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martes, 2 de diciembre de 2014

Capítulo noventa y siete


Un mes después…

 

Narra Emma:

Faltaban sólo dos días para el gran día. No me cabía más felicidad en el cuerpo. Me encontraba en el auto junto a Santino yendo a pasar el día al campo. Él iba muy concentrado manejando mientras yo ponía música fuerte y cantaba como una desquiciada. Luego nos pusimos a hablar y me hizo reír tanto que terminé con dolor de panza. Sin dudas era mi persona favorita en elmundo.                                                     
El auto frenó en la puerta de aquella casa a la que habíamos venido un par de veces antes. Ingresamos y acomodamos un poco las cosas.

 

Narra Santino:

Solucioné un problema que había con la televisión y me dirigí a la cocina donde se encontraba Emma amasando unas pizzas. Me acerqué lentamente y me ubiqué detrás de ella, abrazándola. Dejé un cálido beso en su mejilla.

-¿Te ayudo, hermosa?-le susurré en el oído.   

Asintió y me puse manos a la obra. Amaba pasar tiempo con ella, la amaba simplemente a ella, en su totalidad. Por un momento nos olvidamos de la edad que teníamos y se armó una guerra de harina; y sí, a veces éramos dos nenes.                                      Después de almorzar fuimos a caminar y nos sentamos en el pasto a cantar y a practicar uno de nuestros temas que teníamos pensado presentar en nuestra fiesta de casamiento.                      

 

Narra Emma:

El atardecer nos halló parados en la puerta de la casa. Amagué entrar pero Santino me frenó. Me encontré con su intensa mirada que me provocaba miles de mariposas en el estómago. Miró a su alrededor.

-¿Te acordás que ocurrió en este mismo lugar?-me preguntó y se me vinieron las imágenes de nuestro primer beso.

-Sí, me acuerdo perfectamente.-le respondí y le sonreí.

-¿Y recordás lo que te pregunté antes de eso?

-Me preguntaste qué hubiera pasado si nos conocíamos antes.-le contesté perdiéndome en los recuerdos.

-¿Y después de eso?-continuó sin sacarme un segundo su mirada de la mía.

-Me preguntaste si te hubiese elegido.-le respondí perdiéndome en sus ojos verdes.-Y te respondí que seguramente sí.

Agarró delicadamente mi mano y la llevó a su pecho.

-¿Sentís?-me interrogó y mi corazón comenzó a latir a la misma velocidad que el suyo.-Estoy completamente enamorado de vos.-agregó y sonreí de oreja a oreja.

Capturó mis labios en un beso lento y con amor. Apoyé mis manos en su nuca y lo atraje más a mí. No había palabras para explicar lo que me hacía sentir.    

 

Narra Santino:

Anocheció y había luna llena. Puse una lona en el pasto y nos acostamos boca arriba a observar el cielo estrellado, esos minutos en silencio eran únicos. Al rato Emma se acomodó, apoyando su cabeza en mi pecho y la atraje más a mi cuerpo. Mi mente fue invadida por millones de recuerdos desde el día en que la conocí. No podía creer que estaba a dos días de llevarla al altar y jurarle amor eterno.

-¿Qué fue lo que pensaste la primera vez que nos vimos?-la interrogué de repente, rompiendo el silencio.

-Estaba muy borracha como para poder razonar.-me respondió e hizo una pausa.-Pero me acuerdo que ese día era mi cumpleaños, y al momento de soplar las velitas pedí como deseo que llegara a mi vida un hombre que me ame y me valore.

-Y llegué.-le dije provocando una leve sonrisa en su rostro.

Hubo unos segundos más de silencio.

-El día que te ibas a casar con Benjamín sentí que se me desgarraba el alma.-le confesé.-Hasta se me cruzó por la cabeza la locura de hacer como en las películas y aparecer en el momento que preguntan si alguien se opone.

-Yo cuando estaba por entrar a la Iglesia pensé en salir corriendo a buscarte y abrazarte fuerte.-me respondió mientras le acariciaba el pelo.

En un momento me levanté y le pedí que me esperara ahí. Volví con dos copas de champagne y me senté, haciendo que ella también lo hiciera.

-Intuyo que este es el último día de novios que vamos a pasar los dos solos antes de que te conviertas en mi mujer y yo en tu marido. Así que quiero aprovechar cada segundo y decirte todo lo que siento.-le dije dándole una copa.-Creo que ya te dije casi todo la noche en la que te pedí casamiento, pero quería agregar que no sabía lo que era el amor hasta que llegaste vos, que me devolviste la ilusión de enamorarme, que me provocaste sentimientos que ni sabía que existían. No pensé que era posible amarte cada día más.-hice una pausa.-Estoy feliz del paso que vamos a dar y quiero que seas mi compañera por el resto de mi vida.

-Le vas a ganar a Shakespeare en cursi, mi amor.-acotó y se rio, al mismo tiempo que se secaba una lágrima que se le había escapado.-Siempre me dejas sin palabras así que no tengo mucho que decir. Que te amo profundamente y que sos el amor de mi vida ya lo sabés. A tu lado siento paz, me siento iluminada, plena, segura, cuidada, protegida. Siento que no tengo que estar alerta porque nada malo puede pasar.-hizo una pausa sin sacarme los ojos de encima.-Creí que no ibas a llegar nunca, y sin embargo apareciste, y me haces la mujer más feliz del mundo. Deseo que esta relación sea eterna como el amor que siento por vos.

Y no hubo que decir más nada. Chocamos apenas nuestras copas y nos bebimos el contenido para luego hacerlas a un costado. Nuestros ojos se encontraron y mantuvimos la mirada por varios segundos que parecieron eternos. Contemplé su belleza, esa mirada que me revelaba su alma, su interior. Y no necesitaba que apareciera ninguna estrella fugaz porque no quería pedir ningún deseo. Con su simple existencia me bastaba. La amaba. Con intensidad. Con locura. Con el alma. Con la vida. Para siempre.

 

Narra Emma:

Rompió con la distancia que nos separaba y unió nuestros labios. Cerré los ojos y me dejé llevar por ese beso que me provocaba una montaña rusa de emociones. Sus manos, que se encontraban en mi nuca, se deslizaron lentamente por mi espalda hasta entrar en contacto con mi piel, deshaciéndose de mi remera. Fue dejando besos húmedos en mi cuello al mismo tiempo que me desabrochaba el sostén. Llevó su mano a mi nuca y me recostó sobre la lona. Volvimos a unir nuestros labios y se ubicó sobre mí. Le saqué como pude la remera y le acaricié la espalda, pegándolo más a mi cuerpo. Nos desprendimos del resto de la ropa que sobraba, y entre miles de besos y caricias, hicimos el amor bajo la luz de la luna.                                                                     
El amanecer me encontró refugiada en sus brazos, cuidándome como lo hacía siempre; incluso desde el primer día en que lo conocí.

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