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viernes, 18 de julio de 2014

Capítulo sesenta y tres


Narra Emma:

Al principio me quedé dura, inmóvil en el lugar. Pero luego corrí hacia la puerta e intenté a abrirla con todas mis fuerzas. Benjamín se encontraba atrás mío cruzado de brazos mirándome. 

-Es inútil.-acotó.-No vas a poder abrir, Emma.

-Estás completamente loco.-dije dándome vuelta nerviosa.-¿Qué logras con todo esto?

-¿Estar con vos?-preguntó con obviedad y suspiré apoyándome en la puerta.

-No te conozco.-le dije negando con la cabeza y mirándolo.-Vos no eras así.

-El amor me habrá puesto así.-me respondió.

-¿Qué amor?-le pregunté.-No te amas ni a vos mismo, mira lo que sos...

De un momento a otro lo sentí derrumbarse por dentro. Toda su furia y personaje violento se esfumó y quedó al desnudo un ser muy triste. Sus ojos transmitían dolor. Todos sus huesos se relajaron y luego se dejó caer en el sillón. No sé bien que pasaba por su mente pero su rostro se convirtió en un mar de lágrimas y se volvió muy débil. Se me puso la piel de gallina y luego me acerqué lentamente, temiendo que le agarrara un brote de locura.

-¿Qué es lo que te pasa?-le pregunté sentándome a su lado.

No me respondía. Creo que no porque no quería sino porque no podía. No le salían las palabras. Sólo le salía llorar y llorar.

-Yo no soy así.-sollozó.-No quiero ser así, no quiero lastimarte.

Le acaricié el pelo. Fue un reflejo, un impulso.

-Lo sé.-le dije e intenté calmarlo.-Estás fuera de eje, no se por qué. 

-No lo sé.-me dijo.-Supongo que estoy saturado de cosas y problemas.

-Puede ser.-le respondí.-Pero no es la solución ponerse así.

-Igual no te importa. Sólo estás pensando en salir corriendo de acá e irte con ese.-me dijo.

-Te quiero y me importas.-le dije haciendo que me mirara.-Estoy enamorada de él, y sí, no quiero estar más con vos. Pero no quiero verte mal.

Amagó responderme pero se quedó en silencio. Su mirada se perdía en las líneas del piso. Por un momento creí que estaba actuando o que era un intento más de manipulación, pero cuando alzó la vista y sus ojos se encontraron con los míos, vi una completa sinceridad. Su mirada tenía un brillo de dolor, de angustia. Las lágrimas seguían rodando por su mejilla y frenaban en sus labios.

-Perdón.-repitió varias veces sin poder controlar sus lágrimas.-De verdad estoy arrepentido.

Iba a hablar pero apoyó su dedo índice de la mano derecha sobre mis labios para impedir que lo interrumpiera.

-Es verdad que te engañé.-confesó y suspiró.-Todas las supuestas reuniones de trabajo eran mentira. Me iba a ver a mi amante.

Eso era algo que ya sabía y que había sospechado siempre. Capaz al principio no lo quería aceptar pero luego todo empezó a ser demasiado claro y no me podía hacer más la ciega.

-También creía que podía comprarte con cosas materiales, por eso vivía haciéndote regalos.-me dijo.-Tal vez también era para no sentirme tan mierda y calmar un poco la culpa.

No entendía como pasó de estar al borde de un ataque de locura a derrumbarse y confesarme todo. Nunca me había valorado pero nunca se había comportado tan desequilibrado como este último tiempo. Estar con él era raro, nunca lo terminabas de conocer. 

-Manipulé a tu papá para tenerlo de mi lado y que pueda influir en vos a mi favor.-siguió con sus confesiones.-Hice muchas cosas más que no se sí es necesario sacarlas a la luz.

-Algunas las sé muy bien.-le dije.-Creo que me di cuenta de la mayoría pero me hacía la boluda, porque a veces sos más feliz cuando te mentís y haces como que no ves la realidad.

-Te diste cuenta que lo del robo lo organicé yo, ¿no?-se atrevió a preguntarme con vergüenza.

-Sí.-solté.-En realidad te vi pagándole a uno de los supuestos ladrones.

Agachó la mirada sin querer mirarme y otra lágrima rodó por su mejilla.

-Perdón, Emma.-dijo con un hilo de voz.-Perdón. No sé porque actúe de esa manera. Me fui perdiendo por un camino que sabía que no era el indicado pero sin embargo no sé por qué seguía avanzando hasta alejarme. 

