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domingo, 16 de noviembre de 2014

Capítulo noventa y uno


Narra Emma:

Los minutos avanzaban sin pedirnos permiso, pero ninguno de los dos se inmutaba. Me sentía en las nubes. Nuestros labios no querían separarse y nuestros cuerpos se buscaban para acercarse lo más que podían. Sus manos se hallaban en mi cintura, y las mías hundidas en su pelo, atrayéndolo más a mí, como si eso fuera posible. Apenas nos separamos para respirar y noté como sus ojos verdes se prendían fuego. Sonreí sobre sus labios, volviéndolos a unir, sedienta de su dulce sabor. Sus manos subieron lentamente sobre mi espalda y se encargaron de deshacerse de los breteles de mi vestido, entrando en contacto con mi ardiente piel, haciéndome erizar. Le saqué como pude el saco que llevaba puesto, y luego me ocupé de desabrocharle los botones de la camisa. Él, por su parte, terminó de sacarme el vestido y lo dejó por ahí. Me agarró fuerte de la cintura y sin separar nuestros labios, me guio a un pequeño cuarto donde había una sábana en el piso y muchos pétalos de rosas alrededor. Se alejó de mis labios y fue dejándome húmedos besos en el cuello, mientras sentía sus manos apoyarse en mis pechos, llenándome más de deseo. Luego las yemas de sus dedos me provocaron un pequeño cosquilleo al deslizarse por mi espalda para después deshacerse de mi sostén. Me dejó caer con cuidado sobre la sábana y él se ubicó sobre mí, desprendiéndonos del resto de la vestimenta que sobraba.  Besó cada parte de mi cuerpo, con suavidad y lentitud. Mis manos acariciaban su espalda y deseaban pegarlo más a mi cuerpo. Sus labios volvieron a unirse a los míos al mismo tiempo que nuestros cuerpos se convertían en uno.

 

Narra Santino:

No cabía más amor en nuestro ser y los “te amo” ya no eran suficientes;  por más de que a esas dos palabras le agregáramos un sinfín de cursilerías, seguíamos quedándonos cortos. Sus besos eran adictivos y me subían la temperatura corporal, generándome ganas de naufragar por su cuerpo. La llevé hasta la locura y la hice mía con todo el amor que desbordaba de mi alma. Apoyó su cabeza sobre mi torso desnudo con la respiración agitada y envolví su cuerpo con mis brazos. Antes de conocerla no sabía que era posible amar tanto a alguien, creía que las personas que se dedicaban a hablar del tema exageraban o deliraban. Pero ahora comprendo ese sentimiento de no encontrar las palabras para definir lo que sentís por la mujer que amas, y que los latidos de tu corazón aumenten a tal ritmo que creas que se te va a escapar del cuerpo. No tenía dudas de que era el amor de mi vida y de que había tomado la decisión correcta en pedirle matrimonio.

-¿Sos consciente de lo que provocas en mí?-le susurré, acariciándola.-Me tenés completamente hechizado.

-Todavía no salgo del asombro, mi amor. Todo esto es demasiado. No me lo esperaba.-soltó rotando un poco la cabeza para mirarme.

-Te amo tanto…-dije dejando un beso en su pelo y acurrucándola más a mí.

 

Narra Emma:

No supe cuánto tiempo estuvimos ahí acostados en la misma posición, pero me sentía feliz. Cuando nos reincorporamos y nos vestimos, creí que ya nos dirigíamos rumbo al departamento. Pero en los ojos de Santino había una pizca de misterio y presentí que esto no terminaba ahí. Me agarró de la mano y enlazó nuestros dedos. Caminamos hacia su auto que estaba escondido del otro lado del galpón y al subirme me obligó a vendarme los ojos. En el transcurso del viaje no me dirigió la palabra, lo que hizo que me generara más ansiedad. Igualmente estaba relajada, al lado de él nada podía salir mal. El vehículo se detuvo y sentí sus labios en mi mejilla, acto que me hizo sonreír. Me abrió la puerta y me ayudó a bajar. Tomó de mi mano y comenzó a caminar. Escuché un murmullo por lo que supuse que habían más personas en dicho lugar, pero en breve oí sus pasos alejarse. De repente me alzó y me desorienté, no pude imaginarme más nada. Una brisa me acarició el rostro y sentí un cosquilleo en el estómago. Me soltó y luego me destapó los ojos, dejando a la vista ese paisaje tan hermoso y deslumbrante. Estábamos en un yate, navegando por el río y el viento nos despeinaba los cabellos. Por un momento me preocupó el saber de dónde había sacado toda la plata para tantos gastos.

-Se lo pedí prestado a uno de los chicos del equipo.-me respondió como si hubiese leído mi mente.-La tenía que hacer completa.

Permanecí en silencio contemplando tanta paz y tranquilidad.

-¿Es como te lo imaginabas?-se interesó rompiendo la calma.

-No.-dije e hice una pausa estudiando su reacción.- Es aún mejor. Supera cualquiera de mis sueños.-agregué y le sonreí.

Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de la brisa y el río. Me llené de esa energía que se aspiraba en ese hermoso ambiente. Santino me sorprendió apareciendo con dos copas de champagne en sus manos. Me entregó una y se ubicó a mi lado, mirándome fijo.

-Quiero brindar por este amor que crece cada día más y es el motor de mi alma.-me dijo levantando su copa y luego haciéndola chocar suavemente con la mía.

-Yo quiero brindar porque el destino hizo que me encontrara con el amor de mi vida, y porque  me haces inmensamente feliz.-acoté y se le dibujó una sonrisa en el rostro.

-Y por este nuevo camino que vamos a emprender, juntos.-dijo cruzando nuestros brazos para luego tomar un sorbo sin sacarnos los ojos de encima.

Dejamos las copas a un lado y me senté sobre su regazo. Él me rodeó con sus brazos y apoyó su mentón sobre mi hombro. Nos quedamos por un largo rato sin decir nada mirando al horizonte.

 

Narra Santino:

El anochecer nos encontró casi en la misma posición y en el mismo lugar. No nos importó mucho la hora, estábamos disfrutando demasiado ese instante. Nos recostamos en el piso del yate a observar las estrellas. La noche estaba preciosa y tenía un toque muy romántico, como si todo estuviera perfectamente planeado para nosotros dos. La tenía a Emma tan cerca, que casi podía sentir su respiración. El silenció se rompió con un par de comentarios y en efecto la risa que le provoqué. Era tan feliz a su lado, y más escuchándola reír. Pasamos un buen rato con la vista solo fija en el cielo despejado, mirando cada una de las estrellas y dejando que nuestras mentes fluyan.

-¿Estás muy segura de querer que me convierta en tu marido?-le pregunté de repente, sacándola de sus pensamientos.-Mira que luego no hay devolución.-agregué y pude ver la sonrisa que se le asomó.

-Estoy completamente segura.-afirmó y volteó para mirarme.-Con vos hasta el fin del mundo.

-Hasta la eternidad.-la corregí, girando y quedando sobre su cuerpo.

Sus ojos color café provocaron que mi corazón comenzara a latir con velocidad. Me detuve por unos segundos a observar ese brillo especial que tenían y a sentir que podía ver más allá de ellos, como el reflejo de su alma. Me mordí el labio inferior y luego capturé sus labios con mucha ternura. Indudablemente, ese día quedaba para el recuerdo.

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