Narra Emma:
Al principio me
quedé dura, inmóvil en el lugar. Pero luego corrí hacia la puerta e intenté a
abrirla con todas mis fuerzas. Benjamín se encontraba atrás mío cruzado de
brazos mirándome.
-Es
inútil.-acotó.-No vas a poder abrir, Emma.
-Estás
completamente loco.-dije dándome vuelta nerviosa.-¿Qué logras con todo esto?
-¿Estar con
vos?-preguntó con obviedad y suspiré apoyándome en la puerta.
-No te
conozco.-le dije negando con la cabeza y mirándolo.-Vos no eras así.
-El amor me habrá
puesto así.-me respondió.
-¿Qué amor?-le
pregunté.-No te amas ni a vos mismo, mira lo que sos...
De un momento a
otro lo sentí derrumbarse por dentro. Toda su furia y personaje violento se
esfumó y quedó al desnudo un ser muy triste. Sus ojos transmitían dolor. Todos
sus huesos se relajaron y luego se dejó caer en el sillón. No sé bien que
pasaba por su mente pero su rostro se convirtió en un mar de lágrimas y se
volvió muy débil. Se me puso la piel de gallina y luego me acerqué lentamente,
temiendo que le agarrara un brote de locura.
-¿Qué es lo que
te pasa?-le pregunté sentándome a su lado.
No me respondía.
Creo que no porque no quería sino porque no podía. No le salían las palabras.
Sólo le salía llorar y llorar.
-Yo no soy
así.-sollozó.-No quiero ser así, no quiero lastimarte.
Le acaricié el
pelo. Fue un reflejo, un impulso.
-Lo sé.-le dije e
intenté calmarlo.-Estás fuera de eje, no se por qué.
-No lo sé.-me
dijo.-Supongo que estoy saturado de cosas y problemas.
-Puede ser.-le
respondí.-Pero no es la solución ponerse así.
-Igual no te
importa. Sólo estás pensando en salir corriendo de acá e irte con ese.-me dijo.
-Te quiero y me
importas.-le dije haciendo que me mirara.-Estoy enamorada de él, y sí, no
quiero estar más con vos. Pero no quiero verte mal.
Amagó responderme
pero se quedó en silencio. Su mirada se perdía en las líneas del piso. Por un
momento creí que estaba actuando o que era un intento más de manipulación, pero
cuando alzó la vista y sus ojos se encontraron con los míos, vi una completa
sinceridad. Su mirada tenía un brillo de dolor, de angustia. Las lágrimas
seguían rodando por su mejilla y frenaban en sus labios.
-Perdón.-repitió
varias veces sin poder controlar sus lágrimas.-De verdad estoy arrepentido.
Iba a hablar pero
apoyó su dedo índice de la mano derecha sobre mis labios para impedir que lo
interrumpiera.
-Es verdad que te
engañé.-confesó y suspiró.-Todas las supuestas reuniones de trabajo eran
mentira. Me iba a ver a mi amante.
Eso era algo que
ya sabía y que había sospechado siempre. Capaz al principio no lo quería
aceptar pero luego todo empezó a ser demasiado claro y no me podía hacer más la
ciega.
-También creía
que podía comprarte con cosas materiales, por eso vivía haciéndote regalos.-me
dijo.-Tal vez también era para no sentirme tan mierda y calmar un poco la
culpa.
No entendía como
pasó de estar al borde de un ataque de locura a derrumbarse y confesarme todo.
Nunca me había valorado pero nunca se había comportado tan desequilibrado como
este último tiempo. Estar con él era raro, nunca lo terminabas de
conocer.
-Manipulé a tu
papá para tenerlo de mi lado y que pueda influir en vos a mi favor.-siguió con
sus confesiones.-Hice muchas cosas más que no se sí es necesario sacarlas a la
luz.
-Algunas las sé
muy bien.-le dije.-Creo que me di cuenta de la mayoría pero me hacía la boluda,
porque a veces sos más feliz cuando te mentís y haces como que no ves la
realidad.
-Te diste cuenta
que lo del robo lo organicé yo, ¿no?-se atrevió a preguntarme con vergüenza.
-Sí.-solté.-En
realidad te vi pagándole a uno de los supuestos ladrones.
Agachó la mirada
sin querer mirarme y otra lágrima rodó por su mejilla.
-Perdón,
Emma.-dijo con un hilo de voz.-Perdón. No sé porque actúe de esa manera. Me fui
perdiendo por un camino que sabía que no era el indicado pero sin embargo no sé
por qué seguía avanzando hasta alejarme.
