él era menor de edad, se lo llevaron con ellos. Y después no pensó en volver, o sí, pero no lo decía. En realidad anhelaba volver a su querido Buenos Aires pero no tenía plata para viajar y con el trabajo se le complicaba. No le gustaba hablar sobre eso con nadie, excepto con Azul, su "amiga cibernética preferida" como él la llamaba. Un día se le ocurrió meterse en una red social a hablar con desconocidos, habló con varias personas pero con nadie funcionó. La primera conversación con ella había sido distinta, y había causado un efecto especial. Hace meses que se vienen mandando mails y contándose sus cosas. Es como si el otro fuera su diario íntimo, con la diferencia que recibían respuesta, y había un diálogo, una contención mutua.

 

 

To: azul@

 

Al fin puedo escribirte. Perdón que estuve estos días sin responderte, tuve un problema con la notebook. Pero ya está todo arreglado, por suerte. Me alegra que te haya ido bien en ese examen difícil que me habías contado, te lo merecías, yo sabía que podías. Con respecto a lo de tus amigas falsas, sólo alejate. Insisto en que las malas compañías traen problemas y sólo van a querer hacerte daño. Tenía un montón de cosas para contarte y ahora que estoy frente al teclado se me olvidaron. Una de las cosas que iba a comentarte era que en el trabajo entraron dos personas nuevas y yo me la paso jodiéndolas, porque soy así, necesito empezar las mañanas con humor. El punto es que son muy serias y medio que no me soportan. La mujer es una exagerada, tampoco fue para tanto meterle un sapo en la cartera. Igual lo que más le molestó es que después agarré al sapo y le puse un cigarrillo en la boca. Fui al único al que le pareció divertido. Sí, sé que estás pensando que soy un infantil y que no crezco más. Pero voy a seguir haciendo las cosas que me diviertan y me parezcan graciosas. Mi jefe no se banca que cuando nos tenemos que quedar a hacer horas extras yo me tomé un  fernet, pero no molesto a nadie haciéndolo, ¿o sí? Bueno, no quiero enredarte tanto con lo del trabajo. ¿Vos en qué andas?  ¿Tenés novedades de mi querido Buenos Aires? Antes de que me olvide, escuché los temas de Oasis que me pasaste y me gustaron, aunque no es mi estilo. Tengo abstinencia de tus mails así que escribe pronto. Me voy a descansar. Espero que estés bien y te mando un beso enorme.

Fran, el súper amigo cibernético.

 

 

To: franco@

 

Admito que ya te extrañaba. Primero que nada, me alegro de que hayas podido solucionar lo de la notebook. No me parece mal que quieras empezar la mañana con mucho humor ni que te encargues de desestructurar un poco a esas personas serias. Lo que si no comparto es lo que le hiciste al sapo, ¿qué te hizo el pobre animal? No hagas esas cosas, por favor. Y si pienso que sos un poco inmaduro o infantil, como lo quieras llamar. Pero sos buena persona y me haces reír. Quiero más anécdotas como las que me habías contado la otra vez que lograron que me descostillara de la risa. Realmente necesitaría una dosis de alegría. Me encuentro muy triste y no tengo con quien hablarlo. Vos sabés, lo mismo de siempre. Me alejé de esas amigas pero me viven persiguiendo. Tengo más canciones que pasarte pero te las digo en el próximo mail. Qué andes bien. Beso grande!

Azul, tu amiga cibernética preferida.

 

 

To: azul@

 

¡Buenas! Encontré un huequito en el trabajo y decidí escribirte. No te das una idea lo mal que me hace saber que estás mal y no poder hacer nada. Y me refiero a la distancia. En este momento me gustaría poder darte un gran abrazo y hacerte sentir mejor. Sé que no podemos. Pero ¿te puedo pedir un favor? Intenta no ponerte mal, necesito saber que estás bien. Y si en algún momento te invade la tristeza, pensá en mí que voy a estar pensando en vos. E imagina que te doy un gran abrazo y todo pasa. ¿Prometido? Me alegra saber que con mis pelotudeces y anécdotas te saco una sonrisa o te hago reír. Te contaría todo sobre una fiesta a la que fui el sábado pasado, pero acaba de entrar mi jefe y ya no tengo tiempo. Te mando un fuerte abrazo y energía positiva.

Fran, el súper consejero cibernético.

