Vistas de página en total

jueves, 30 de octubre de 2014

Capítulo ochenta y siete


Un mes después…

 

 

Narra Emma:

 

Todo había vuelto a la normalidad. Santino ya caminaba y volvía a la rutina de la facultad; tenía que estudiar mucho, ya que se le venían los exámenes encima. Yo estaba enfocada en mi trabajo, tenía mucho qué hacer. Igual ambos encontrábamos ratitos para ponernos a trabajar en nuestro proyecto del dúo, para el cual estábamos preparando nuestras propias canciones. 
Estos últimos días me estaba llevando bien con mi papá, y creo que en cierto punto ambos lo necesitábamos. Y más en este mes que se cumplía un año más que mi mamá ya no estaba entre nosotros. La tenía presente siempre, pero en estos días la sentía un poco más cerca, y a la vez más lejos. Sé que su muerte lo afectó mucho a mi papá, él cambió mucho cuando enviudó. Por eso sentía que lo debía entender y perdonarlo por todos sus errores, tenerle paciencia. No hacía las cosas con maldad, simplemente convivía con el dolor. En todos estos años no volvió a mirar a otra mujer, y dijo que pensaba serle fiel hasta que se volvieran a encontrar. Yo también la extrañaba, y mucho. Habían esos días en que sólo necesitaba un abrazo reconfortante que ella bien sabía dar. A veces me preguntaba por qué Dios se la había llevado tan temprano, por qué no me la dejó disfrutar más años. Pero después razono, y agradezco haberla conocido y poder haber compartido cada uno de esos momentos que llevo para siempre en mi corazón. Y sé que en donde quiera que esté me está cuidando. Es ese ángel que me protege, y que por las noches veo reflejado en las estrellas.

 

 

Narra Santino:

 

Sentado en uno de los bancos del aula de la facultad, poniéndome al día con cada una de las materias. A veces me preguntaba cómo hacía para estudiar y además hacer otras miles de cosas. No sabía cómo hacía para que me alcanzara el tiempo, y tampoco comprendía como todavía no me había rendido y había abandonado antes de llegar al título.                                                                                                
Estaba contento y entusiasmado por todas las puertas que se me estaban abriendo. Lo del dúo con Emma era hermoso, no sabía por qué no se me había ocurrido esa idea antes. Y lo de entrenar al equipo me gustaba. Estaba descubriendo ese mundo de dirigir desde afuera de la cancha, de ver todo desde otro ángulo. Igual, no es de creído, pero sin Bruno y sin mí en el plantel, iban a tener que entrenar duro; pero les tenía fe. Hablando de mi mejor amigo, su vida había cambiado de rumbo. Estaba teniendo mucho éxito en Madrid y se le había presentado una gran oportunidad, pero se tenía que quedar a vivir allá. Eso provocó que se viera acorralado entre la espada y la pared. Entre el amor de su vida y su gran sueño. ¿Cómo se hacía para elegir entre las dos cosas que más amaba? Era difícil. Estuvo varios días volviéndome loco con video llamadas y dándole vueltas al asunto. Pero finalmente, había llegado a una decisión.

 

 

Narra Emma:

 

Cuando Tania se enteró que Bruno se quedaba a vivir en Madrid sintió como una puñalada. Ella también se veía en la difícil decisión de qué hacer con esa relación. Lo entendía y no quería ponerse en el lugar de egoísta y cortarle las alas. También lo apoyaba en todo eso, y deseaba que le siguiera yendo bien y que alcanzara sus objetivos. Pero por otro lado estaba ella. Estuvo varios días analizando diferentes posibilidades, pero ninguna le cerraba. Pensó en irse a vivir allá con él, pero por acompañarlo a él en sus proyectos, estaba abandonando los suyos, que se encontraban acá. Y ella no quería abandonar su carrera universitaria ni su vida. También evaluó lo de mantener la relación a distancia, pero le convenció menos. No lo iba a soportar, no creía que funcionara. Así que con todo el dolor del mundo, llegaron juntos a la conclusión de que por más de que se amaban, sus vidas ya no iban en la misma dirección. Y tomaron la decisión de soltarse, de cada uno seguir su camino, de terminar la relación. Lloró por varios días, en los que estuve ahí, al pie del cañón, acompañándola. Días después recibió un sobre, con unos pasajes a Madrid para dos semanas, y una carta en la que Bruno le pedía que al menos tuvieran una despedida, para cerrar bien ese amor. Hacía ya una semana que había vuelto pero todavía no la había visto, ya que estuvo a mil con la facultad. Pero hoy iba a ir a verla.

 

Narra Santino:

Extrañaba a mi mejor amigo, pero al mismo tiempo estaba feliz. Sabía lo que significaba todo esto para él, y también que era más de lo que había soñado. Me alegraba porque realmente se lo merecía. Y estaba pensando ir a visitarlo a fin de año, y de paso verlo triunfar en los estadios de Madrid. Con respecto a su ruptura con Tania, me daba pena que no hayan podido encontrar otra solución. Sabía bien que a ninguno de los dos le agradaba la idea de separarse, de decirse adiós. Tampoco me gustaba verla mal a ella, era una gran persona y la quería mucho. Pero no podía hacer nada, me tenía que mantener al margen, era algo de ellos. Por un segundo me puse a pensar que hubiera pasado si yo hubiese viajado y se me hubiese presentado la misma oportunidad. ¿Qué hubiera elegido? Me encontré en una gran incertidumbre y finalmente dejé el tema ahí. No iba a enroscarme con algo que no tenía sentido pensar porque no me estaba ocurriendo.

 

Narra Emma:

Me hallaba en la habitación de Tania. Detalladamente me contó acerca de sus dos semanas en Madrid junto a Bruno, quien ahora era su ex. Partes de su relato me generaba cierto escalofrío, me lo imaginaba al estilo película. Disfrutaron cada segundo haciendo que cada día fuera inolvidable. Por un instante se me pasó por la cabeza el qué hubiera pasado si yo estuviera en esa situación con Santino; realmente sería muy difícil superarlo.

-Y la última noche fue única.-continuó con su relato.-Fue algo mágico, más especial que nuestra primera vez. Cada beso, cada roce estaba acompañado por miles de palabras que no nos salía decir. Tenía ese gusto a última vez, a despedida. Era encontrarme con su mirada y que se me pusieran los ojos vidriosos, pero al mismo tiempo sentir amor y placer. Todo era lento, pausado; y por momentos desesperado, por esas ganas incontrolables de no querer separarnos.

La escuchaba atentamente. Y también notaba como su voz temblaba al pronunciar cada palabra.

-A la mañana siguiente llegó el momento más difícil. Me acompañó al aeropuerto, fuimos agarrados de la mano. Conversamos cómo si fuera un día normal, un día más. Pero cuando tuve que partir, el aire se tensó. Nuestras miradas se encontraron y nos abrazamos fuerte, muy fuerte. Luego me separé, volviendo a cruzar miradas, y nos dimos un último beso. Después caminé todo derecho y no me animé a voltear, tampoco contuve las lágrimas hasta subir al avión.-cerró los ojos y los volvió a abrir.-Y ese fue el final de nuestro amor.

Me sequé la lágrima que se me había escapado; y la abracé, sabía que era lo que ella más necesitaba.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario