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sábado, 10 de mayo de 2014

Capítulo cincuenta y uno


Narra Emma:

Una vez que le conté todo me dejó ir. Y le conté exactamente todo y con detalles. Hasta lo que nunca me animé a hablar con otra persona. Me escuchó atentamente. Algunas cosas le sorprendieron, otras no tanto. Y varias lo ayudaron a comprender ciertas actitudes mías y a entender por qué es que no puedo terminar de una vez por todas con esa relación.


Narra Santino:

Me dejó pensativo. No quise dejarla ir pero insistió que sabía como manejarlo y que debía irse, al menos por hoy. Estaba dejando que la mujer que amo conviva con un hombre oscuro que la manejaba como una marioneta y la obligaba a hacer lo que se le antojara, tratándola como cualquier cosa menos como una mujer.


Narra Emma: 

Al bajar del taxi y caminar hasta el departamento vi algo que no pude creer, me quedé paralizada. A lo lejos se encontraba Benjamín hablando muy amigablemente con...¿Uno de los hombres que entraron a robar ayer? Sí, al acercarme un poco lo pude reconocer bien. Su altura, su barba candado, su pelo morocho ondulado y ese tatuaje de una estrella en la mano lo delataban. Le entregó un sobre que al parecer contenía dinero y el hombre sonrió. Tragué saliva y atiné a desaparecer rápido antes de que me vieran.  


Narra Santino:

Con todo lo que había pasado se me había olvidado que era Viernes. Necesitaba despejar un poco mi cabeza, necesitaba una buena salida con mis amigos. Me comuniqué con ellos para arreglar bien todo, y me aseguré que Bruno viniera sin Tania.


Narra Emma:

Me costó abrir la puerta del departamento de los nervios. Una vez dentro empecé a caminar de un lado para el otro sin saber que hacer. Miles de imágenes invadían mi mente. No podía ser cierto. ¿Realmente Benjamín era capaz de pagarle a unos hombres armados para que nos vengan a robar? Y yo como una estúpida le creí. Pensé que aunque sea un poquito le importaba. 
El ruido de las llaves me sobresaltó de los pensamientos. Tenía que fingir que estaba todo bien, que no había visto nada. Respiré hondo y cambié la cara.

-Hola, amor.-me dijo al entrar.-¿Preparaste la cena?

Por unos segundos me tildé en su rostro. Lo miraba y sentía que estaba frente a un desconocido.

-No tuve tiempo.-le respondí desviando la mirada.-Ahora la preparo.

-Intenta apurarte porque estoy agotado.-me dijo sacándose la corbata y tirándola en el sillón.-Me voy a bañar.

Se dirigió al baño y lo seguí con la mirada hasta que lo vi entrar y cerrar la puerta. Cuando escuché el sonido de la ducha mi vista se clavó en su saco, que se encontraba colgado en el perchero de la entrada. Dudé pero luego me acerqué y le revisé los bolsillos en busca de su celular. Al encontrarlo verifiqué que no tenía contraseña y miré tanto los mensajes de entrada como los de salida. 

"Mono, necesito de tus servicios. Tengo un trabajito para ustedes"  

"A tu disposición, jefe"

 "Salió todo bien. La pendeja se creyó todo. Ya la tengo nuevamente de mi lado"

 "Perfecto. Seguí con el circo, y hace lo que falte para convencerla"

 "Ya me la cogí"

Una bronca me recorrió cada parte de mi ser. Mordí con fuerza y me contuve las ganas de ir a ahogarlo bajo la ducha.

-Que hijo de puta.-mascullé con odio.

Dejé de escuchar la lluvia de la ducha y rápidamente dejé el celular donde estaba. Caminé ligero hacia la cocina y me puse a cocinar algo rápido.


Narra Santino:

Me bañé y me cambié. Luego me puse a acomodar un poco el departamento, ya que era el lugar donde íbamos a hacer la previa. Extrañaba mucho estas juntadas y estas salidas.


Narra Emma:

Me sentía insegura en ese departamento. Ya no sabía de lo que era capaz de hacer Benjamín. Los nervios no me estaban jugando a favor en la cocina. Me temblaban las manos.
Sentí unos pasos que se acercaban hacia mí y me di vuelta. Estaba Benjamín vestido y con su celular en la mano. Tragué saliva. Capaz se había dado cuenta que se lo había revisado.

-Me acaban de avisar que tengo que viajar por trabajo.-me comentó.-Me voy todo el fin de semana.

Me volvió el alma el cuerpo. Suspiré aliviada y me miró algo extraño.

-¿No cenas acá?-me interesé.

-No, no.-me respondió mirándome dubitativo.

Me observó y me miró fijo. Me puse un poco tensa.

-¿Qué pasa?-le pregunté al ver que no me sacaba la mirada de encima.

-Estás rara.-me dijo mirándome como si mis ojos le fueran a revelar algo.

Me corrió un escalofrío por el cuerpo.

-Estoy normal.-le respondí y me volví a dar vuelta agarrando la olla. 

No dijo nada. Luego se acercó lentamente y deslizó su mano por mi brazo derecho. Por un segundo se me cortó la respiración. Me corrió el pelo de la cara y al sentir sus labios en mi cuello pegué un salto para atrás, soltando la olla. Su mirada fue a parar en sus zapatos que quedaron manchados con la comida que estaba preparando.

-Perdón, perdón.-me disculpé cerrando los ojos sin querer ver su expresión.-Ahora te los limpio.-agregué volviéndolos a abrir.

-Está bien. No importa.-dijo aunque estaba molesto.-Me pongo otros.-agregó yendo a la habitación.

Me puse a limpiar el desastre que había causado. Al terminar apareció Benjamín con otros zapatos puestos y su bolso en la mano. Se despidió y se retiró. 
Se cerró la puerta y me volvió la tranquilidad. Miré la olla casi vacía y suspiré. La dejé ahí y me fui a la habitación. Al fin y al cabo no tenía hambre.



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