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lunes, 8 de diciembre de 2014

Capítulo cien


 Narra Santino:

Permanecí varios segundos debajo de la ducha pensando en que hoy iba a cambiar mi vida. Estaba feliz, ansioso, nervioso, seguro. Todo junto. La extrañaba. Necesitaba tenerla cerca, mirarla, acariciarla, besarla. Me puse el traje frente al espejo y me hice el nudo de la corbata mientras observaba mi reflejo. Miles de emociones invadieron mi ser, llenándome el alma y sintiendo una opresión en el pecho, pero era alegría. Me puse un poco de perfume antes de bajar las escaleras. Agarré las alianzas, las llaves del auto y me encaminé hacia la puerta. Cuando la abrí casi me llevo por delante al padre de Emma que se encontraba del otro lado a punto de tocar el timbre.

-¿Vos no tendrías que estar con Emma?-le pregunté extrañado.- ¿Pasó algo?-me preocupé ante su silencio.

-No, tranquilo. Todo está bien.-me respondió.-Sólo quería hablar unas palabras con vos.

-Pero mientras vamos bajando porque no quiero llegar tarde.-le dije entrando al ascensor.

Salimos a la calle y nos encaminamos hacia mi auto. Me frené para escucharlo.

-No quiero hacerte perder mucho tiempo así que no me voy a extender mucho.-comenzó a decirme.-Debes saber los problemas que tuve con mi hija y las peleas…Sé que la conociste en un momento donde era débil y vulnerable, cuando estaba triste y se sentía sola. También sé que nunca te aprovechaste de la situación y que la protegiste siempre, ayudándola a salir adelante, a valorarse, a ser la mujer que es hoy. Y te agradezco por eso.-agregó un poco sensible e hizo una pausa.-Sos una gran persona y me alegra tenerte como yerno. Quiero que sepas que Emma es lo más valioso que tengo, y espero que la cuides y que sean felices.

-Sé bastante acerca de tu relación con tu hija, pero nunca te juzgué y tampoco pienso hacerlo. Nadie es perfecto. Todos cometemos nuestros errores, es parte de la vida, lo importante es reconocerlo y saber pedir perdón.-le respondí en base a lo primero.-Emma siempre fue fuerte, sólo que estaba un poco perdida y no se daba cuenta. Lo único que hice fue ayudarla a encontrar su camino, para que pueda ser ella misma, sin depender de nadie.-hice una pausa.-A mí también me alegra tenerte como suegro. Y podes quedarte tranquilo porque yo a Emma la amo con toda mi alma, y prometo hacerla feliz.

Narra Emma:

Las agujas del reloj avanzaban casi corriendo y la ansiedad se apoderaba de mí. Me encontraba en la habitación, sola, esperando que sea el momento. Sentía que el corazón se me iba a salir en cualquier momento de lo rápido que latía. Sentía un cosquilleo en la panza que luego me recorría todo el cuerpo. Era feliz.

-Que hermosa estás, querida.-dijo la madre de Santino entrando y observándome.-Pareces una princesa.

-No exageres que me lo voy a terminar creyendo.-le respondí y reí.-Gracias por venir a verme.

-¿Nerviosa?-se interesó acercándose y mirando el temblor de mi cuerpo.

-Ansiosa más que nada.-le contesté.-Y feliz.-agregué con una sonrisa.

-Me imagino que habrás escuchado alguna vez lo mal que se habla de la madre del hijo varón, en realidad, de lo que dicen las mujeres acerca de sus suegras.-me dijo con mirada divertida.-Aunque algo de razón en eso debo reconocer que hay.

-Yo estoy muy contenta de que seas mi suegra, y pienso todo lo contrario a lo que se dice. Para mi sos la mejor.-acoté mirándola.

-Jamás trataría mal a la mujer que mi hijo ama y eligió. En eso no me parezco a esas suegras guachas.-dijo y rio.-Pero reconozco ese amor especial que se tiene por el hijo varón, que nadie va a poder explicar por qué. Y es un amor tan grande que no querés que nadie le haga daño, y por eso cuando una mujer le roba el corazón se tiene un poco de temor de que lo lastimen.-me explicó.-Pero en este caso mi hijo supo elegir muy bien, y yo te aprecio mucho. Tanto que en este día te quiero hacer un regalo.

Me la quedé mirando. No sabía bien de qué hablaba. Sacó de su cartera un hermoso collar que al verlo abrí los ojos de par en par.

-Tradición familiar. Fue pasando de generación en generación. Y hoy quiero que lo tengas vos.-me dijo con voz suave y con una sonrisa en su rostro.

-Gracias.-le dije casi sin poder hablar.-Es muy hermoso.- y los ojos se me pusieron vidriosos y la abracé. No podía estar más sensible.

Me corrió el pelo, con cuidado para no desarmarme el peinado, y me colocó el collar. Me dio un cálido beso en la mejilla y se retiró, volviéndome a dejar sola. Observé mi reflejo en el espejo y sonreí.

 

Narra Santino:

Me encontraba en la quinta donde se iba a llevar a cabo la boda. Los invitados iban llegando y ubicándose en los lugares disponibles. Sentía que estaba en un sueño del que no me quería despertar. Pero era la realidad, y superaba las expectativas. Sentí una mano en el hombro y casi me llevo un gran susto. Me di vuelta y era mi hermano mayor.

-¿En una montaña rusa de emociones, Santi?-se interesó al ver mi estado.

