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jueves, 24 de julio de 2014

Capítulo sesenta y cuatro


Narra Santino:

Me invadía la culpa. No podía dejar de pensar ni un segundo en que hubiera pasado si yo no me hubiera resignado,  si en vez de irme a mi departamento con Bruno y dejarla sola hubiese hecho todo lo posible para sacarla de ahí...Seguramente todo hubiera sido distinto. ¿Y de que valía todo esto ahora? 
Me comporté como un adolescente ofendido porque Emma había elegido quedarse con él, aunque sabía que no era porque ella quería sino porque creía que no le quedaba otra. Salí decepcionado del departamento acompañado por el de seguridad quien me advirtió no volverme a acercar. Ignoré a Bruno que seguramente todavía seguía pensando cómo actuar o qué hacer ante la situación, lo corrí del volante haciéndolo pasar al lugar de acompañante y sin dirigirle la palabra fuimos a mi departamento. Todo lo que pasó después me cuesta recordarlo. Sonó el teléfono de línea y al escuchar la voz de Tania supe que no iba a recibir buenas noticias. Su voz se escuchaba alarmada y precipitada. No pude prestarle atención a casi nada de lo que me dijo, lo único que registré fue que Emma se encontraba en el hospital y eso fue lo que me impulsó a salir corriendo.
Las agujas del reloj avanzaban mientras yo caminaba de un lado al otro por el pasillo del hospital y trataba de procesar tanta información. Observé a Tania quien se hallaba sentada junto a Lourdes y a Josefina. Me sorprendió la presencia de esta última, pero supuse que en estos casos los problemas mínimos se dejaban de lado y el cariño y la preocupación eran más fuertes.
Al entrar a la habitación vi a Emma acostada en una cama, conectada con varios cables y con una máscara de oxígeno. Aún seguía inconsciente. Me acerqué lentamente sin dejar de mirarla y acaricié una de sus manos para luego entrelazar nuestros dedos. Quería que despertara, quería volver a encontrarme con sus ojos color café. Necesitaba ver su sonrisa, esa que cada vez que aparecía me llenaba el alma. 
Las horas pasaban y todo seguía igual. Me encontraba sentado en la sala de espera con la cabeza apoyada en el hombro de Tania. Ambos estábamos cansados pero nos negábamos a irnos, queríamos estar ahí, firmes como soldados, a la espera de una señal. No tardó mucho en aparecer Bruno con comida, pero no pude probar ni bocado, con toda esa situación tenía el estómago cerrado. Lo dejé sentarse al lado de su ex, no para que insistiera en volver ni para aclarar cosas, sino simplemente para que en silencio le diera contención, creo que con su compañía alcanzaba. Comencé a buscar con la mirada a algún médico que nos pudiera adelantar algo cuando me chocó un señor de aproximadamente unos cincuenta años de edad. Se disculpó en seguida pero al ver a Tania detrás mío se me quedó mirando.

-Necesito ver a mi hija.-me soltó con una mezcla de nerviosismo y preocupación.-Soy el papá de Emma.

-Disculpe, no sabía.-le respondí.-Terminó el horario de visitas pero cuando se acerque algún médico le preguntamos si puede pasar. ¿Le parece?

Me miró con algo de desconfianza.

-¿Qué es de Emma usted?-me preguntó con la mirada fija.

-Soy el...-hice una pausa y suspiré.-...un amigo de ella. Mi mejor amigo es el novio de Tania.-y ya ni sabía por qué le estaba dando tantas explicaciones a mi supuesto suegro.

-Ah.-fue lo único que expresó antes de irse a sentar.

No había nada más deprimente que pasar la noche en un hospital. El aroma, el llanto de personas desconsoladas, rostros preocupados, médicos yendo y viniendo y luego un silencio que pesaba. 
Tania se encontraba dormida encima mío cuando se acercó una médica y la desperté al pararme bruscamente. Apoyé una mano en su hombro como modo de disculpas y luego me dirigí a la médica.

-La paciente se encuentra fuera de peligro.-nos informó haciendo que nuestros corazones volvieran a latir.


Narra Emma:

Los párpados me pesaban. Abrí los ojos con dificultad y me encontré con dos rostros familiares. Tania y Santino se encontraban a mi lado, uno de cada lado. Observé toda la habitación sin entender mucho lo que pasaba y luego posé mi mirada en mi cuerpo, el cual estaba enredado con cables.

-¿Cómo llegué acá?-pregunté con voz ronca al sacarme con cuidado la máscara de oxígeno.

Los ojos verdes de Santino tenían un brillo de angustia. Me acarició suavemente la mano con su dedo pulgar.

-Te rescataron rápido los bomberos luego de que te desmayaras, y te trajeron para acá.-me respondió.

-Me asusté mucho, amiga.-expresó Tania acercando una silla para sentarse.-Estuve muy preocupada.

-Estuvimos...todos.-acotó Santino.-Me alegra mucho que estés bien.

Quise decir algo pero comencé a toser.