 

 

To: franco@

 

Hablar con vos (bueno, escribirte) es lo único que me hace bien, me hace olvidarme de este mundo tan hipócrita en el que vivo. Necesito tanto un abrazo tuyo en estos momentos. ¿Traspasas la computadora y me lo das? Te necesito cerca. Maldita distancia que nos separa. 

Estoy ansiosa por leer tus anécdotas de esa fiesta. Escribime pronto. 

¡Te quiero!

Azul, tu amiga cibernética preferida.

 

 

 

To: azul@

 

¡Buen día! Llegué temprano al trabajo así que aprovecho este momento para escribirte. Perdón que tardé en responder, pero estuve con mil cosas. 

Eu, no te me pongas mal. ¡Arriba el ánimo! Si en estos momentos pudiera traspasar la computadora te juro que te lo daría. Te prometo que cuando junte la plata, viajo para allá y nos vemos.

Ah sí, ya me estaba olvidando de las anécdotas. Esa fiesta estuvo increíble, no sabes lo que fue. Hay partes que mucho no me las acuerdo porque me pasé un poquito con el alcohol. ¿Qué le voy a hacer? El fernet es glorioso. Bueno sí, vayamos a lo importante. Fuimos con mis compañeros del trabajo a un boliche re careta, y acá las fiestas son medio raras, no son como en Argentina. Había una pista que era tipo piscina, entonces estábamos todos en malla y todos re descontrolados. En otro sector había un hombre que hacía tatuajes. Y un amigo estaba pasadísimo mal de alcohol y estaba bailando con una gringa que estaba bárbara, y se terminó tatuando su nombre en el pecho. Claramente al día siguiente cuando se despertó y vio el tatuaje se quería matar. Pasaron mil cosas más pero ahora no recuerdo bien. Pero un hombre hizo pis en el agua, un horror. Y no faltó el bromista del año que no se cansa nunca y les bajó el traje de baño a varios hombres para que pasen vergüenza. Y aclaro que no fui yo, por si te lo estás imaginando. Cuando me acuerde más te sigo contando. Qué andes bien.

Yo también te quiero, linda.

Franco, tu humorista cibernético preferido.

 

 

 

To: franco@

 

¿En serio estás con ese buen humor a la mañana? Te admiro.

Espero que puedas venir pronto así paseamos juntos por tu querido Buenos Aires.

¿Un poquitito te pasaste con el alcohol nada más? No te creo nada, seguro estabas re ebrio. Tus anécdotas son lo más, siempre me sacas sonrisas y me haces reír. ¿Por qué tan genio? Cuando estés con tiempo arreglamos una hora para hacer una video llamada, ¿te parece? Te dejo porque tengo que hacer un montón de trabajos prácticos para el colegio. Te mando un beso grande.                                                                                                                   Azul, tu amiga cibernética preferida.

 

PARTE 3

(Narrado por Azul)

Amanecí con una sonrisa en el rostro debido a que era mi cumpleaños. Lo primero que hice al levantarme de la cama fue encender la computadora para revisar mis mails. Me extrañó no haber recibido nada de Franco; hacía ya bastantes días que no me escribía. Estaba un poco molesta porque le había comentado que era mi cumpleaños y no le costaba nada escribirme y desearme un lindo día. Pensarán que soy una histérica y que no puedo reclamarle nada porque recién comenzaba el día. Ya lo sé, tenía mil horas para saludarme todavía, pero dudaba mucho que lo hiciera. Capaz ya me había olvidado y había decidido no escribirme más; al fin y al cabo solo éramos dos desconocidos hablando a distancia. Suspiré. No tenía por qué importarme. Podía vivir tranquilamente sin sus mails. 

A esta altura ya no tenía la misma sonrisa con la que había despertado, y desapareció por completo al salir de mi habitación y ver que ninguno de mi familia se encontraba en casa. Me encaminé a la cocina y me encontré con la mucama quien me regaló una cálida sonrisa y luego desvíe la mirada a la mesa donde había un desayuno especial preparado. Y con especial me refería a que tenía más cosas que lo normal y una porción de torta con una velita. Y además, al costado de la bandeja reposaba una flor y una tarjetita.

 

-Feliz cumpleaños.-me dijo Beatriz, la mucama.-Tus padres salieron temprano, pero te dejaron la flor y me encargaron tu desayuno.

 

-Gracias.-apenas sonreí. 

