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domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo dos


Narra Emma:

El sol ingresó por la ventana de la habitación y desperté. Me llevé las manos a la cara hasta que pude abrir bien los ojos. Me estiré para terminar de despertar. Tenía un dolor de cabeza insoportable.
La noche de ayer era un rompecabezas, no me acordaba de casi nada, sólo tenía recuerdos sueltos. Me encontraba vestida con la ropa de salir y, al levantarme y mirarme al espejo, vi que tenía todo el maquillaje corrido. Había tomado demasiado ayer, y ahora me sentía bastante mal. Y no sólo físicamente sino también sentimentalmente, porque la tristeza la pude ocultar un rato bajo los efectos del alcohol, pero seguía viva en lo más profundo de mi alma.
Me descambié y me saqué el maquillaje, mientras intentaba recordar como fue que volví del boliche. Sólo me acordaba de haber ido muchas veces a la barra en busca de unos tragos y, que en un momento se me acercó un chico y perdí el equilibrio, y él me sostuvo para que no me cayera. No podía acordarme más.
Fui a buscar mi celular para ver los mensajes y al pasar vi que sobre mi mesita de luz había un papel. Me acerqué y lo agarré para leerlo: "Espero que te sientas mejor. Feliz cumpleaños. Firma: Santino" Al leer eso me acordé la parte en que subí al auto de un chico, y luego aparecimos en el departamento y me ayudó a acostarme. Si mi novio se llegaba a enterar que había vuelto del boliche con un extraño, me mataba. Rompí el papel y lo tiré.
Al agarrar el celular vi que tenía varios mensajes deseándome un feliz cumpleaños, pero no había llamadas perdidas de ayer de mis amigas. La cabeza me explotaba. Me tomé una aspirina y me puse a acomodar la casa. 


Narra Santino:
Me despertaron los ladridos de mi perra, que además, se subió a la cama y se tiró sobre mí.

-¿Qué pasa, Gala?-le dije quedando sentado en la cama y acariciándola.

Miré el reloj y me levanté. Llevé el auto a lavar y volví al departamento a acomodar todo lo que había quedado de la noche anterior. Menos mal que vivía solo, sino mi familia no lo soportaría. Estaba bueno tener mi independencia, aunque me daba vagancia tener que ocuparme de todo. Fui a buscar el auto  para ir a la quinta, donde vivían mis papás, a almorzar con la familia. 

-Encontré este collar abajo del asiento de acompañante.-me dijo el señor del lavadero, entregándomelo.

Lo agarré y automáticamente me acordé de ella, la morocha de ojos color café que conocí ayer. Recordaba habérselo visto puesto. Me subí al auto y lo guardé.


Narra Emma:

Escuché el ruido de la llave y apareció Benjamín. Venía con un bolso y una bolsa de regalo.

-Feliz cumple, hermosa.-me dijo acercándose y saludándome con un beso.

-¿Cómo te fue?-pregunté mientras él dejaba el bolso por ahí.

-Bien, igual estoy re cansado.-me respondió desabrochándose un poco la camisa que llevaba puesta y acostándose. -Mucho trabajo.

-¿Vas a dormir? Mira que tenemos que ir a comer con mi papá y tus papás.-le recordé.

-Cierto, tenes razón.-y no me extrañaba que se haya olvidado.-¿A qué hora arreglaste?

-A las dos.-le respondí mientras me ponía los zapatos.-En media hora.

-Entonces ya hay que ir yendo.-dijo levantándose y acomodándose la camisa.-¿En el restaurante de siempre?-agregó mientras salíamos del departamento.


Narra Santino:

Luego de un día en familia volví a mi departamento. Llamé a mis amigos para organizar la salida de la noche y  respondí los mensajes de Valeria, que no paraba de acosarme.
Miré la mesa de la cocina donde había dejado las llaves, la billetera y el collar de esa chica que conocí ayer, de la cual todavía no sabía el nombre. Me acerqué y agarré el collar con las dos manos y esbocé una leve sonrisa al acordarme de ella. La recordaba bailando de una forma sensual y luego acostada debajo de mí mirándome a los ojos. Por alguna extraña razón no me la podía sacar de la cabeza. Lo guardé en una cajita que tenía en el living y me fui a bañar.


Narra Emma:

Volvimos del almuerzo y Benjamín se acostó a dormir la siesta. Agarré mi celular y respondí todos los mensajes. 'Veintiún años recién cumplidos' me dije para adentro y suspiré. Como me hubiese gustado que mi mamá estuviera acá, la extrañaba demasiado. Falleció hace diez años y desde ese día, nada era lo mismo, ni mi relación con papá era la misma. La nostalgia y la tristeza no tardaron mucho en aparecer. Me quedé pensando en todo lo que había hablado ayer con las chicas sobre mi relación con Benjamín y sus malditas "reuniones de trabajo" a la madrugada.
Observé el bolso que trajo y lo fui a buscar, más que nada para ponerle a lavar la ropa de ayer, aunque también para revisarlo. Lo abrí lentamente y empecé a sacar lo que iba a encontrando, pero no había más que ropa. Agarré todo y me dirigí al lavadero. Metí el pantalón, las medias y los calzoncillos en el lavarropas y, cuando llegué a la camisa, frené. La sostuve con las dos manos y la empecé a observar, tenía un mal presentimiento. La olí y sentí un aroma de mujer muy impregnado, un perfume que yo no usaba. La hice un bollo para meterla a lavar cuando de repente vi una marca en el cuello, la miré bien, era una mancha de rouge; imposible que fuera mía. Cerré los ojos y al abrirlos tiré la camisa en el lavarropas con bronca. Hasta el momento sólo tenía presentimientos, sospechas, pero ahora tenía pruebas...mi futuro marido me engañaba. 


