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miércoles, 5 de marzo de 2014

Capítulo treinta y uno


Narra Emma:

Aún me encontraba inmóvil con el vestido de novia frente al espejo. Tenía una mezcla de sentimientos difícil de explicar. En mi mano sostenía una cadenita que me había regalado mi madre en su momento. Me la coloqué delicadamente y luego se me escapó una lágrima, que al escuchar los pasos de mi mejor amiga me apuré a secar.

-Ey, ¿qué pasó?-se interesó entrando a la habitación y acercándose.

-Simplemente estoy emocionada...por todo esto.-respondí.

- ¿Es emoción o tristeza?-preguntó dudando

Me limité a suspirar.

-Te adoro y no quiero que te equivoques.-me dijo.-¿Estás segura de lo que vas a hacer?

-Está todo bien.-le contesté y fingí una sonrisa.-Siempre soñé con esto.

Me miró como si no estuviera tan convencida de lo que le acababa de decir. Pero luego sonrío.

-Igualmente, si te llegas a arrepentir y queres echar todo para atrás...yo te voy a apoyar.-me dijo.-Y no llores más que se te va a correr el maquillaje.

-Gracias por estar siempre.-le dije mirándola a los ojos.

-No me agradezcas. Te quiero mucho.-dijo y me abrazó fuerte.-Estás hermosa, amiga.

-Yo también te quiero.-le dije al separarnos.

-Me voy yendo para la Iglesia.-me dijo agarrando su cartera.-Nos vemos allá.


Narra Santino:

No podía dejar de mirar el reloj. Caminaba de un lado para el otro por el departamento como si me estuviera volviendo loco. Y en parte, me estaba pasando un poco eso. Me enloquecía el saber que en cualquier momento iba a perder a Emma y no podía hacer nada para impedirlo. Me carcomían los nervios. Comencé a dar vueltas por todos lados sin poder poner mi mente en blanco u ocuparla en otra cosa.
Por si no fuera poco estar perdiendo a la mujer de la cual estaba enamorado, me encontré con mi perra un poco ensangrentada en el piso de la cocina. Se había lastimado dos de sus patas gracias a mi magnífica idea de estallar la botella de vidrio. "Perra boba" pensé. Pero luego me dio lástima y la curé.

-Perdóname Gala.-le dije acariciando su suave pelo.-Al final sos mi única compañera fiel.-agregué como si la perra pudiera entenderme.


Narra Emma:

Mi padre tocó el timbre y bajé. Me encontré con un hermoso auto antiguo con un moño blanco en el techo. Del mismo bajó un señor alto con traje y guantes blancos. Me estiró su mano y al agarrarla me ayudó a subirme a la parte trasera y cerró la puerta. Mi padre se subió del lado del acompañante.
En el trayecto vi como la gente al verme cerraba los ojos y pedía un deseo. 


Narra Santino:

Me senté en el sillón con el celular en la mano y estuve a punto de mandarle mensajes a Bruno para saber como iba todo. Ni siquiera sabía para que quería seguir sabiendo algo que me hacía mal. Tenía que intentar olvidarla, sacarla de mi cabeza. Y debía cumplir con mi juramento de no volverla a ver.


Narra Emma:

El auto frenó en la puerta de la iglesia. El señor me ayudó a bajar y subí junto a mi padre unos escalones que nos separaban de la entrada.

-Quería decirte que estoy orgulloso de vos y que te quiero mucho.-me dijo mi padre haciendo que lo mire.

-Linda manera de quererme...-acoté irónica.

-Emma...-me reprochó.

Aflojé porque no era momento ni lugar de discutir.

-Yo también te quiero, papá.-le dije.

Las puertas se encontraban cerradas. Ya era momento de entrar y los nervios volvían a aparecer. Cerré los ojos y con mi mano derecha acaricié la cadenita. Luego lo agarré del brazo a mi padre y se abrieron las puertas.



Twitter: @janetroseblog

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