 

En algún punto sentía que su "feliz cumpleaños" era sólo por lástima. Y sí, yo también sentiría eso por una adolescente que está sola en el día de su cumpleaños.

Me senté y antes de comenzar a desayunar leí la tarjeta "Querida Azul: Hoy cumplís dieciocho años. ¡Qué grande estás! Qué se te cumplan todos tus sueños, hija. Te queremos. Mamá y Papá".

 

-Me dijeron que soples la velita y pidas tres deseos.-me comentó con el encendedor en la mano.

 

-Que ridículo.-acoté molesta.-No voy a soplar la vela sola.-agregué y la miré.-Sin ellos me refiero.-aclaré al ver su expresión.

 

Al terminar de desayunar me dirigí nuevamente a mi habitación y me paré frente a mi enorme armario para decidir qué ponerme. Me probé un par de prendas hasta que me decidí. Luego de vestirme quise salir a caminar un rato. Antes agarré mi celular y, al encenderlo comenzaron a lloverme mensajes y notificaciones de las redes sociales. Al principio todo esto de ser popular me gustaba, me hacía sentir importante pero luego me di cuenta que era todo un caretaje y una mentira. Todas estas personas que me deseaban un día genial y me escribían que la pasara lindo, sólo me querían ver sufrir y se la pasaban hablando mal de mí a mis espaldas. Miré un poco así nomás hasta que me aburrí. Guardé el celular en el bolsillo del short, agarré las llaves y, al salir abrí los ojos como platos. En la puerta se encontraba un auto 0km bordó con un moño grande. Me acerqué y había una tarjeta en una de las ventanillas "Regalo de cumpleaños de mamá y papá. La llave está en el living". Medité la idea de probarlo pero al final opté por caminar. 

A la tarde me hallaba en casa, tranquila. Todo iba maso menos bien hasta que el lugar se llenó de personas y me empecé a sentir asfixiada. No tanto literalmente, pero ya no me hacía gracia sonreír y fingir que era la persona más feliz de la tierra. Perdí la cuenta cuántas fotos me pidieron de sacarse, en todas sonreí y mostré cara de estar pasándola genial. ¿Pero cuánto de verdad tenía eso? Cuando finalmente se fueron todos volví a respirar. Caminé hacia el living donde quedaron pilas y pilas de regalos. Suspiré y luego de observarlos en silencio por unos segundos empecé a abrir algunos. Cada papel de regalo que rompía para descubrir el objeto de valor sentía como si me estuvieran queriendo comprar. Regalos extraordinarios, cosas materiales realmente me sobraban. Llegué a uno cuya etiqueta decía "Mariano P". Arqueé las cejas. Mi ex aún continuaba mandándome regalos. Un poco de curiosidad me provocaba pero no lo abrí, no quería saber nada con él. A él solo le interesaba conseguir acostarse conmigo, y a mi él no me interesaba en lo más mínimo; lo que tenía de lindo lo tenía de idiota.

Llegó el anochecer y me encontraba recostada en mi habitación escuchando música esperando a que llegaran mis papás. Seguramente comenzarían a pelearse, como para variar. En un momento fijé mi mirada en la computadora y volví a fijarme si Franco me había escrito. Tenía ilusión, tenía esperanza. Cerré la tapa de la notebook y volví a recostarme. ¿Acaso me había olvidado? Extrañaba hablar con él, y más en estos momentos.

En el mismo instante que me saqué los auriculares sonó el timbre. Bajé las escaleras sin ganas y abrí la puerta sin ni siquiera preguntar quién era. Me quedé helada, no lo podía creer. Tardé varios segundos en caer a la tierra.

 

-¡Feliz cumpleaños!-exclamó Franco con una sonrisa y una mirada seductora.

 

Me quedé observándolo. Llevaba puesto un jean, una remera negra y unos borcegos. Su brazo derecho se encontraba apoyado en el marco de la puerta y me miraba expectante.

 

Lo que más necesitaba en este día era hablar con él, y conocerlo personalmente fue el mejor regalo que podía recibir en mi cumpleaños. Lo reconocí porque hace días atrás nos habíamos pasado fotos, y también habíamos tenido una video llamada, ya que ambos confiábamos en el otro.

 

PARTE 4

(Narrado por Franco)

Me mantuvo la mirada. De un segundo al otro se abalanzó a mis brazos. Rodeé su cintura. Me abrazaba con fuerza, y yo también lo hacía. Creo que había sido un abrazo muy anhelado. Y por su intensidad me di cuenta que realmente lo necesitaba. Cuando se separó de mi me quedé perdido en su mirada. Era más hermosa en persona.

