Vistas de página en total

jueves, 16 de enero de 2014

Capítulo nueve


Narra Emma:

Nos encontrábamos jugando con una pelota chiquita de goma roja. De repente me quedé tildada, observándolos a ellos dos. Franco tirándole la pelota y cayendo encima de él, y Santino agarrándolo y riéndose. Se le iluminaba la cara al tenerlo cerca. La escena me daba mucha ternura.

-¿Qué pasa?-me preguntó, dándose cuenta de mi estado.

-No, nada.-le respondí, volviendo a tierra.

-¿Le tiramos la pelota a Emma?-le preguntó al nene, y me miró con una sonrisa, la cual le devolví.

-Hola hermoso.-le dije a Franco, acercándome y acariciándole la cabeza.-¿Me pasas la pelota?

El nene había quedado inmóvil, sólo movía su cabeza mirándome primero a mí y luego a él.

-¿Qué te pasa loquito?-le preguntó agarrándolo y acostándolo.-Vienen las cosquillas.-agregó comenzando a hacerle y se reían los dos.


Narra Santino:

Lo llené de cosquillas mientras él se descostillaba de la risa. En un momento frené y me lo quedé mirando, y él me señaló a Emma.

-¿Qué pasa con ella?-me interesé.-Ah, ¿vos decís que ella también quiere cosquillas?-agregué viendo la picardía de su mirada.

Él asintió con la cabeza y corrí mi mirada hacia ella, quien me miraba con una expresión como dando a entender que yo no le iba a hacer caso al nene. Pero cuando me meto en el juego infantil me convierto en un niño más. Y ahí estaba, haciéndole cosquillas, que al parecer, tenía más de las que yo creía. 

-Santi basta.-me dijo entre risas, y no pude evitar sonreír al escuchar ese "Santi" de su boca.

-Veo que ya pasamos por completo la barrera de los desconocidos.-le dije mirándola a los ojos, y seguí con las cosquillas.

Estaba en su ataque de moverse para todos lados, cual niña de 5 años, y en sus bruscos movimientos caí sobre ella. La miré a los ojos y me recorrió por el cuerpo la misma sensación que la noche en que la llevé a su casa y al acostarla en la cama terminamos en la misma posición. Sólo que ahora se le sumaban los latidos acelerados de mi corazón. La risita de mi sobrino me hizo reaccionar y salí de encima de ella.

-Perdón.-me disculpé.-¿Estás bien?

-Sí, no pasó nada.-me respondió con un tono de voz tranquilo, aunque no se la notaba igual.


Narra Emma:

Al tenerlo tan cerca sentí algo que nunca antes había sentido, y me incomodó un poco. Simulé estar normal y me levanté del piso, agarrando mis cosas.

-¿Ya te vas?-me preguntó, aún sentado en el piso.

-Sí, se me hace tarde.-contesté encaminándome a la puerta.-Decile gracias de mi parte a tu hermana.

-¿Segura que no queres esperar un poco más?-insistió, acercándose a donde estaba. -Debe estar por venir.

-No puedo, tengo que ir a la modista.-le respondí.-Por el vestido de casamiento.-agregué luego de una pausa.

-Ah.-expresó cortante.- Entonces no te hago demorar. Gracias por venir.-agregó y apenas sonrío. 

-Gracias a vos por tu atención de siempre.-le dije saludándolo.-Chau Fran.-agregué mirando al nene que ya se estaba moviendo por toda la casa, y me fui. 


Narra Santino:

Cerré la puerta y me quedé con una mala sensación en el pecho. Comenzaba a sentir cosas fuertes por ella, pero se iba casar y su mente estaba en el vestido de novia. Y no me molestaba el hecho de que se casara, porque si fuera un hombre que la hacía feliz, yo me la bancaba. Pero no era el caso, ella no estaba bien a su lado, y me daba bronca verla mal. Ver que mi sobrino y mi perra estaban en una batalla por la pelota en el medio del living, me hizo dejar a un lado las reflexiones. 

