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sábado, 18 de octubre de 2014

Capítulo ochenta y dos


Narra Emma:
 
Desde el instante en que Santino se enteró que nunca más iba a jugar al fútbol, no volvió a hablar. No me respondía ni a mí ni a ninguno de sus familiares, era como hablarle a una pared. Permanecía en silencio y con la mirada perdida. Realmente estábamos muy preocupados.

Le colocaron botas en las piernas y lo sentaron en una silla de ruedas. Su familia me acompañó hasta el departamento para así ayudarme a subirlo a la habitación para que descansara. Al entrar al apartamento fijó su vista en un rincón donde reposaba la valija. Apretó sus puños con fuerza y noté como se desgarraba por dentro. Al subirlo a la habitación, nos hizo señas de que lo dejáramos sólo. Dudé al principio pero terminé accediendo a su pedido. Tal vez necesitaba un segundo de paz para asimilar toda la situación.

                                        
Narra Santino:

No podía entender por qué estaba pasando por esto. Todo en mi vida iba de maravillas, la vida me sonreía plenamente y yo me dejé envolver por ese estado de ensoñación y felicidad. Me encontraba volando en ese ambiente perfecto sin saber que iba a caer en picada, y el golpe iba a ser muy duro. De un momento a otro todo se había derrumbado. Y está bien, si digo “todo” suena muy exagerado, y sé que tengo mil cosas por las cuales agradecer. Pero estoy inmerso en un estado de bronca e impotencia, de tristeza y de depresión. Estaba a nada de cumplir mi gran sueño, lo tenía ahí al alcance de mi mano, y de repente me lo sacaron, me alejaron completamente. Y es una sensación horrible, me arrancaron esa sonrisa inexplicable que tenía al despertarme. Estaba con un pie en el avión, pero la vida es demasiado injusta, y todo se fue al pasto. El fútbol significa mucho para mí, no es un simple deporte. Y el no poder volver a jugar equivale a que me hayan cortado las piernas. Una parte de mí murió con esa pasión, con esa despedida, con ese "nunca más". Y no tengo ganas de hablar con nadie. Porque no me sirve de nada que las personas me intenten levantar el ánimo y comiencen con un "te entiendo". Porque es una estúpida mentira. No pueden entenderme porque no les pasó, porque no lo están sintiendo, no lo están viviendo en carne propia. Entonces no pueden dar ningún tipo de opinión, porque no es válido. Y tampoco quiero generar lástima en los demás por estar postrado en una silla de ruedas. Todo esto era horrible. Y seguía sin poder sacarme de la cabeza el recuerdo de la mirada llena de odio de Lautaro y su sonrisita macabra. Aún retumbaba en mi cabeza su voz diciendo "¿Quién es el fracasado ahora?" Y me daba tanta impotencia que tenía ganas de ir a buscarlo y de pegarle con toda mi furia, descargándome, hasta que quedara sobrepasado de sangre y me suplicara que frenara. Pero no me podía rebajar a su nivel. Seguía sin entender como había podido hacer lo que hizo. De él me imaginaba mil cosas, pero realmente esto había sido demasiado, y me preocupaba la cantidad de odio y resentimiento que acumulaba hacia mi persona. No tanto por el hecho de que me pudiera hacer otra cosa, sino porque me daba lástima que fuera una persona tan miserable e infeliz.


Narra Emma:

Me encontraba en el living junto a los padres de Santino. Mora estaba sentada en el piso jugando con Gala. El resto de la familia se había retirado para no invadir, y prometieron volver cuando su hermano estuviera más calmo. Toda esta situación me destrozaba. Me estaba matando verlo a Santino en ese estado. Su madre también estaba triste, sabía bien que el viaje a Madrid era el sueño más grande de su hijo, y tenía cierta conexión con él, por lo que podía sentir todo ese sufrimiento que lo estaba torturando.


Narra Santino:

La tristeza que sentía comenzó a convertirse en furia. Me empecé a llenar de bronca y tenía ganas de destrozar todo lo que estuviera a mi alcance, sin importarme ni su valor económico ni sentimental. Estaba desbordado, desequilibrado, fuera de eje. Necesitaba descargarme de alguna manera, gritar, dar puñetazos, romper, llorar, algo. Realmente lo necesitaba, y mucho. Miré mi muñeca, todavía llevaba la pulsera que me había entregado mi hermana menor, minutos antes del partido. Recordaba su mirada de inocencia y su sonrisa acompañada de su tierna voz diciendo "Para que te de suerte en el partido". Cerré mis ojos con fuerza. ¿Por qué? ¿Por qué me tenía que pasar esto? Y si estaba escrito que tenía que pasarme, ¿no podía pasar luego de cumplir mi sueño? ¿Por qué ahora? ¿Por qué?

 

Narra Emma:

La familia de Santino abandonó el apartamento. Me dirigí a la cocina con intenciones de preparar la cena cuando algo me frenó. Gritos, llantos y golpes provenían de la habitación de Santino. Corrí y rápidamente subí las escaleras para ver lo que ocurría. Lo encontré de espaldas con un llanto contenido y temblando como un barco de papel. Miré alrededor y todo estaba tirado o roto. Lo vi con intenciones de atacar las copas de campeonatos de fútbol, pero me apresuré a alejarlas antes de que se arrepintiera. Me acerqué a él y lo di vuelta para mirarlo. Me encontré con sus ojos rojos y no pude evitar frenar la lágrima que se me escapó. 

-Eu, tranquilo.-dije secando sus lágrimas.-Mi amor...-agregué acariciando su mejilla.

Se intentó tranquilizar pero me esquivó la mirada.

-Ya sé que no queres hablar.-acoté.-Pero al menos escúchame.

Negó con la cabeza y suspiré, arrodillándome delante de él.

-¿Te vas a pasar toda tu vida encerrado en vos mismo y sin hablar con nadie?-le pregunté.-Santi, es horrible todo lo que está pasando, lo sé. Pero la vida sigue. Tenes una familia hermosa que te adora, amigos que dejaron la vida en la cancha simplemente para poder llevarte la copa…-dije tras un silencio y me miró.-Y estoy yo que te amo y quiero que estés bien. Te voy a acompañar en todo esto, y vas a salir adelante, ¿sí?

Permaneció en silencio sin intenciones de responderme. Pero lo dejé, no quería presionarlo. Lo ayudé a acostarse en la cama y bajé nuevamente a preparar la cena.

Narra Santino:
Era demasiado molesto no poder mover las piernas, y depender de los demás. Miré al techo mientras dejaba a mis pensamientos navegar. Quería que la operación fuera lo antes posible, necesitaba al menos volver a caminar. Si no me iba a terminar volviendo loco. Bajé mi vista y visualicé uno de los objetos más preciados que tenía en la habitación.


Narra Emma:
No sabía cómo podía hacer para que Santino se sintiera mejor. Me partía el alma verlo tan deprimido y frustrado. Hubiese dado hasta lo que no tengo para que no tuviera que pasar por todo esto, pero lamentablemente no pude hacer nada para evitarlo. No entendía como cabía tanta maldad en una persona como Lautaro. Me gustaría saber qué se le pasó por la cabeza para hacerlo, sin pensar en las consecuencias. Además, seguramente él tampoco pueda jugar más al fútbol, al menos en equipos o torneos, ya que con lo que había hecho, que estaba a simple vista de todos que fue algo a propósito, iba a estar eternamente suspendido. 
                                                                       Terminé de preparar la cena y la puse en una bandeja. Cuando entré a la habitación, Santino se encontraba completamente dormido, abrazado con fuerza a una pelota de futbol, como si no quisiera soltarla nunca jamás.

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