-Sí, no caigo todavía que todo esto es real. Que llegó el día. Que me estoy por casar.-le respondí.-Creo que en cualquier momento estallo de felicidad.

-Lo único que pido es que no te pases de cursi porque va a bajar Shakespeare enojado porque le robas el lugar.-me dijo y se rio.-Te quiero mucho. Y estoy contento por vos.-agregó y me abrazó.

La música empezó a sonar avisando que la novia estaba por llegar, y las personas terminaron de acomodarse. Miré impaciente hasta que la vi aparecer a lo lejos y se me aflojó todo el cuerpo. Estaba extremadamente hermosa. Mis ojos se encontraron con los suyos y le regalé una enorme sonrisa.

 

Narra Emma:

Comencé a caminar del brazo de mi padre. No pude sacar la mirada ni un segundo de los ojos de Santino. Mi corazón palpitaba a gran velocidad y mis ojos se llenaban de lágrimas. Me iba acercando lentamente al mismo tiempo que en mi mente invadían todas las imágenes desde el día en que lo conocí. Finalmente llegué hasta él y mi padre me soltó, yendo a ubicarse entre la multitud. Santino no me sacó los ojos de encima y me extendió su mano, aún con su sonrisa en su rostro. Le sonreí y al entrar en contacto con su piel me agarró una corriente eléctrica que me recorrió todo el cuerpo. Entrelazó nuestros dedos y apreté su mano con fuerza. Nuestras miradas hablaban por sí solas, valían más que cualquier palabra. El silencio eran nuestras almas hablando. Tomé aire y ambos miramos para adelante, donde se encontraba el cura observándonos con cierta ternura y alegría.

 

Narra Santino:

El cura hablaba y nosotros no podíamos evitar mirarnos de reojo. Ambos teníamos los ojos inundados de lágrimas. Ambos estábamos emocionados. Llegó el momento de los votos. Suspiré y me giré para mirarla bien a los ojos, a esos ojos color café que me enamoraron intensamente.

-Desde el primer día en que te vi supe que eras vos…y fuiste vos. Me enamoré de tu belleza, tanto interior como exterior. Me deslumbró tu ternura, tu simpleza, tu forma de ser. Supiste como volverme loco de amor hasta sentir que no me cabía más amor en el cuerpo.-comencé a decirle.-No puedo prometerte que todos los días serán soleados ni llenos de alegría, pero te aseguro que juntos vamos a enfrentar todas las complicaciones que se nos presenten y la fuerza de nuestro amor nos va a hacer salir siempre adelante. Te elijo como compañera de vida, como mujer, como madre de mis hijos. Y juro hacerte feliz.

Se escucharon algunos suspiros en el lugar.

-Te busqué toda la vida, creyendo que nunca ibas a aparecer. Pero te encontré, o me encontraste.-dijo haciendo una pausa para tomar aire.-Estaba encerrada en un mundo en el que no era feliz, en el que no encontraba salida, o eso creía. Pero vos me rescataste… en cierto punto, me salvaste. Me abriste los ojos, me hiciste conocer el amor. Porque antes de conocerte no conocía esa sensación de que se me erizara la piel con cada una de tus caricias, que se me detuviera el mundo cada vez que me besabas, que me vibrara la piel y el esqueleto al hacer el amor.-se detuvo un segundo al darse cuenta de la mirada fija del cura por lo último dicho.-No soy perfecta, pero tu amor me hace bien. Sos el amor de mi vida. Y quiero pasar todos mis días junto a vos y formar una hermosa familia.

Le regalé una cálida sonrisa y le sequé las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Volvimos a mirar al cura que agregó unas palabras antes de pasar a los anillos. Mora se acercó con las alianzas y le di un beso en la cabeza antes de agarrar una. Me encontré con la mirada intensa de Emma sobre mí. Por unos segundos miré a todas las personas que se encontraban en el lugar y luego volví mi mirada a ella.

-Yo, Santino, te tomo a vos Emma, como legítima esposa. Para amarte, respetarte y adorarte en lo que me reste de vida.-dije deslizando el anillo en su fino dedo.-Y en la eternidad.-le susurré al oído.

 

Narra Emma:

No podía contener las lágrimas que ansiaban por salir. Agarré la otra alianza, que al igual que la que llevaba puesta, tenía grabada esta fecha en su interior.

-Yo, Emma, te tomo a vos Santino, como legítimo esposo. Para amarte, respetarte y adorarte en lo que me reste de vida.-deslicé el anillo en su dedo y le apreté fuerte la mano.-Y en la eternidad.-le susurré con una sonrisa.

Tomó la palabra el cura y lo escuchamos atentamente. Finalizó con un “los declaro marido y mujer”, y con Santino nos miramos entre lágrimas y una sonrisa. Permanecimos en silencio, simplemente mirándonos a los ojos, por varios segundos que parecieron eternos.

-Te amo.-me dijo Santino, rompiendo con la poca distancia que nos separaba.

-Te amo.-susurré rozando sus labios.

Me sonrió provocándome un torbellino de emociones, y luego capturó mis labios en un beso lleno de amor y promesas. Todas las personas presentes aplaudieron al mismo tiempo que nosotros nos sumergíamos en nuestro amor. Me despegué de su boca y fijé mi mirada en sus ojos color verde, capturando ese mismo instante tanto en mi mente como en mi corazón. Para siempre.

 

-FIN-

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