-¡Gala!-grité, retándola al no querer devolverle la pelota a Franco. 


Narra Emma:

Caminé un par de cuadras de la vereda que daba el sol. Fue muy extraño lo que sentí al tener a Santino tan cerca. No lograba sacar esa imagen de mi mente. Suspiré mientras llamaba a Tania por celular y le pedía que me acompañara a la modista. Acto seguido me tomé un taxi.


Narra Santino:

Al parecer mi hermana estaba tardando más de lo previsto en hacer los trámites. Las agujas del reloj que se encontraba colgado en una de las paredes del living avanzaban. Me iba a tener que quedar de noche haciendo las cosas de la facultad, y si se seguía demorando me iba a perder el entrenamiento de fútbol.
Me llevé a Franco a la habitación y le prendí la tele para que vea los dibujitos, así yo podía ir adelantando cosas de la facu.


Narra Emma:

Me encontré con Tania en la puerta de la modista e ingresamos. Mi vestido ya estaba casi listo, sólo le faltaban los últimos ajustes. Me miré en el espejo enorme que había en el lugar e intenté imaginarme entrando a la Iglesia y caminando hasta el altar. Toda la vida soñé con este momento, y ahora que estaba por ocurrir me daba miedo.

-Te queda hermoso.- comentó Tania, quien se encontraba a mi lado.

-Gracias, amiga.- le dije, aún con la mirada perdida en el espejo.

-¿Estás segura de casarte?.- me preguntó de repente.

-Sí.- le respondí luego de un silencio.

Al salir de ahí fuimos a tomar un café y me puso al día con sus salidas con Bruno. Luego de hablarme un montón sobre él y de cómo se llevaban, se interesó por saber como me caía el amigo, y le conté, aunque pocas cosas y sin entrar en detalle, que me había quedado a dormir en su casa la noche después de la fiesta.


Narra Santino:

Mucho no pude adelantar, ya que el inquieto de mi sobrino no me lo permitió. Me acosté en la cama con él y cuando se estaba por quedar dormido, sonó el timbre.

-Perdón que tardé tanto, se me complicó.- se disculpó mi hermana, apenas le abrí la puerta.

-No hay problema, se portó re bien Fran.- le respondí, con el nene a upa.
-Mil gracias, Santi.- me dijo agarrando al nene, que estaba un poco dormido.

-De nada.- acoté.- Ah, la ropa que me prestaste.- agregué yendo a buscar la bolsa y dándosela.

-Buenísimo, ¿Le sirvió a tu amiga?.- se interesó.

-Sí, le vino re bien la ayuda.- le dije.- Te dejo que me tengo que ir a cambiar para ir a entrenar, después hablamos.

-Dale, no te molesto más.- me dijo saliendo.- Llama a mamá después que quería hablar con vos.- agregó al irse.


Narra Emma:

Al llegar al departamento me encontré con una sorpresa. Estaba mi papá en la puerta esperando a que llegara. Le abrí y subimos. Al entrar observó todo con detenimiento, siempre quería tener el control.

-¿Queres tomar algo?.- le pregunté mientras lo hacía pasar a la cocina.

-Un café, te acepto.- me respondió.- ¿Cómo va todo lo del casamiento?

-Bien, ya tenemos casi todo listo.- le contesté.- Y recién vengo de la prueba del vestido.

-Perfecto.- acotó.- Yo ya tengo el traje para entrar con vos a la Iglesia.- agregó y sonrío.

No se quedó mucho tiempo y tampoco tuvimos muchos temas de conversación. Mi relación con él no era muy buena. Además, sabía que su visita no era para preguntarme como estaba o para conversar de la vida. Había venido por un solo motivo: controlar el casamiento. 



TWITTER: @janetroseblog

No hay comentarios:

Publicar un comentario