-No te esfuerces.- me dijo Santino.-Descansa, ya vas a poder contarnos todo.

Cerré por un instante los ojos y recordé lo que me había confesado Benjamín antes de desmayarse. Mi corazón se aceleró al recordarlo. Benjamín tenía un hijo de un año. Lo había tenido con la mujer con la cual me engañaba. Y el motivo por el cual no había asistido a nuestro casamiento era porque el hijo ese día volaba de fiebre y tuvo que ir para estar con él. Me quedé en shock, con los ojos bien abiertos.

-¿Qué pasa?-me preguntó preocupada Tania.-¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Miré a Santino que me miraba expectante y ya había capturado una de mis manos para aferrarla a él con delicadeza.

-Benjamín tiene un hijo.-y lo dije así, sin rodeos, en tono seco, haciendo explotar la bomba.

Ambos me miraron con sorpresa, extrañados y sin poderlo comprender. Ni siquiera les salían las palabras para hacerme preguntas al respecto.

-Me lo confesó antes del desmayo, antes que perdiera la noción.-les dije con un poco de tos.-Y me pidió perdón, tanto por haberme engañado y ocultado todo eso como por haberme dejado plantada en el altar.

-Emma, ¿estás segura de lo que estás diciendo?-me preguntó Tania en tono pacífico pero con cierto temblor.

-Puede ser que hayas alucinado o lo hayas soñado en estás horas que estuviste inconsciente.-dijo Santino.

Revolee los ojos porque no podía comprender como no me creían, como estaban poniendo en duda mi palabra.

-Les estoy diciendo la verdad.-me limité a decir sin querer forzar mucho la voz.

Un profundo silencio reinó en la sala. Sentí una fuerte presión en la mano antes de que Santino la soltara. 
Intenté levantarme de la cama y desprenderme de los cables, pero Santino se apuró a impedirlo.

-Mi amor, ¿qué haces?-me dijo haciendo que me acostara otra vez.-No podes moverte, tenes que hacer reposo.

-Necesito ver a Benjamín.-insistí.-Quiero saber como está.

Ambos cruzaron miradas y agacharon la cabeza. Me invadió una horrible sensación en el pecho.

-¿Qué pasa?-pregunté sintiendo que algo no estaba bien.-¿Cómo está él?-insistí ante el silencio.

El clima se volvió muy tenso...

-Benjamín llegó al hospital muy mal, tenía la respiración muy afectada.-dijo Tania con la mirada puesta en el piso.-Y su cuerpo no pudo resistir.-continuó luego de un suspiro que me puso los pelos de punta.-Falleció.-soltó finalmente con los ojos vidriosos.-Lo siento.

Se me aflojó todo el cuerpo. No era capaz de asimilar semejante información. A Santino le costó mantenerme la mirada, pero lo hizo mientras se acercaba más a mí y me acariciaba el cabello.
Atinó a decirme algo pero permaneció en silencio. Por unos minutos nadie dijo nada. Era una noticia fuerte.


Narra Santino:

Al rato Tania abandonó la habitación para dejarnos solos. Emma tardó en salir del estado de shock y cuando asimiló la noticia las lágrimas fueron incontrolables. Fue un llanto en silencio, raro, con angustia pero raro. Me senté a un costado de la cama y la acurruqué en mi pecho. La acompañé en silencio mientras no dejaba de abrazarla y transmitirle  que no estaba sola.  
Quería alejar a Emma de ese hombre que la hacía mal, quería mantenerlo a kilómetros de distancia. Me generó odio cuando lo tuve frente a frente, le tuve celos cuando me enteré que Emma se iba a casar con él, quise llenarle la cara de dedos con sólo imaginarme sus cuerpos entrando en contacto. Podía llegar a desearle cualquier cosa que lo hiciera abrir los ojos y cambiar de rumbo...pero la muerte no se la deseaba nadie; y menos a él. No era un caso perdido, tenía retorno, podía salvarse. Y luego pensé en esa criatura de un año con tantos sueños que iba a crecer sin un padre, porque Benjamín era la clase de persona que era, pero no dejaba de ser su padre. Cerré los ojos sin querer reflexionar más y dejé escapar esa lágrima que desde que le sostuve la mirada a Emma me estaba pidiendo a gritos salir.


Narra Emma:

La muerte de Benjamín me había desnudado por completo, mi alma sangraba y todo mi ser se encontraba muy sensible. Miles de recuerdos e imágenes me torturaban sin dejarme encontrar La Paz, era una herida abierta que dudaba algún día poder cerrar. Benjamín era una persona oscura y miserable; deseaba que me dejara en paz para estar con Santino. Pero no de esa forma. Jamás se me había cruzado por la cabeza todo esto. Estaba muy angustiada, y en parte era tristeza acumulada. Conviví con él dos años, me hizo sufrir, me hizo odiarlo...pero en el fondo lo quería. Y la última conversación que habíamos tenido se me repetía en la mente como un disco rayado y me destrozaba. Porque justo se tuvo que ir del mundo cuando empezaba a abrir los ojos, a reconocer sus errores, a pedir perdón, a hacerse cargo. Antes de quedar inconsciente me miró con los ojos nublados de lágrimas y su mirada se ablandó por completo, pidiendo ayuda, pidiéndome que lo salve, que lo vuelva a encaminar. Él no quería seguir por ese rumbo, porque además de lastimar al resto se lastimaba a él, y comenzaba a enloquecerse, a vaciarse, terminando en busca de refugio en vasos de whisky o en violencia. Y yo siempre fui el tiro en blanco, en donde él se descargaba, en donde él se sentía alguien, con poder, importante y su autoestima crecía. En el fondo sabía que el a su manera me quería y que era la misma persona que me encontré la primera vez que lo vi. Pero ya no estaba entre nosotros. Y de alguna forma me sentía liberada, aunque me costaba admitirlo. Igualmente nunca iba a poder olvidarme de él y sacarlo de mi vida, porque para bien o para mal, había dejado una huella.
Luego de hacerme varios estudios me dieron el alta. Santino no se separó de mi en ningún momento. No podía amar más a ese hombre, a veces sentía que no lo merecía. Me acompañó al departamento de Benjamín, insistió muchas veces antes para venir él solo a buscar las cosas, pero yo me negué. Necesitaba ir yo para cerrar una etapa de mi vida para siempre. Entramos de la mano y al observar todo me recorrió un escalofrío de pies a cabeza. Por suerte el fuego no había llegado al apartamento. Me solté de Santino y me encaminé lentamente hacia la habitación mientras él buscaba cosas mías en el resto del departamento. Al entrar me temblaron las piernas y apoyé una mano en la pared para no perder el equilibrio. Me tranquilicé y seguí avanzando al ropero para ver si había quedado alguna prenda y llevarme otros objetos que seguían ahí. Lo primero que visualicé fue una caja grande. Me temblaron las manos al agarrarla y la dejé sobre la cama matrimonial. Abrí la tapa dejando a la vista el vestido de novia y las lágrimas empezaron a rodar por  mis mejillas. Una catarata de sentimientos afloraron por todo mi ser y me sentí muy débil, logrando desestabilizarme. Toqué cuidadosamente la tela del vestido, acariciándola y sintiendo su textura, acordándome de la sensación con el roce de mi piel. Apreté mis puños al ver en mi mente como si fuera una película el día del casamiento y todo ese momento horrible que pasé. Quería hundirme en un mar de llanto. Quería tener en frente a Benjamín y golpearlo, insultarlo, sacarme toda la bronca porque esto no lo podía superar. Un llanto de un niño en mi cabeza retumbó, miré el vestido y ya no era yo. Abrí un cajón buscando un encendedor. Y estuve al borde de perder la razón y prender fuego el vestido. Pero algo me frenó, mejor dicho, alguien.

-Emma no, por favor.-exclamó apresurado Santino y me arrancó el encendedor de la mano.-¿Qué pensabas hacer? ¿Te volviste loca?-su respiración estaba agitada como si se hubiese pegado un gran susto.

-Quería prender fuego el vestido para hacer cenizas todos los recuerdos que me torturan y...-fui incapaz de continuar, me quebré en llanto.


Narra Santino:

Me destrozaba verla así. Me sequé bruscamente las lágrimas que se me escaparon porque no quería ponerla peor, y me senté a su lado abrazándola con fuerza, la aferré lo más que pude a mí.

-No vas a verlo más al vestido. Yo me voy a ocupar, pero no hagas locuras.-le dije y me acerqué más a ella para no dejar ni un cm de distancia.

Lloraba desconsolada y cada vez más fuerte, mientras me abrazaba y me clavaba las uñas en la espalda.

-Tranquila, mi amor, tranquila.-le susurré al oído.-Todo va a pasar, te lo prometo.-hundí mis manos en su pelo.-Vas a ser feliz. 


Narra Emma:

No estaba en condiciones de responder nada. Sólo podía llorar y desahogarme. Me hubiera gustado poderle explicar aunque sea un poco de lo que sentía pero era imposible encontrar las palabras. Necesitaba que supiera que nada me reconfortaba más que sus abrazos, que nada me calmaba más que escuchar los latidos de su corazón. Él con su amor me unía todas las partes rotas y me salvaba. 

-Te amo con toda mi alma.-me susurró en el oído cuando logré calmarme un poco.-Te voy a hacer feliz, te lo prometo.

Mi respiración seguía afectada, me iba recuperando de a poco mientras dejaba de llorar y seguía aferrada a él deseando que ese abrazo fuera eterno, que nosotros fuéramos eternos, que nuestro amor fuera eterno. No podía hablar, no me salían las palabras de la boca.
<<Yo también te amo, Santino. Más de lo que creo e imagino. No me sueltes, por favor.>>
Continúe en sus brazos, calmándome con el ritmo de su respiración y quedándome dormida junto a su cuerpo que me aferraba y no me dejaba caer.




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