Alzó la vista y
lo miré a los ojos. Lo notaba realmente arrepentido por todo. Por un lado me
partía el alma verlo así, me conmovía; pero por otro no me podía olvidar de
todo lo que había hecho ni dicho sobre mí.
-Dijiste cosas
horribles de mí.-le dije con la mirada perdida.-Para vos soy una pendeja que la
podes manejar como quieras, una inútil, una mujer que la tenes siempre a tus
pies mientras la engañas y te crees que no te va a dejar porque la mantenes
económicamente.
-No pienso
eso.-dijo luego de un silencio.-No pienso eso en verdad. Me metí y me creí el
personaje del hombre que tiene todo el poder y puede hacer y conseguir lo que
quiere. Pensé que tenía todo en mis manos. Eso me hacía sentir bien, me hacía
sentir alguien.
Le iba a
responder, lo iba a contradecir. Pero no me dio tiempo a interrumpirlo.
-Pero me di
cuenta que no.-continuó.-Que lo único que gano lastimando personas es
destruirme a mí, perdiéndome cada vez más en un camino difícil de salir. Genero
en otros odio hacia mí, me voy quedando solo.-dijo y suspiró.-Y yo pensé que
era suficiente mantenerte, que con plata todo se arreglaba. Evidentemente no.
Sabía que quería
hablarme de Santino pero su ego no lo dejaba compararse. Se trababa y no
terminaba de armar la idea que quería transmitir.
-Necesitaba que
alguien se fijara en mí, que alguien me valorara y se enamorara de lo que soy,
sin importarle mis defectos. Alguien que me quitara los miedos y me ayudara a
defenderme y a no depender de nadie. Alguien que me quisiera en
serio.-le dije.-Y en Santino encontré todo lo que necesitaba y me hace bien.
Se quedó en
silencio por unos minutos. Permanecí a su lado. Me daba intriga lo que pasaba
por su mente en esos momentos. Creo que se estaba dando cuenta de muchas cosas.
Yo me sentía nuevamente cerca de un extraño, nunca había visto esa faceta de
Benjamín.
-¿Te acordas el
día en que nos conocimos?-me preguntó de repente mirándome a los ojos.
Asentí con la
cabeza y me agarró de la mano. Suspiró y se volvió a quedar unos segundos en
silencio.
-Aunque no lo
creas, siempre me hiciste bien.-dijo y arquee las cejas.-Yo te protegía, a mi
manera pero lo hacía, y eso me hacia sentir útil. Aparte te miraba a los ojos y
me sentía querido. Tu cariño me hacía bien.
-Lástima que
nunca hubo un ida y vuelta.-le respondí.-Yo daba y no recibía.
-Nunca te
amé.-dijo e hizo una pausa.-Emma, yo nunca estuve enamorado de vos. Pero sí te
quiero.
-Una forma
extraña de quererme tenes.-le dije.-¿Estás seguro de que no sos un hijo perdido
de mi papá?-agregué y apenas rió.
-Son distintas
maneras de querer.-me contestó.-Cada uno hace lo que puede.
-No siempre
alcanza...-acoté.
Me iba a
responder pero ambos nos miramos al sentir un insoportable olor a quemado. De
repente comenzó a sonar la alarma de incendio del edificio. No se cuantos
minutos pasaron pero empezó a traspasar el humo por la puerta de entrada y nos
empezó a costar respirar. Yo me encontraba tratando de abrir la puerta a la
fuerza. Quería ahorcar a Benjamín por haber tirado las llaves por la
ventana.
-Benjamín por
favor, ayúdame.-le grité desesperada.
Él no paraba de
toser y le estaba costando demasiado respirar. Se sacó su remera y se intentó
tapar la cara pero luego me vio a mí y se acercó a taparme la cara con su
remera.
-¡AYUDA!-empecé a
gritar al borde del llanto.-POR FAVOR, QUE ALGUIEN ME AYUDE.-comencé a darle
patadas a la puerta.
Benjamín no
paraba de toser y cayó al piso. Ya mucho no lo veía por el humo.
-ESTAMOS
ENCERRADOS.-seguí gritando.-EN EL QUINTO.
Comencé a toser
yo también. Me empezaba a picar la garganta.
-Emma...-susurró
Benjamín.
No le preste
atención. Yo seguía pateando la puerta con desesperación e intentando abrirla.
De repente sentí un tirón en el brazo y caí encima de él.
-Necesito decirte
algo.-dijo con dificultad por la incontrolable tos.
Tw: @janetroseblog
No hay comentarios:
Publicar un comentario