 

-¡Franco!-expresó con una alegría que me hizo sonreír.-No puedo creer que estés acá. Creí que te habías olvidado de mi existencia.

 

-Te dejé de escribir porque estaba organizando todo para poder venir y darte esta sorpresa.-le expliqué.

 

-¿Te quedas acá para siempre?-me preguntó entusiasmada. 

 

Se produjo un silencio y al ver mi expresión se le borró un poco la sonrisa. 

 

-Vine por unos días.-le respondí.-Igual me encantaría poder vivir acá.

 

-¿Y por qué no podes?-se interesó.

 

-Es complicado.-me limité a contestar.

 

Era largo de explicar y no quería enredarla con mis problemas en el día de su cumpleaños. Si se daba el momento se lo iba a contar.

 

-¿Me dejas pasar?-le pregunté un poco nervioso y me despeiné.

 

Creo que no se había dado cuenta que todavía seguíamos en la puerta. Se disculpó y me hizo entrar. Observé toda la casa con atención.

 

-¿Estás cansado del viaje?-me preguntó.- ¿Dónde te estás quedando?

 

-Dormí bastante en el avión.-respondí.-Me contacté con un amigo de la infancia y me está hospedando en su casa. 

 

-Re bien entonces.-expresó.- ¿Te viste con más amigos de antes?

 

Me hizo pasar al living y nos sentamos en el sillón. Me sentía atraído por todo el decorado de aquella casa.

 

-Todavía no, pero pienso hacerlo.-le comenté.-Extrañé mucho.

 

-¿Querés dar un paseo nocturno?-me propuso con brillo en los ojos.

 

Acepté sin pensarlo y nos retiramos. Al salir de la casa me quedé mirando el auto bordó, del cual no me había percatado al llegar. Supuse que era regalo de cumpleaños por el moño. Seguramente mi cara de sorprendido y fascinado mirando el auto como un nene le causo gracia porque se rio.

 

-¿Es tuyo?-la interrogué aún sorprendido.-Es una nave.

 

-Sí, me lo regalaron mis papás.-me respondió luego de reírse.- ¿No tenés auto?

 

-Allá manejo el de mi papá pero no tengo uno propio.-le respondí sin dejar de sacarle los ojos de encima al auto.- ¿Puedo manejarlo?-y ahora fijé mi mirada en ella.

 

Permaneció en silencio, como si estuviera meditándolo. Alcé las cejas mientras la miraba esperando una respuesta.

 

-Si no querés no pasa nada, todo bien.-le dije.-Perdón, fue la emoción.

 

-No es que no quiera. Están por llegar mis papás y si no ven el auto me van a interrogar.-se apresuró a responder.- ¿Vamos caminando?-agregó con una sonrisa.

 

Me sonó a una falsa excusa, pero la dejé pasar. Todavía no había demasiada confianza, y estaba bien que no quiera prestarme el auto.

Fuimos a caminar por ahí y me iba relatando los lugares que habían cambiado durante estos años como si fuera mi guía turística. La escuchaba atentamente mientras disfrutaba de su dulce voz. Era tan extraño estar con ella en persona. Sentía que la conocía desde siempre por todo lo que hablábamos pero en otro punto recién nos estábamos conociendo. La hacía reír con mis payasadas y chistes. Luego de recorrer bastante paramos en un bar a tomar algo. Hablamos tanto que nos olvidamos del tiempo y no nos dimos cuenta que se había hecho muy tarde.

 

-¿La pasaste bien en tu día?-le pregunté mientras caminábamos hacia su casa.

 

-Sí, re bien.-me respondió.-Y gracias por estar. Fue una hermosa sorpresa.

 

-¿Soy tan fachero como te imaginabas?-le pregunté y se rio.

 

Llegamos a la puerta de la casa y, antes de despedirnos nos pasamos los números de celular y quedamos en llamarnos.

Volví a la casa de mi amigo y nos quedamos conversando hasta que se quedó dormido y yo permanecí un rato más acostado con la mirada perdida en el techo. 

