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sábado, 13 de septiembre de 2014

Capítulo setenta y tres


Narra Emma:

Al volver al departamento me encontré con Santino y su hermana en la cocina merendando. Mora se estaba terminando la chocolatada con vainillas que le había preparado el hermano.

-¿Está rico eso?-le pregunté y asintió, sonriendo. 

-En un rato te pasa a buscar mamá.-le comentó Santino, mirando el celular.

-¿No me puedo quedar a dormir?-preguntó haciendo puchero.-Porfis.-junto las manos.

Santino me miró y luego llamó a la madre para informarle que Mora se quedaba a dormir y que al día siguiente él la llevaba al colegio.


Narra Santino:
Mi hermana se dirigió al baño y me quedé a solas con Emma. Le agarré la mano y entrelacé nuestros dedos.

-¿Cómo te fue con Josefina?-me interesé acercándola más a mí.

-Ni bien ni mal.-me respondió y alcé las cejas.-Fue raro.

-¿Por qué?-le pregunté sin entender.

-Ya no está enojada conmigo.-me contó.-Como que seguimos siendo amigas pero no como antes. Esa relación no sé si va a volver.

-Tal vez sea cuestión de tiempo...-acoté.-Lo importante es que pudieron juntarse y hablarlo. Y es un gran avance.

De repente escuchamos el grito de Mora llamándonos. Nos reímos y fuimos a buscarla.
Jugamos los tres por un largo un rato. Nos reíamos y disfrutábamos del momento.  


Narra Emma:
Luego de cenar, Mora se fue a la habitación de arriba a ver televisión.

-Anda con ella, amor.-le dije.-Yo lavo.

-¿Segura?-me preguntó.-No me cuesta nada ayudarte.

-Anda, en serio.-le respondí.-Yo hago rápido.

-Bueno, gracias.-se me acercó rodeando mi cintura con sus brazos.-Te amo.-agregó uniendo nuestros labios.

-Te amo más.-le respondí entre besos.

Terminé de lavar los platos y me acordé que tenía que revisar unos mails del trabajo. Agarré la notebook y estuve un rato ocupándome de eso. Después le preparé el sillón-cama a Mora y subí a la habitación. Pero cuando entré estaban los dos completamente dormidos. Observé esa imagen tan tierna y me acerqué a darles un beso en la mejilla a ambos. Luego apagué el televisor y me fui a dormir abajo.


Narra Emma:
Lunes. Me desperté y me encaminé a la habitación a buscar la ropa para vestirme. Al entrar me encontré con Mora riéndose a carcajadas debido a las mil cosquillas que le estaba haciendo su hermano. Me mordí el labio inferior, me provocaban demasiada ternura. Y verlo a Santino en ese rol me hacía desearlo como padre de mis hijos. 

-Así se empieza el día.-le dijo Santino frenando con las cosquillas y abrazándola.-Arriba enana, que tenes que ir al colegio.

Mora se levantó finalmente de la cama y se dirigió al baño a lavarse los dientes y cambiarse. Santino me estiró la mano y cuando se la agarré, me hizo caer en la cama junto a él.

-Buenos días, hermosa.-me besó.-Al final dormiste vos abajo.

-Sí. Se quedaron dormidos ustedes y nos los quise despertar.-le respondí.

-La hubieses alzado y la llevabas. No pesa nada.-me comentó.

-Pero se veían muy tiernos.-le expliqué.-No quise molestar.

Me hizo girar y se colocó sobre mi cuerpo, dándome besos en el cuello.

-Te amo tanto.-me susurró al oído.

-Yo también, mi amor.-le dije acariciándole el cabello.


Narra Santino:
De repente escuchamos una tos que nos hizo sobresaltar. Salí de encima de Emma rápidamente al ver a mi hermana parada frente a la cama, mirándonos.

-Hora de la chocolatada.-le dije despeinándome.-Anda bajando que ahora voy.

Mora se retiró de la habitación. Me vestí rápido y la arrinconé a Emma, que estaba parada frente al armario, contra la pared. 

-Te amo, te amo.-susurré en sus labios y le di un beso largo y tierno, para luego irme a prepararle el desayuno a mi hermana.


Narra Emma:

Santino fue a llevar a la hermana al colegio y yo me fui directo al trabajo. Una taza de café con leche y risas con mis colegas era la mejor manera de empezar la mañana. Me llevaba bien con varias personas de la oficina. Con otras no tanto, porque al igual que en todos los lugares, estaban las personas competitivas y egoístas, esas que sólo se miran su ombligo y si en el camino te tienen que aplastar como a un gusano, lo hacen. 
El jefe de mi área se llamaba Marco Antonio, y era bastante atractivo. Todos los días llegaba con su traje impecable y sin una arruga, y con su sonrisa perfecta grabada en su rostro. Llegaba a los 30 años de edad, y era una persona muy amable.
Era un día con bastante trabajo, así que iba a tener que ponerle lo mejor de mí, para poder sobrellevarlo. 


Narra Santino:

La cara de alegría que tenía mi hermana porque la estaba llevando yo al colegio me llenaba el alma. La acompañé hacia la puerta y me hizo saludar a todas sus amiguitas. Antes de dejarla y encaminarme hacia la facultad, le di un gran abrazo y un beso en la mejilla.
Había arrancado muy bien el día, y esperaba que todo siguiera así.

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