Alzó la vista y lo miré a los ojos. Lo notaba realmente arrepentido por todo. Por un lado me partía el alma verlo así, me conmovía; pero por otro no me podía olvidar de todo lo que había hecho ni dicho sobre mí.

-Dijiste cosas horribles de mí.-le dije con la mirada perdida.-Para vos soy una pendeja que la podes manejar como quieras, una inútil, una mujer que la tenes siempre a tus pies mientras la engañas y te crees que no te va a dejar porque la mantenes económicamente.

-No pienso eso.-dijo luego de un silencio.-No pienso eso en verdad. Me metí y me creí el personaje del hombre que tiene todo el poder y puede hacer y conseguir lo que quiere. Pensé que tenía todo en mis manos. Eso me hacía sentir bien, me hacía sentir alguien.

Le iba a responder, lo iba a contradecir. Pero no me dio tiempo a interrumpirlo.

-Pero me di cuenta que no.-continuó.-Que lo único que gano lastimando personas es destruirme a mí, perdiéndome cada vez más en un camino difícil de salir. Genero en otros odio hacia mí, me voy quedando solo.-dijo y suspiró.-Y yo pensé que era suficiente mantenerte, que con plata todo se arreglaba. Evidentemente no.

Sabía que quería hablarme de Santino pero su ego no lo dejaba compararse. Se trababa y no terminaba de armar la idea que quería transmitir.

-Necesitaba que alguien se fijara en mí, que alguien me valorara y se enamorara de lo que soy, sin importarle mis defectos. Alguien que me quitara los miedos y me ayudara a    defenderme y a no depender de nadie. Alguien que me quisiera en serio.-le dije.-Y en Santino encontré todo lo que necesitaba y me hace bien.

Se quedó en silencio por unos minutos. Permanecí a su lado. Me daba intriga lo que pasaba por su mente en esos momentos. Creo que se estaba dando cuenta de muchas cosas. Yo me sentía nuevamente cerca de un extraño, nunca había visto esa faceta de Benjamín. 

-¿Te acordas el día en que nos conocimos?-me preguntó de repente mirándome a los ojos.

Asentí con la cabeza y me agarró de la mano. Suspiró y se volvió a quedar unos segundos en silencio.

-Aunque no lo creas, siempre me hiciste bien.-dijo y arquee las cejas.-Yo te protegía, a mi manera pero lo hacía, y eso me hacia sentir útil. Aparte te miraba a los ojos y me sentía querido. Tu cariño me hacía bien.

-Lástima que nunca hubo un ida y vuelta.-le respondí.-Yo daba y no recibía.

-Nunca te amé.-dijo e hizo una pausa.-Emma, yo nunca estuve enamorado de vos. Pero sí te quiero.

-Una forma extraña de quererme tenes.-le dije.-¿Estás seguro de que no sos un hijo perdido de mi papá?-agregué y apenas rió.

-Son distintas maneras de querer.-me contestó.-Cada uno hace lo que puede.

-No siempre alcanza...-acoté.

Me iba a responder pero ambos nos miramos al sentir un insoportable olor a quemado. De repente comenzó a sonar la alarma de incendio del edificio. No se cuantos minutos pasaron pero empezó a traspasar el humo por la puerta de entrada y nos empezó a costar respirar. Yo me encontraba tratando de abrir la puerta a la fuerza. Quería ahorcar a Benjamín por haber tirado las llaves por la ventana. 

-Benjamín por favor, ayúdame.-le grité desesperada.

Él no paraba de toser y le estaba costando demasiado respirar. Se sacó su remera y se intentó tapar la cara pero luego me vio a mí y se acercó a taparme la cara con su remera.

-¡AYUDA!-empecé a gritar al borde del llanto.-POR FAVOR, QUE ALGUIEN ME AYUDE.-comencé a darle patadas a la puerta.

Benjamín no paraba de toser y cayó al piso. Ya mucho no lo veía por el humo.

-ESTAMOS ENCERRADOS.-seguí gritando.-EN EL QUINTO.

Comencé a toser yo también. Me empezaba a picar la garganta.

-Emma...-susurró Benjamín.

No le preste atención. Yo seguía pateando la puerta con desesperación e intentando abrirla. De repente sentí un tirón en el brazo y caí encima de él.

-Necesito decirte algo.-dijo con dificultad por la incontrolable tos.



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