Narra Emma:
Amanecer entre
sus brazos. Levanté un poco mi cabeza, que se encontraba apoyada en su pecho, y
lo observé dormir. Me sentía tan llena. A su lado me sentía fuerte, grande,
segura. Pero sabía que apenas pusiera un pie fuera de ahí me iba a vaciar
nuevamente y me iba a volver una hormiguita débil e indefensa.
Pasé suavemente
una de mis manos por su mejilla derecha y me volví a acurrucar más junto a él,
cerrando los ojos.
Narra Santino:
Abrí los ojos y
al verla a mi lado sonreí. Era hermosa hasta dormida. Le acaricié el pelo y
luego me incliné suavemente y le di un beso en la frente.
-Buenos
días.-comenté al ver que despertó y me miró.
-Buenos días.-me
dijo y sonrío.
Narra Emma:
Se acomodó de
costado, apoyando el codo en la cama y sosteniendo su cabeza con su mano. Tenía
una leve sonrisa dibujada en su rostro y sus ojos verde mar me miraban
fijamente.
-¿Qué pasa?-le
pregunté sonriendo mientras abrazaba a la almohada.
-Te
miro.-respondió sin sacarme los ojos de encima.-Me hipnotiza tu belleza. Tanto
exterior como interior.
-Debes ser la
única persona que ve cosas en mi que los demás no ven.-le dije.
-Sos una persona
increíble, y no quiero que te desvalorices. Ni que dejes que el resto lo
haga.-me dijo y se acercó más a mi, acariciándome la mejilla izquierda.
-Me cuesta a
veces expresar lo que quiero, y tal vez sienta más de lo que digo...-comencé a
decirle tratando de evitar que se me pongan vidriosos los ojos.
Él se me quedó
mirando. Y era una de las pocas personas a las que le gustaba escucharme.
-Pero quiero que
sepas que en tan poco tiempo te volviste importante y me ayudaste mucho.-seguí,
y me costaba abrirme.-Tu compañía me hace bien.-hice una pausa.-Vos me haces
bien.
Narra Santino:
Me junté más a
ella, quedando ahora los dos apoyados en cada una de las almohadas, mirándonos
a los ojos.
-Desde el primer
día en que te vi supe que eras especial y sentí como un terremoto interno que
me decía que te iba a querer.-le dije y largo una risita.
-Fuerte lo del
terremoto.-acotó justificando su reacción ante un momento tierno como ese.
-Fuerte es lo que
siento por vos.-le dije perdiéndome en su mirada.-Y te aseguró que nunca antes
lo había sentido.
Narra Emma:
Esas ganas
incontrolables de largarme a llorar, de pedirle perdón. No le podía dar lo que
él se merecía, no le podía prometer nada. En un día me iba a estar entregando a
otro hombre en la cama de un hotel donde pasaríamos la noche de bodas. No
quería lastimarlo, pero ya era demasiado tarde. Desde el primer momento en que nos
vimos tuve que haberlo evitado, no verlo más. Dejé que poco a poco se enamorara
y ahora lo iba a abandonar.
Me miró como
queriendo adivinar en lo que estaba pensando y agradecí que no tuviera ese don.
Alejé todos esos pensamientos y las ganas de llorar, y me concentré en sus
ojos, en su mirada.
Narra Santino:
Reinaba el
silencio en la habitación. Sus ojos color café me miraban intensamente mientras
yo terminaba de romper con la distancia y rozaba nuestras narices.
-Te quiero,
Emma.-le susurré.-Me haces inmensamente feliz.
Apoyé
delicadamente mis manos al costado de su cara y la besé.
Narra Emma:
El beso se fue
disminuyendo a besos cortos y luego nos separamos. El cuento de hadas había
llegado a su fin, era momento de partir.
Me levanté de la cama
y me vestí, mientras él seguía acostado, mirándome.
-Me tengo que
ir.-dije agarrando mis cosas y con intenciones de abandonar la habitación.
Se levantó, se
puso un pantalón y bajamos las escaleras. Me acompañó hasta la puerta y me
invadió una sensación de angustia que me hacía presión en el medio del pecho.
Narra Santino:
Percibí algo
extraño en su mirada pero no quise hacerme la cabeza. Abrí la puerta y de un
segundo a otro la tenía abrazándome fuerte, como pidiendo refugio, como
deseando que no la soltara.
Narra Emma:
Mis manos
acariciaron su espalda descubierta y mi cara se hundió en su hombro. No quería
soltarlo, deseaba con todas mis fuerzas que las agujas del reloj se
frenaran.
Junté fuerza e
intenté disimular, aunque mis ojos ya se encontraban llorosos. Me separé pero
me aferré a sus labios para que no lo notara.
Fue un beso que
transmitía mucho. Empezó a tener sabor salado ya que no podía contener las
lágrimas y rodaban hasta terminar en nuestros labios.
Narra Santino:
Se separó de mis
labios, secándose las lágrimas y desapareciendo, sin darme tiempo a decirle más
nada.
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