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martes, 18 de marzo de 2014

Capítulo treinta y ocho


Narra Emma:

Desperté y Benjamín ya no se encontraba en el departamento. Permanecí unos minutos en la cama mientras me desperezaba y luego me cambié para ir a lo de Santino.


Narra Santino:

Me hallaba en el living de mi departamento con el desayuno preparado. Me senté en el sillón a esperar.
Al rato sonó el timbre y al abrir la puerta me encontré con Emma.

-Hola.-le dije con una sonrisa

-Hola.-me dijo y entró.-Muy mal eso de faltar a la facultad.

La agarré de la cintura y la acerqué a mí.

-Prefiero estar con vos.-le dije y la besé.

Le agarré la mano y nos fuimos a sentar a los sillones para desayunar. Le había preparado café con leche y tostadas untadas con mermelada de frambuesa. 


Narra Emma:

Terminamos de desayunar y nos quedamos hablando de todo un poco.

-Deberías hablar con Josefina.-me comentó.-Y contarle esto.

-¿Decirle lo nuestro?-le pregunté preocupada.-No. Ya te dije, no lo puede saber nadie.

-¿Y si al menos yo le digo que estoy enamorado de vos?-insistió.

-No, ni se te ocurra.-respondí rápido.

-Pero está re enganchada conmigo.-me dijo.-No la quiero lastimar.

-Yo me encargo de que se olvide.-le dije.-No te preocupes.

Me miró unos segundos, sin estar del todo conforme.

-En algún momento se va a terminar enterando y no va a estar bueno.-me dijo serio.-Es tu amiga.

-Ya lo sé. Pero no le podemos contar esto a nadie.-le expliqué.-Es por nuestro bien.

Era consciente de que en algún  momento todo iba a explotar. No me hacía ninguna gracia que una de mis mejores amigas esté enamorada del mismo hombre que yo. Y menos yo estar saliendo con él y ocultándoselo. No era lindo estar en mi lugar y mentirle en la cara cada vez que salía el tema. Tampoco era lindo su lugar. Pero ya no sabía como controlar la situación.


Narra Santino:

Lavamos las tazas y platos que usamos y luego subimos a nuestra habitación. Nos acostamos en la cama a ver la televisión. Ella se acurrucó y apoyó su cabeza sobre mi pecho.

-Me encanta estar así con vos.-le dije acariciando su cabello. 

-A mi también.-me respondió y apoyó su mano izquierda en mi pecho.

Puse mi mano sobre la de ella y pase mi otro brazo a su alrededor, apoyando mi mano en su cintura.

-¿Ya te dije que te quiero mucho?-le pregunté.

-Me lo podes repetir, si queres.-me respondió.-Me gusta escucharlo.

-Te quiero mucho, Emma.-le susurré y levantó un poco la cabeza para mirarme.

-Yo también, Santi.-me dijo acomodándose quedando ahora con su cabeza al lado de la mía.

Comencé a acariciarle suavemente su brazo izquierdo mientras mirábamos un programa que no nos interesaba a ninguno de los dos. Agarré el control remoto e hice zapping pero al no encontrar nada interesante, apagué la televisión.

-¿Qué tenes ganas de hacer?-le pregunté.

-No sé, lo que quieras.-me respondió.

-Me gustaría poder salir de la mano afuera con vos y recorrer muchos lugares.

-Yo también.-me dijo.-Pero estar así, abrazada a vos, me basta.

Nos quedamos unos segundos en silencio.

-¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?- le pregunté.

-No lo sé.-me respondió y suspiró.- Supongo que ya se van a acomodar las cosas.

-¿Y también me vas a contar y a aclarar las cosas?- me interesé.

Giró la cabeza para mirarme e hizo que yo la mirara.

-Es difícil tanto para vos como para mí.- me respondió.-Pero necesito que confíes. Algún día te voy a contar.

-Confío en vos, pero me gustaría saber.- le dije.- También para poder ayudarte.

-Por ahora me ayudas no preguntando sobre el tema.-me dijo.- Y estando conmigo aunque sea en secreto.

-Está bien.-le respondí.-Estoy con vos y te quiero cuidar.


Narra Emma:

Quería que las cosas fuesen mas fáciles. Me hubiese gustado conocerlo antes, sería todo tan diferente…
Me quedé pensativa.

-¿En qué pensas?- me preguntó

-No, en nada.- mentí.

Se puso sobre mí pero apoyando sus brazos en la almohada para no cargarme todo su peso. Y me comenzó a besar.

-Sos hermosa.-me susurró entre besos.

-Vos sos hermoso.- le respondí entre besos.

De repente se separó de mis labios y empezó a hacerme cosquillas. Creí que ya se había olvidado que tenía esa debilidad.

-Santino, no.- le pedí entre risas.- Por favor.

-No te voy a tener piedad.- me respondió.


Narra Santino:

Me golpeaba y no se paraba de reír. Su risa era el motor de mi alma.



Twitter: @janetroseblog 

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