Narra Santino:

Saqué a pasear a mi perra y cuando regresé me encontré a mi mejor amigo en la puerta del edificio. Ingresamos y al entrar al departamento nos sentamos en el sillón del living a hablar, mientras tomábamos cerveza. Me contó que la noche de ayer conoció a una rubia alta de ojos color miel, la cual le había gustado mucho, pero no había logrado ni robarle un beso. Entrando más en detalles me dijo que tenía su celular y que le iba a decir de verse esta noche. Me habló mucho de ella físicamente pero no me había dicho el nombre. Luego me lo dijo, aquella rubia de ojos miel se llamaba Tania.


Narra Emma:

Sentada en la mesa redonda de la cocina tomando una taza de té, intentaba digerir toda la situación. El hombre con el que me iba a casar y prometerle amor eterno, se encontraba durmiendo plácidamente luego de una probable noche de lujuria. A mí, hacía tiempo que no me tocaba ni un pelo. Y claro, si eran más noches las que pasaba afuera que las que pasaba acá. Apoyo la taza sobre la mesa y me pregunto si me engaña con una sola mujer o con varias. De cualquier manera era una locura, pero me preocuparía más que hubiera solo una amante, porque entonces, ya no sería sólo algo pasional sino que se involucrarían sentimientos. Termino de tomar el té, mi compañero de reflexiones y depresiones. Suena la alarma del lavarropas y me encuentro envuelta en un papel lamentable. La "ama de casa" que se ocupa de las cosas de su futuro marido mientras éste descansa luego de haberse revolcado en una cama con alguna mujer, y peor aún, siendo mi cumpleaños. Saqué la ropa y la puse a secar. Me dirigí a la habitación, me encontraba con mucha tensión y una mezcla de bronca y dolor.  Al entrar se despertó y se me quedó mirando.

-Amor, ¿me preparas un café?-me pidió mientras se acomodaba en la cama pero pretendía despertarse.

-No sé si queda café.-le respondí observándolo y pensando en la infidelidad.

-¿Te pasa algo?-me preguntó notando la expresión de mi cara.

Era una cornuda consciente, estaba pasando un cumpleaños deprimente y me iba a casar con un hombre que no me amaba, pero más allá de eso, no me pasaba nada.

-No, estoy bien.-le respondí dejándolo de mirar y abriendo el cajón de mi mesita de luz.

Y era más fácil negar la realidad. Si le decía lo que me pasaba, íbamos a entrar en una eterna discusión en la que probablemente iba a ganar él, porque nunca iba a admitir que me engañaba. 

-Algo te pasa.-insistió, sin saber que no le convenía entrar en ese terreno.

Cerré el cajón sin saber ya para que lo había abierto, y lo miré. Le sostuve la mirada y suspiré.

-¿De verdad queres saber lo que me pasa?-le pregunté notando que su expresión había cambiado.

-Sí. De hecho me importas, y mucho.- respondió quedando sentado en la cama-¿Qué sucede, amor?

Y escuchar ese "amor" me partía en mil pedazos. Sentía que no era la única a la que se lo decía, y por ende, carecía de sentido.

-Es mi cumpleaños y pensé que íbamos a pasar más tiempo juntos. -hice una pausa- Anoche ni estuviste y hoy más allá del almuerzo, te la pasaste durmiendo-le reproché.

-Lo de anoche ya lo hablamos, Emma. Tengo que trabajar para mantener la empresa.-dijo mientras yo tenía la mirada baja- Aparte no terminó el día, todavía.

Me quedé dubitativa al lado de la cama. Por un lado quería patear el tablero, decirle de todo e irme bien lejos. Pero por otro, sabía que no me convenía y que lo mejor, era seguir así.

-Dale, cambia esa cara.-me dijo parándose y acercándose a mí-Esta noche soy todo tuyo.

Acto fallido. "No aclares que oscurece", pensé. Me miró a los ojos y posó sus manos en mi cadera. Se fue acercando y evité pensar que me estaba por besar con esos labios que habían estado sobre otra boca. Me fui entregando y simule sentir que me estaba amando, que esto que teníamos se llamaba amor. Y nuestra relación era así, un eterno fingir. Pero yo seguía como un soldado, firme a su lado. Esta noche probablemente íbamos a tener sexo, pero fingiremos hacer el amor.
Y como dice el dicho...No hay peor ciego que él que no quiere ver.



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