Estaba feliz de estar de vuelta en mi país, en mi ciudad, de donde nunca me tendría que haber ido. Tenía a mi familia lejos, pero me podía acostumbrar. La risa de Azul aún retumbaba en mi cabeza y me hacía sonreír. Era tan hermosa, tan sencilla...muy lejos estaba de ser esa mujer superficial que el resto creía que era. Yo sabía lo que sufría y podía asegurar que esta noche no iba a llorar. Y no lo decía por creído, simplemente sentía que mi presencia le hacía bien. Pude percibirlo al ver el brillo de sus ojos al verme y al aferrarse a mi cuerpo en un abrazo que buscaba refugio. Y a mí también me hacía bien ella, me llenaba de paz tenerla cerca...me sentía importante en la vida de alguien por primera vez.

 

 

PARTE 5

(Narrado por Azul)

Desperté por los ladridos de mi perra. Me refregué los ojos antes de levantarme de la cama y manoteé el celular que se encontraba en la mesita de luz. Al agarrarlo me encontré con miles de mensajes que ignoré, menos el de Franco que por alguna extraña razón se me dibujó una sonrisa al verlo. "Buenos días Azul. El día está re lindo para pasear, ¿me acompañas? Llámame cuando te despiertes". Realmente admiraba que se despertara con tan buen humor y energía. Me tomé unos minutos para terminar de despertarme...sí, era todo un proceso. Fui a la cocina a desayunar algo y luego marqué el número de Julián.

 

-Qué manera de dormir...-me comentó al atenderme. Su comentario me hizo sonreír.

 

-No es tan tarde, eu.-me defendí mirando la hora.-Vos sos el desubicado que madruga.

 

-Hay que disfrutar el día. ¿Dónde me pensás llevar hoy?-me preguntó.-Te ofreciste a ser mi guía turística.-agregó luego de un silencio.

 

-Todavía no lo pensé, pero ya se me va a ocurrir un buen lugar.-le respondí.-Te espero en dos horas en casa.

 

-Un tour por tu casa no vendría nada mal tampoco.-comentó.-Digo...no me la mostraste.

 

-Tenés razón.-le dije.-Cuando vengas te hago el recorrido antes de irnos. 

 

-¿Vamos a ir caminando o en auto?-se interesó.

 

-Em, con el auto.-le respondí esperando su próximo comentario.

 

-¿Me vas a dejar manejar la nave?-me preguntó con entusiasmo y sonreí negando con la cabeza.

 

-Voy a manejar yo.-le respondí.-Aunque si te portas bien, te dejo manejar un ratito.

 

-Te tomo la palabra.-me dijo firme.

 

-Perfecto.-acoté.-Nos vemos en dos horas. Beso.-agregué antes de cortar.

 

Me dirigí a bañarme y al salir me encontré parada frente al armario con el dilema de qué ponerme. Tenía demasiada ropa, pero elegí prendas sencillas. 

Luego de sacar a pasear a mi perra me crucé con la mucama que me notificó que mis padres se habían ido unos días de viaje, y que no me olvidara de asistir a una fiesta que iba a hacer la hija de un importante empresario que estaba por firmar un negocio con mi padre. Suspiré con fastidio. Me alteraba estar en el medio. La hija de este señor quería ser mi amiga, bueno, eso decía pero se llevaba con todo un grupito de personas que me caían mal. ¿Era necesario asistir y sumarme a tanta falsedad? Para colmo a ese evento iba uno de mis pretendientes, que además de no quererme en serio, era bastante denso. El sonido del timbre hizo que me olvidara de todo ese asunto y vaya apresurada a abrir.

 

 

Lo llevé a mis lugares preferidos de la ciudad. No tardó mucho tiempo en robarme el volante. Lo dejé con total confianza y me enterneció verlo entusiasmado como si fuera un nene con chiche nuevo. 

 

-¿A dónde la llevo, señorita?-me preguntó cambiando el tono de voz fingiendo ser mi chofer.

 

-A donde usted quiera.-le respondí siguiéndole la corriente.

 

Alzó las cejas y me miró extrañado.

 

-Ah bueno.-soltó.-Así vas a terminar dentro de la trata de blancas.

 

-¡Ay Franco!-expresé.-Que horror.

 

-Y bueno.-dijo riéndose.-Vos sos la que confía en cualquiera.

 

-Llévame a algún lugar antes de que me arrepienta de darte el manejo del auto.-le dije firme y arrancó el vehículo obedeciendo.

