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domingo, 3 de agosto de 2014

Capítulo sesenta y cinco


Un mes después...


Narra Emma:

La muerte de Benjamín marcó un antes y un después en mi vida. La primera semana fue difícil, había quedado muy movilizada y los recuerdos buscaban enloquecerme. Todas las noches me levantaba sobresaltada y con la respiración afectada debido a pesadillas que se repetían una y otra vez. Y siempre ocurría lo mismo, Santino se despertaba, encendía el velador y me abrazaba, logrando tranquilizarme. 
A los dos días del fallecimiento tuve una visita inesperada, no sé no cómo supo de mí ni cómo logró ubicarme, pero estuve frente a frente con la mujer con la que Benjamín me engañaba. Fue extraño, fue fuerte. Tenía en sus brazos un bebé de un año, muy hermoso por cierto. Al principio solo le presté atención a ella y la escuché atentamente, pero luego reparé en el niño y se me paralizó el corazón. Lo observé con detenimiento y pude ver que tenía los mismos ojos que el padre, tanto la forma como el color. Me atreví a agarrarle una de sus suaves manitos y se me revolvió el estómago. Intenté ser amable porque le creí cuando me dijo que no sabía que yo estaba con Benjamín y mucho menos que pensábamos casarnos. No tenía nada contra esa mujer ni con esa criatura que por desgracia había quedado sin padre, pero no quería volver a verlos, quería cerrar esa etapa y alejarme de todo lo que se relacionaba con ese hombre que tanto mal me había hecho.
Estaba comenzando una nueva vida junto a Santino. Me mudé con él pero no quería ser una mantenida, así que conseguí trabajo. Este consistía en escribir para una sección de una revista. No era lo que me apasionaba, pero me hacía bien sentirme útil y ser independiente. 


Narra Santino:

Me hallaba en la casa de mi hermano, la que estaba alejada de todo y nadie habitaba. Vine con Emma para escaparnos unos días del caos de la ciudad. Lo que no tuvimos en cuenta fue el clima. Salí del baño y la visualicé parada frente a la ventana con la vista perdida en la lluvia. Me acerqué lentamente y la abracé por atrás, apoyando mi pera en su hombro.

-¿En qué pensas?-pregunté rompiendo el silencio.

-En nada.-me respondió luego de un suspiro.

-¿Segura?-insistí.

Giró quedando enfrentada a mí.

-Segurísima.-me dijo mirándome a los ojos.

La besé acercándola más a mi cuerpo.

-En realidad estaba pensando en que vinimos hasta acá y nos tenemos que quedar encerrados por la lluvia.-me dijo cortando el beso.

-¿Y quién dijo que vamos a permitir que la lluvia arruine nuestros planes?


Narra Emma:

Miré por la ventana la fuerte lluvia que ya había embarrado todo y luego lo miré a él que tenía un brillo divertido en los ojos.

-Me asusta lo que puede estar pasando en estos momentos por tu cabeza.-llegué a decirle antes de que me agarrara la mano y me llevara con prisa al piso de arriba.

Entramos a una habitación y abrió un armario revolviendo todo en busca de algo. Sacó dos pilotos y dos pares de botas de lluvia. Lo miré con las cejas levantadas.

-Siempre hay que tener un plan b.-me dijo colocándose las botas.-Esas deben ser tu número.

Me mordí el labio inferior al mirar su entusiasmo. Lo que generaba este hombre en mí no tenía palabras.


Narra Santino:

Una vez listos salimos a la fuerte lluvia. Al principio se me pegó a mí como una garrapata y cerraba los ojos como si el agua que caía fuera tóxica. Pero después se relajó y salimos a caminar olvidándonos que nos estábamos empapando. Estuvimos hablando por un largo rato hasta que empezamos a correr, y lo hacíamos cada vez más rápido sintiendo la adrenalina. Era linda la sensación de correr bajo la lluvia. Hasta que me patiné con el barro y caí de boca. Atrás mío venía Emma y se dejó caer sobre mí. Nos empezamos a reír como dos locos; y es un poco lo que logra los efectos del amor. No dejábamos de reírnos a pesar de tener nuestras respiraciones agitadas. Con cuidado y sosteniéndola me di vuelta para quedar enfrentados. Se rió fuerte al ver mi cara llena de barro. 

-Cosas que te pasan por reírte de mí.-le dije al mismo tiempo que juntaba nuestras caras y luego con mis manos le esparcía el barro por la suya.

Hizo un forcejeo para evitarlo pero ya estaba toda llena de barro.

-Tengo más fuerza que vos, hermosa.

-Siempre odié la lluvia.-me confesó.

-Porque no tenías a alguien divertido como yo para compartirla.-le contesté y le guiñé el ojo.

-No empieces con tu ego.-me dijo intentando ser seria pero se le escapaba una sonrisa.

Suspiré y apoyé mis manos en su cintura, juntando bien nuestros cuerpos.

-Estamos hablando mucho, ¿no?-dije posando mi mirada en sus labios.

Asintió y comencé a besarla mientras la lluvia seguía cayendo intensamente sobre nosotros. Pero lo único que me importaba en ese momento era estar así con ella, amándola a cada segundo y haciéndola feliz.



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