Narra Emma:
Nos encontrábamos
jugando con una pelota chiquita de goma roja. De repente me quedé tildada,
observándolos a ellos dos. Franco tirándole la pelota y cayendo encima de él, y
Santino agarrándolo y riéndose. Se le iluminaba la cara al tenerlo cerca. La
escena me daba mucha ternura.
-¿Qué pasa?-me
preguntó, dándose cuenta de mi estado.
-No, nada.-le
respondí, volviendo a tierra.
-¿Le tiramos la
pelota a Emma?-le preguntó al nene, y me miró con una sonrisa, la cual le
devolví.
-Hola hermoso.-le
dije a Franco, acercándome y acariciándole la cabeza.-¿Me pasas la pelota?
El nene había
quedado inmóvil, sólo movía su cabeza mirándome primero a mí y luego a él.
-¿Qué te pasa
loquito?-le preguntó agarrándolo y acostándolo.-Vienen las cosquillas.-agregó
comenzando a hacerle y se reían los dos.
Narra Santino:
Lo llené de
cosquillas mientras él se descostillaba de la risa. En un momento frené y me lo
quedé mirando, y él me señaló a Emma.
-¿Qué pasa con
ella?-me interesé.-Ah, ¿vos decís que ella también quiere cosquillas?-agregué
viendo la picardía de su mirada.
Él asintió con la
cabeza y corrí mi mirada hacia ella, quien me miraba con una expresión como
dando a entender que yo no le iba a hacer caso al nene. Pero cuando me meto en
el juego infantil me convierto en un niño más. Y ahí estaba, haciéndole
cosquillas, que al parecer, tenía más de las que yo creía.
-Santi basta.-me
dijo entre risas, y no pude evitar sonreír al escuchar ese "Santi" de
su boca.
-Veo que ya
pasamos por completo la barrera de los desconocidos.-le dije mirándola a los
ojos, y seguí con las cosquillas.
Estaba en su
ataque de moverse para todos lados, cual niña de 5 años, y en sus bruscos
movimientos caí sobre ella. La miré a los ojos y me recorrió por el cuerpo la
misma sensación que la noche en que la llevé a su casa y al acostarla en la
cama terminamos en la misma posición. Sólo que ahora se le sumaban los latidos
acelerados de mi corazón. La risita de mi sobrino me hizo reaccionar y salí de encima
de ella.
-Perdón.-me
disculpé.-¿Estás bien?
-Sí, no pasó
nada.-me respondió con un tono de voz tranquilo, aunque no se la notaba igual.
Narra Emma:
Al tenerlo tan
cerca sentí algo que nunca antes había sentido, y me incomodó un poco. Simulé
estar normal y me levanté del piso, agarrando mis cosas.
-¿Ya te vas?-me
preguntó, aún sentado en el piso.
-Sí, se me hace
tarde.-contesté encaminándome a la puerta.-Decile gracias de mi parte a tu
hermana.
-¿Segura que no
queres esperar un poco más?-insistió, acercándose a donde estaba. -Debe estar
por venir.
-No puedo, tengo
que ir a la modista.-le respondí.-Por el vestido de casamiento.-agregué luego
de una pausa.
-Ah.-expresó
cortante.- Entonces no te hago demorar. Gracias por venir.-agregó y apenas
sonrío.
-Gracias a vos
por tu atención de siempre.-le dije saludándolo.-Chau Fran.-agregué mirando al
nene que ya se estaba moviendo por toda la casa, y me fui.
Narra Santino:
Cerré la puerta y
me quedé con una mala sensación en el pecho. Comenzaba a sentir cosas fuertes
por ella, pero se iba casar y su mente estaba en el vestido de novia. Y no me
molestaba el hecho de que se casara, porque si fuera un hombre que la hacía
feliz, yo me la bancaba. Pero no era el caso, ella no estaba bien a su lado, y
me daba bronca verla mal. Ver que mi sobrino y mi perra estaban en una batalla
por la pelota en el medio del living, me hizo dejar a un lado las
reflexiones.
-¡Gala!-grité,
retándola al no querer devolverle la pelota a Franco.
Narra Emma:
Caminé un par de
cuadras de la vereda que daba el sol. Fue muy extraño lo que sentí al tener a
Santino tan cerca. No lograba sacar esa imagen de mi mente. Suspiré mientras
llamaba a Tania por celular y le pedía que me acompañara a la modista. Acto
seguido me tomé un taxi.
Narra Santino:
Al parecer mi
hermana estaba tardando más de lo previsto en hacer los trámites. Las agujas
del reloj que se encontraba colgado en una de las paredes del living avanzaban.
Me iba a tener que quedar de noche haciendo las cosas de la facultad, y si se
seguía demorando me iba a perder el entrenamiento de fútbol.
Me llevé a Franco
a la habitación y le prendí la tele para que vea los dibujitos, así yo podía ir
adelantando cosas de la facu.
Narra Emma:
Me encontré con Tania en la puerta de la modista e
ingresamos. Mi vestido ya estaba casi listo, sólo le faltaban los últimos
ajustes. Me miré en el espejo enorme que había en el lugar e intenté imaginarme
entrando a la Iglesia y caminando hasta el altar. Toda la vida soñé con este
momento, y ahora que estaba por ocurrir me daba miedo.
-Te queda hermoso.- comentó Tania, quien se encontraba a mi
lado.
-Gracias, amiga.- le dije, aún con la mirada perdida en el
espejo.
-¿Estás segura de casarte?.- me preguntó de repente.
-Sí.- le respondí luego de un silencio.
Al salir de ahí fuimos a tomar un café y me puso al día con
sus salidas con Bruno. Luego de hablarme un montón sobre él y de cómo se
llevaban, se interesó por saber como me caía el amigo, y le conté, aunque pocas
cosas y sin entrar en detalle, que me había quedado a dormir en su casa la
noche después de la fiesta.
Narra Santino:
Mucho no pude adelantar, ya que el inquieto de mi sobrino no
me lo permitió. Me acosté en la cama con él y cuando se estaba por quedar
dormido, sonó el timbre.
-Perdón que tardé tanto, se me complicó.- se disculpó mi
hermana, apenas le abrí la puerta.
-No hay problema, se portó re bien Fran.- le respondí, con
el nene a upa.
-Mil gracias, Santi.- me dijo agarrando al nene, que estaba
un poco dormido.
-De nada.- acoté.- Ah, la ropa que me prestaste.- agregué
yendo a buscar la bolsa y dándosela.
-Buenísimo, ¿Le sirvió a tu amiga?.- se interesó.
-Sí, le vino re bien la ayuda.- le dije.- Te dejo que me
tengo que ir a cambiar para ir a entrenar, después hablamos.
-Dale, no te molesto más.- me dijo saliendo.- Llama a mamá
después que quería hablar con vos.- agregó al irse.
Narra Emma:
Al llegar al departamento me encontré con una sorpresa.
Estaba mi papá en la puerta esperando a que llegara. Le abrí y subimos. Al
entrar observó todo con detenimiento, siempre quería tener el control.
-¿Queres tomar algo?.- le pregunté mientras lo hacía pasar a
la cocina.
-Un café, te acepto.- me respondió.- ¿Cómo va todo lo del
casamiento?
-Bien, ya tenemos casi todo listo.- le contesté.- Y recién
vengo de la prueba del vestido.
-Perfecto.- acotó.- Yo ya tengo el traje para entrar con vos
a la Iglesia.- agregó y sonrío.
No se quedó mucho tiempo y tampoco tuvimos muchos temas de
conversación. Mi relación con él no era muy buena. Además, sabía que su visita
no era para preguntarme como estaba o para conversar de la vida. Había venido
por un solo motivo: controlar el casamiento.
TWITTER: @janetroseblog
No hay comentarios:
Publicar un comentario