 

 

La pasábamos muy bien juntos, me divertía estar con él. Sus anécdotas y sus ocurrencias me robaban una sonrisa a cada segundo. Nunca con nadie me había sentido tan cómoda, era como si nos viéramos todos los días desde hace años.

 

 

Sola en mi habitación decidiendo qué vestido ponerme, tenía que ser uno acorde a la ocasión aunque a la vez quería lograr llamar la atención lo menos posible. Me terminé poniendo un vestido negro al cuerpo con mostacillas. Me retoqué el maquillaje antes de que el ruido del timbre me indicara la presencia de Franco, quien se había ofrecido a acompañarme. Al abrir la puerta nuestras miradas chocaron y luego ambos nos miramos de arriba abajo. Me intimidó un poco su mirada de deslumbrado con sus ojos fijados en mí. Él llevaba un pantalón de jean negro ajustado y una camisa.

 

-¿Estoy bien?-se interesó ante mi mirada.-No suelo vestirme así...las cosas que hago por vos.

 

-Estás perfecto.-expresé y en seguida me ruboricé un poco al ver como respuesta su sonrisa seductora.- ¿Vamos?-me apresuré a decir.

 

-Vamos.-me respondió subiendo al auto del lado del acompañante.-Espero no arrepentirme de aceptar ir a una fiesta careta.

 

 

Desde el preciso momento que pusimos un pie en esa casa enorme con un gran jardín, lleno de personas con nariz respingada, lo noté incómodo a Franco. Lo miré, regalándole una sonrisa y avanzamos entre la multitud. Tenía que fingir a cada segundo estar feliz de encontrarme con cada persona que me saludaba. Una de mis mayores enemigas le clavó la mirada a Franco y percibí sus intenciones; por alguna extraña razón me dio celos y lo agarré de la mano por impulso, arrastrándolo hacia otro sector. Cuando caí a la realidad lo solté rápidamente y me pedí un trago. Por suerte él me hacía más llevadera toda esa tortura y, al estar a su lado, no se me acercaban muchos hombres.

Nos sorprendió un lento pero no teníamos intenciones de bailarlo, hasta que de repente sentí una mano que se posaba en mi hombro.

 

-¿Bailas, hermosa?-me preguntó Mariano extendiéndome su mano al darme vuelta.

 

Lo miré a él y luego posé mis ojos en Franco que en seguida comprendió mi súplica.

 

-Está conmigo.-intervino él firme poniéndose entre medio.

 

-¿Y vos quién sos?-le preguntó Mariano en tono despectivo.

 

Noté que el cuerpo de Franco se tensó y temí que todo terminara en la violencia. Apoyé una mano en su hombro para relajarlo.

 

-Es mi amigo.-intervine. Hubiese querido decir "mi novio" para salir de apuros, pero no era justo para él.

 

-Mejor amigo.-me corrigió Franco luego de toser con evidencia.

 

Franco lo miró con mirada amenazante y Mariano terminó dejándonos solos. Suspiré y me sorprendí al ver que Franco me acercaba a su cuerpo y posaba sus manos en mi cintura, invitándome a bailar el lento. No muy convencida rodeé su cuello con mis brazos y me dejé llevar. Me sentí atraída por su perfume y acerqué más mi cara a la suya, juntando nuestras mejillas. Me encontraba con mucha paz y hasta llegué a olvidarme de donde estábamos y de las personas a nuestro alrededor. Sus manos se corrieron lentamente de mi cintura y se frenaron en mi espalda. Su respiración golpeó mi cuello y sentí una sensación extraña en el estómago, como un hormigueo. Me encontré tan confundida y a la vez tan agradable con la situación que decidí alejarme. No quería que ningún sentimiento interfiriera y arruinara esa hermosa amistad.

 

 

Llegó un momento de la noche que ya no soportábamos más la situación y sólo queríamos escaparnos. Nos fuimos alejando lentamente hasta desaparecer. Ninguno de los dos tenía ganas de irse a su casa a dormir así que terminamos yendo a uno de mis lugares preferidos: un parque enorme frente al río. Me saqué los tacos para estar más cómoda y me encontré a la misma altura que él. Caminamos un rato hasta que decidimos sentarnos frente al río a tener ese tipo de conversación que amaba tener con él. De risa en risa terminamos acostados, yo con mi cabeza sobre su pecho, mirando las estrellas. Llegaba a sentir el ritmo de su respiración y nada me llenaba más de tranquilidad, nada me hacía sentir más segura que estar junto a él.

PARTE 6

(Narrado por Franco)

Dos semanas enteras compartiendo miles de momentos con Azul. No podía estar mejor. Al final no tuve que volver a Canadá, renuncié al trabajo que tenía allá y les pedí a mis padres que me mandaran todas mis cosas. No me costó mucho conseguir trabajo acá, debido a mi experiencia. Con un préstamo que pedí en el banco me alquilé un apartamento, chiquito pero cómodo. Me estaba acostumbrando nuevamente a la vida en Buenos Aires. 

Me encontraba reunido con mis amigos, incluyendo a Azul en mi apartamento. De a poco me estaba reencontrando con todas las amistades del pasado y se las presenté a mi mejor amiga, quien se integró bien, dejando atrás sus falsas amistades. Nos estuvimos divirtiendo por un largo rato hasta que se empezaron a ir.

 

-No te vayas, Azul.-le dije cuando quedamos solos.- ¿Querés que hagamos algo?

 

-Está lloviendo mucho como para salir.-me respondió con la mirada fija en la ventana.

 

-¿Y si nos quedamos acá viendo una peli?-le propuse con una sonrisa.

 

Me sonrió como respuesta y nos dirigimos a mi habitación donde se encontraba la televisión. Disfrutaba cada segundo que pasaba con ella. Me gustaba tenerla cerca y me daba celos que otro hombre se le acercara con intenciones de conquistarla. Intentaba manejar lo que me pasaba pero cada vez me costaba más tenerla a centímetros y no poder probar esos labios que me hablaban con dulzura.

 

-¿Crees en el destino?-le pregunté de repente.

 

-Sí, algo sí.-me respondió.-¿Vos?

 

-También.-le contesté.-¿Y en que todos tenemos un alma gemela?

 

-Sí. Creo en la existencia del alma gemela, la media naranja. Si.-me respondió.

 

-¿Y en el amor eterno?-continúe.

 

-¿A qué se debe todo el interrogatorio?-y ahora me miraba expectante.

 

-Yo no quiero ser tu amigo.-le expliqué y alzó las cejas.-Quiero ser algo más. Me gustas mucho.

 

Se me quedó mirando con sus ojos verdes y no le di tiempo a reaccionar, mis labios capturaron los suyos. Al principio dudó pero luego se dejó llevar y rodeó mi cuello con sus brazos. Quería grabar ese preciso instante en el que mi corazón se aceleraba y yo era inmensamente feliz.

 

-Me da miedo que esto arruine nuestra amistad.-me dijo cortando el beso.

 

-No pienses en eso.-le respondí.-Todo va a estar bien.

 

-¿Seguro?-me preguntó dudando.

 

-Te lo prometo.-le contesté corriéndole el pelo de la cara.-Podemos ser mejores amigos y novios al mismo tiempo.

 

Alzó las cejas y puso cara de sorprendida.

 

-¿Novios?-preguntó y rio.-¿No te estás apurando un poquito? Vayamos más despacio.

 

Reí y luego clavé mi mirada en sus ojos.

 

-Vayamos al ritmo que quieras.-dije y desvíe mi vista a su boca.-A vos te espero toda la vida.

 

Se mordió los labios y apoyó sus manos en mi nuca. No le di tiempo a responder, mi boca se apoderó de la suya en un beso con amor. Y esta vez no me frenó ni interrumpió ninguna de sus inseguridades. Se dejó llevar, demostrándome que sentía lo mismo que yo sentía por ella. La besaba despacio, saboreando y descubriendo cada parte de su boca. Sus labios no querían despegarse de los míos y el beso iba subiendo de intensidad. Aflojé porque no quería apurarla ni que se dieran así las cosas. Todo a su debido tiempo.

 

-Sos hermosa.-susurré al separarme de sus labios.

                                

-Vos sos hermoso.-me respondió sonriendo y volviéndome a besar.

 

Miramos la película abrazados. Mis manos rodeaban su cintura y su cuerpo descansaba sobre mi pecho. Aprovechaba cada momento romántico para dejar un beso en su mejilla.

Estuvimos todo el día así, llenándonos de besos y compartiendo momentos los dos solos. Creo que ambos teníamos las ganas acumuladas y lo demostrábamos con cada beso.

El anochecer nos encontró acostados en mi cama conversando. De un momento a otro se quedó dormida. Me puse a observarla mientras la acomodaba y la tapaba. Era hermosa hasta dormida, parecía un ángel. Pasé cuidadosamente mi mano por su mejilla y la acaricié. Me quedé un rato largo dando vueltas en la cama hasta que logré dormirme. Y era la primera vez que dormía con ella al lado, y estaba feliz por eso.

 

PARTE 7

(Narrado por Azul)

Había pasado un mes, y mi relación con Franco iba cada vez mejor. No teníamos título, tampoco nos preocupábamos tanto por eso. La pasábamos muy bien juntos y nos hacíamos bien, y eso era lo que más importaba. Junto a él no tenía que fingir nada, era yo misma, y eso me llenaba de felicidad. Era imposible estar con él y no reírme hasta terminar con dolor de estómago.                                                                                                               A la salida del colegio me lo encontré subido a una moto, que supuse que era la del amigo, y al verlo me guiñó el ojo. Corrí hacia él y lo abracé. Acto seguido me puse el casco y me subí atrás de él, aferrándome fuerte a su cuerpo al mismo tiempo que arrancaba a mucha velocidad, haciendo que mi cabello se despeinara. Frenó cerca del río y fuimos caminando de la mano hasta ahí, para sentarnos en la arena. Después de varias carcajadas se quedó pensativo, mirando al horizonte. Observé su silencio mientras impulsivamente acortaba más la distancia y enterraba mis dedos en su pelo. Me intrigaba saber qué estaba pasando por su mente.

-¿Qué pasa?-me interesé sin querer alejarme ni un centímetro.

Giró la cabeza para encontrarse con mi mirada expectante y me perdí en sus ojos negros tan intensos. Sentí su respiración golpear contra mi rostro y me recorrió un escalofrío en todo el cuerpo.

-Que te amo.-soltó delicadamente por primera vez, y mi corazón dio un vuelco.-Y no puedo creer todo esto. Pasamos de estar tan lejos a estar tan cerca. De ser amigos a enamorarnos.

-A mí me da un poco de miedo que quieras volver a Canadá y nos distanciemos.-le dije con sinceridad.-Y que vayas a chamuyarte chicas en otro idioma.-agregué y me reí.

-No voy a volver a ese país, a ese lugar. Porque yo no encajo allá, y viví varios años con esa sensación de sentirme sapo de otro pozo. Entré a las redes sociales porque me sentía de alguna manera solo, extraño, desentendido. Necesitaba hallar a alguien que pueda escucharme, comprenderme, aceptarme como soy sin juzgarme. Y te hallé, solo con vos funcionó esa magia, vos me hacías sentir alguien, me hacías bien…me haces bien. Este es mi lugar de donde nunca me tendría que haber ido, porque acá soy quien de verdad soy. A tu lado soy yo mismo.-dijo agarrando mi mano y acariciándomela con su dedo pulgar.

-A mí me pasó exactamente lo mismo que vos. Me metí en ese mundo virtual para escapar de la realidad tan hipócrita en la que vivía, llena de máscaras y mentiras. Estaba muy triste y cuando te escribía o te leía se me pasaba todo. En poco tiempo te habías convertido en una persona importante para mí, alguien que necesitaba cerca. Y es loco querer a alguien que está muy lejos, alguien a quien no conoces personalmente. Pero es real. Y es un cariño sincero. Porque estas aceptando al otro, estás confiando a ciegas.-le respondí y suspiré, apretando su mano.-En tus ojos me encuentro. Vos me completas, me haces feliz. Con vos no tengo que fingir, soy yo misma. Me haces sentir viva, me generas sentimientos que nunca antes había sentido.

Se produzco un silencio y lo aprovechamos, mirándonos fijamente a los ojos por varios segundos.

-Te amo.-susurré sobre sus labios y sonreí.

Nos dejamos llevar por un beso lleno de amor y ternura. Era inexplicable todo lo que me hacía sentir. No tenía dudas de que estaba completamente enamorada de él, ni de que era mi alma gemela. Y con esto último no me refiero a que seamos iguales, porque no hace falta ser idénticos. Cada uno es como es y tiene su personalidad. Pero él es mi mitad, y yo soy la suya. Nos complementamos, nos completamos. Somos dos en uno. Y si estamos lejos, nos falta algo. Por eso, éramos felices juntos. Y no nos hacía falta más nada. Nos amábamos con locura. Y no nos íbamos a separar más.



-FIN-